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Toque de queda en Karachi tras los violentos choques entre musulmanes paquistaníes

Al menos cinco personas resultaron muertas ayer y más de 50 heridas en el curso de los violentos enfrentamientos entre musulmanes shiíes y suníes en el centro de Karachi (Pakistán), donde las autoridades han impuesto el toque de queda.

Los disturbios se iniciaron por la mañana, tras el incendio parcial de dos mezquitas shiíes. Al conocerse la noticia, miles de adeptos a esta confesión musulmana, que se habían reunido en el centro de Karachi para celebrar sus rituales flagelaciones públicas, se dirigieron hacia los comercios y viviendas suníes más próximos y destruyeron, al parecer, cuatro bancos, varias decenas de tiendas y oficinas y tres estaciones de servicio. Dos jóvenes shiíes resultaron muertos a balazos en el barrio de Liaquatabad, donde los suníes -armados con pistolas, porras y barras de hierro- se dedicaban a destruir viviendas shiíes. Otras dos personas resultaron quemadas vivas en el barrio de New Town, en el que los shiíes concentraron sus acciones violentas. Un joven de esta confesión, con a espalda lacerada como consecuencia de las flagelaciones rituales, fue evacuado hacia un hospital, en el que murió, sin que que conozcan las causas exactas de su muerte.

Concesiones religiosas

Un toque de queda permanente fue impuesto en la ciudad en evitación de nuevos disturbios. Centenares de soldados con uniforme de combate tomaron posiciones en los dos barrios antes citados. Los enfrentamientos se producen en un momento en el que la influyente minoría shií de Pakistán acentúa su presión para obtener del Gobierno militar algunas concesiones de orden religioso.

En Rawalpindi, la gran ciudad vecina a la capital administrativa del país, Islamabad, uno de los principales líderes shiíes, Alama al Musvi, envió un telegrama al presidente, general Zia Ul Haq, para pedir la detención inmediata y el "castigo ejemplar" de los autores suníes de los incidentes, cuya responsabilidad última hace recaer en el Gobierno militar.

Los shiíes, que afirman representar cerca de un tercio de los 95 millones de musulmanes de Pakistán, descendieron ayer a millones a las calles de pueblos y ciudades paquistaníes para participar en las ceremonias de la flagelación y en las procesiones religiosas de la Achura, décimo día del mes de duelo islámico de Moharram, que conmemora la batalla de Kerbala (en el actual territorio de Irak), en la que pereció el imán Husein, nieto del profeta Mahoma, en el año 640.

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