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Tensión en la Cruz Roja Internacional por la necesidad de adaptarse al actual tipo de conflictos bélicos

El presidente de la Cruz Roja Internacional, el español Enrique de la Mata, se halla empeñado en operación de modernización de esta organización fundada en 1863, que considera imparable pese a las resistencias que se han puesto de manifiesto en la segunda Conferencia mundial de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja sobre la paz, celebrada del 1 al 7 de septiembre en las islas Aaland (Finlandia). Esta modernización deberá implicar la reelaboración de los Convenios de Ginebra y la reforma de los estatutos de Cruz Roja.

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Gran parte de las organizaciones occidentales, con Francia y Reino Unido a la cabeza, argumentaron que se iba a caer en el peligro de politizar la institución y de hacer el juego a la política internacional soviética, para frenar algunas de las iniciativas que pretendían comprometer directamente a la Cruz Roja en la lucha por la paz. Los reformistas, por el contrario, adujeron que no es suficiente con dedicarse a atender a los heridos cuando la guerra ya es un hecho, sino que es necesario tomar la iniciativa para, que el conflicto armado no sea posible. Este proyecto de modernización se dirimirá en la Conferencia diplomática de Cruz Roja que se celebrará en Ginebra, en 1986, para reformar los estatutos de la organización. Será una reunión diplomática, porque además de las sociedades de la organización humanitaria tomarán parte también los gobiernos, ya que se verán afectados los tratados internacionales, las llamadas Convenciones de Ginebra: protección a los soldados heridos en la guerra (1864); trato a los prisioneros de guerra (1929), y mejora de la situación de heridos y enfermos de los ejércitos combatientes; mejora de la situación de los heridos, enfermos y náufragos de las flotas combatientes; trato de los prisioneros de guerra, y protección de la población civil en épocas de guerra, en 1949.

La filosofía de la reforma que impulsa De la Mata -con el apoyo de las sociedades nórdicas y del Tercer Mundo, esencialmente- parte de la constatación de que las Convenciones de Ginebra, que regulan en gran medida la actividad de Cruz Roja, fueron pensadas para un tipo de conflicto bélico que apenas se da ya en nuestros días, cuando las guerras ni se declaran formalmente y son, en muchos casos, civiles. En estos conflictos generalmente no se respeten los acuerdos internacionales sobre heridos y prisioneros de guerra. Aquella organización humanitaria debe afrontar también la realidad de que una guerra generalizada ahora sería nuclear y podría aniquilar toda forma de vida en la Tierra, con lo que sus servicios humanitarios no tendrían posibilidad de ser practicados. Se trata, por ello, no tanto de aliviar las víctimas de la guerra, sino de hacer lo posible para reducir las violencias y las causas que las generan: culturales, económicas, sociales y religiosas.

Este nuevo enfoque implicaría para la Cruz Roja condenar las armas de destrucción masiva, favorecer la creación de zonas desnuclearizadas y organizar campañas pacifistas.

Resistencias al cambio

A la Conferencia de las islas Aaland, un archipiélago finlandés desmilitarizado y neutralizado, asistieron 107 sociedades miembros de Cruz Roja y de Media Luna Roja. La actitud de británicos y franceses en esta reunión hace prever que las resistencias al cambio serán muy fuertes. El diplomático François de Rose, presidente de la comisión de asuntos internacionales de la Cruz Roja francesa, escribía el pasado 22 de septiembre en Le Monde, comentando los acuerdos alcanzados en aquella reunión, que "lo esencial ha sido preservado frente a los esfuerzos de politización" de quienes -según él- se encuadran en "una ofensiva general que busca que el mayor número posible de instituciones internacionales tomen posición a favor de las tesis sostenidas por el Kremlin". De todas formas, advertía: "La causa no está ganada definitivamente". La conferencia aprobó, fruto de la transacción entre ambos sectores, un mensaje a los gobiernos y a los pueblos del mundo expresando la preocupación de los reunidos ante las tensiones, las violencias, las discriminaciones raciales y las violaciones de los derechos del hombre, el aumento de las víctimas civiles, el enrolamiento de niños en las guerras y la producción masiva de armamentos. El documento reafirma la vocación de la Cruz Roja por socorrer las víctimas y los refugiados, y también su compromiso por luchar contra el hambre, mejorar la salud y ayudar a la cooperación, especialmente con el Tercer Mundo.

La Conferencia se regía por la norma del consenso, es decir que ningún acuerdo podía adoptarse sí una sola delegación o una minoría de ellas se oponía. Por esa razón no prosperó una propuesta de resolución de la Cruz Roja de la República Democrática Alemana sobre el establecimiento en Europa de áreas desnuclearizadas.

Los franceses, encabezaron la oposición a esta propuesta con el argumento de que la Cruz Roja no tiene competencias para inmiscuirse en el dominio estatal, y de que, aunque una guerra nuclear sería ciertamente una catástrofe "quizá irremediable", "algunos países ven en las armas de destrucción masiva una protección contra la guerra". La Cruz Roja, argumentaba De Rose en su artículo en Le Monde, no está cualificada para decir a los Estados, únicos responsables ante los pueblos, quién tiene la razón y quién está equivocado. Tampoco prosperó una propuesta para celebrar una tercera conferencia por la paz.

La mayor parte de las sociedades occidentales de Cruz Roja se resisten a que ésta pueda ser confundida como una organización pacifista. La Cruz Roja, dicen, es pacífica y pacificante, pero no pacifista. Implicarla en el movimiento pacifista, añaden, le haría correr el riesgo de cubrir con su bandera campañas de propaganda unilaterales.

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