La teología de la Liberación
Después de haber estado unas semanas en Suramérica, he leído con gran interés todo lo relacionado con Boff y la teología de liberación. Me es difícil callar ante lo visto allí y lo leído aquí. Uno se pregunta: ¿cómo es posible, mientras quedan tantas gentes por evangelizar y promocionar socialmente, que algunos cardenfles y obispos se dediquen a juzgar a los que están implicados en esa tarea tan evangélica?Desde sus poltronas europeas resulta muy fácil a algunos Juzgar y condenar a aquellos que están dando su vida por los hombres, por Jesucristo y por el mensaje que él nos legó. Yo he visto religiosos españoles en América Latina trabajando arduamente, realizando una labor apasionante, viviendo pobremente, compartitrido todo lo que tienen, su vida, con los demás, renunciando a las comodidades europeas. Esos son los juzgados.
No deja de ser curioso que sólo merezca condena o matización la teología de la liberación, pcir ser quizá filomarxista. En cambio, no se hace una condena explícita y tajante de aquellos que consienten un mundo capitalista que permite una explotación del hombre a manos de otros hombres por causa de la acumulación de capital.
El documento del cardenal Ratzinger dice textualmente:."Esta lucha de clases, como camino hacia una sociedad sin clases, es un mito opuesto a las reformas, que agrava la miseria y las injusticias". Señor cardenal: le invito a visitar los países capitalistas latinoamericanos para que pueda percibir que la agravación de la miseria y de las injusticias no es patrimonio exclusivo de los regímenes marxistas, a los que tanto teme en nombre del bien del hombre. No se puede cerrar los ojos ante una parte de la verdad y abrirlos sólo cuando conviene y ante lo que conviene.
A los cristianos nos gustaría oír una condena tan explícita como la que se hace del marxismo de los sectores más explotadores de nuestra sociedad. Tengo que recordar a Pablo VI que, en ocasiones, habló muy claramente del derecho de los pueblos a la rebelión y que se expresó maravillosamente en su encíclica Populorum Progressio, encíclica que no deberíamos olvidar. Y, por favor, dejémonos de santos oficios, perdamos el miedo, seamos abiertos como el buen Jesús lo fue. Él no vino a condenar, sino a perdonar. Él fue piedra de escándalo y en su mensaje destacó a los pobres sobre todos los demás, y por todo ello fue incomprendido y crucificado. Aprendamos esa lección de vida.- Joaquim Alsina i Cardiel.
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