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La moneda que no entiende de razas ni de colores

El krugerrand, una moneda de curso legal en la República de Suráfrica que comenzo a acunarse con la idea de hacer más accesible la inversión en oro a los ahorradores individuales, se ha convertido en una de las grandes estrellas de este mercado, con más de 40 millones de piezas vendidas en los últimos 14 años, cerca del 40% de las inversiones privadas en oro.El precio de esta moneda, que no tiene valor facial, se fija todos los días conforme a la cotización del oro en el mercado de Londres, al que se añade un pequeño porcentaje (premium) que cubre los gastos de acuñación y distribución.

Los krugerrands se presentan en cuatro tamaños. El más antiguo contiene una onza troy de oro puro (31,1035 gramos), pero a partir de 1980 se pusieron en circulación otras piezas mas pequeñas, de media onza, de un cuarto de onza y de un décimo de onza de oro puro, con el fin de facilitar su adquisición a todo tipo de economías. Las monedas están acuñadas con una aleación de cobre puro, por lo que el oro que contienen es de 22 quilates: 11/12 de oro de 24 quilates y 1/12 de cobre.

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Una mina de ideas

Para hallar el origen del krugerrand hay que remontarse hasta 1967, año en que la Cámara de Minas de Suráfrica dio término a una serie de estudios para encontrar la manera de acuñar monedas de oro -la venta de este metal es una de las principales fuentes de ingresos de aquel país- evitando el grave problema que sufre este tipo de piezas cuando el valor del contenido de metal supera al valor facial.En España, el krugerrand ha sufrido una deficiente comercialización -ya que solamente el Banco Urquijo se decidió en su día a entrar en este mercado- y grandes limitaciones, debidas a la aplicación del recargo del 30% del impuesto de lujo. Muchos inversores, además, han acudido al mercado negro para adquirir estas monedas y ahorrarse así este tributo, lo que ha originado distorsiones importantes en el mercado.

Una fuente de confusión entre los no iniciados suelen ser los llamados krugerrands calidad proof, que son aquellas primeras piezas de una onza acuñadas en octubre de 1967. Las monedas tipo proof se venden en cantidades mínimas, ya que cada inversor sólo puede comprar una pieza al año. Son bastante más caras que las piezas normales, de las que se diferencian por su mejor acabado, por el troquelado y por el número de estrías del borde (220 en las piezas proof y sólo 160 en las piezas normales). Aunque sea un método lento, contar estos serrados es el mejor camino para saber diferenciarlas.

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