La muerte de Paquirri
Todos los medios de comunicacíón se han volcado sobre la tragedia de Pozoblanco, tanto los especializados en la materia, como los profanos. Las revistas del corazón han llenado las peluquerías de señoras con las fotos de la mortal cogida de un torero, y el vídeo nos hizo penetrar en el dolor y desconcierto de la cogida. Después, se han buscado culpables a la muerte de Paquirri, y ha habido opiniones para todos los gustos; desde el "la culpa la tiene la Prensa", hasta otras más sensatas que opinan que "a Paquirri lo mató el toro, con el peligro añadido de una carencia quirúrgica no imputable a los doctores y sí a la pésima situación sanitaria del país, unido a un viaje por una carretera que parece una guita (cuerda) en el bolsillo".Lo único que ha quedado claro es que la muerte y el riesgo físico de los toreros siguen presentes en el arte de lidiar toros, al igual que hace 70 años, cuando a los profesionales del toreo no se les pasaba por la imaginación ni el fraude ni las corruptelas, que son norma en cada tarde de toros. Y este riesgo es condición sin la cual la lidia se convertiría en un circo, aunque a cierta masa de ingenuos, les cueste creer que los tendidos de un coso no los llenan gentes con vocación vampiresca.
Ningún aficionado desea la muerte de un torero. Lo que sí deseamos es que se reforme el reglamento. No puede haber distinción en las enfermerías por la categoría de la plaza. Las ambulancias UVI deben llegar a todos los pueblos, por perdidos que estén en el inapa.
Los profesionales del toro tienen todo el invierno para solucio
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