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Reportaje:

España, una base americana para 32 magos de la canasta

Los 16 equipos de Primera División se nutren de sus servicios para elvar su nivel

Luis Gómez

Vienen del más allá para practicar pequeños milagros en la cancha; se espera que bajen del cielo en la escalinata de aeropuertos internacionales. Acuden como estrellas del baloncesto, pero cada capital es un punto intermedio en un largo peregrinar que puede' acabar en una comisaría de distrito: su corpulencia les convierte en ideales agentes de policía. Trabajan para sí mismos y su mánager. Constituyen un nutrido ejército de yanquis, unos marines dotados de un balón y una maleta, que desembarcan por oleadas anuales. También en España tienen sus bases.

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Arízaga y Bermúdez, pioneros en la trata de americanos y ya retirados del oficio de agentes, perdieron la virginidad hace muchos años cuando se acostumbraron a convivir con jóvenes universitarios estadounidenses y no cerraban los ojos al comprobar que un negro de dos metros comía la sopa sorbiendo un pedazo de pan o cómo un blanco partía el filete con la mano. ¿Universitarios éstos?, pensaron. Universitarios, sí.Cierto que no es lo mismo un yanqui procedente de North Carolina o UCLA que otro, por ejemplo, del campus universitario de Wyoming. Aún hay universidades que dan un toque de distinción. En 1984, los 16 clubes españoles de Primera División de baloncesto los fichan a pares. Quiere ello decir que son, todos, 32, pero suficientes para dar espectáculo. Son profesionales, viven con una maleta en la mano, acostumbran a resultar incomprendidos, y se deben ciegamente a su agente. Él los trae y los lleva con una sóla llamada telefónica de por medio; revelarse resulta caro. Jording, El hombre de hielo, rompió con su agente y pasó un año sin jugar. El libro de la NBA sentenciaba en su biografía aquel año (1977): "Sin jugar por divergencias con su agente".

En un principio, los castos ojos de los dirigentes del baloncesto esperaron la llegada de jóvenes hijos de combatientes aliados en Normandía, Anzio, Okinawa o Guadalcanal, negros o blancos, con estudios, quizás de costumbres religipsas y puede, eso sí, que dependientes de la Coca-cola. El Real Madrid de Saporta y Ferrándiz tembló en sus cimientos pocas horas después de contratar a Whitmore. Se marchó rápidamente porque no convenció del todo. Era heroinómano. El caso era impublicable por entonces y se ofreció una versión oficial. De aquella época data la tradición de la aversión de dicho club por los jugadores de color.

Larry Gibson llegó a Madrid para jugar en el Estudiantes. En su primer día descubrió dos cosas: que Madrid está en Europa y que Colón descubrió América. "Cómo América, ¿el baloncesto?". "No, el continente". Era, sin embargo, un hombre elegante que llegó con corbata, dos maletas y un baúl. Ahora bien, nadie tan exquisito como Hollis Copelan, siempre a la moda, siempre atildado, "casi no parece americano", se decía de él y mucho menos cuando solicitaba un té y sacaba del bolsillo una cucharilla especial para preparar adecuadamente la infusión. Jugó en Zaragoza.

Cumplir y exigir

Su presidente, José Luis Rubio, ya experimentado, ha aprendido casi todas las lecciones. Sabe que, por ejemplo, es una ingenuidad peligrosa pagarles así como así un apartamento con teléfono: los gastos por conferencia podrían sumar cientos de miles de pesetas. Pero pasó su penúltimo susto y ahora aguarda el resultado que le den Riley y Johnson este año. La temporada 1983-84 fue un éxito histórico gracias, entre otras cosas, a Kevin Magee, una verdadera bestia negra sobre la zona. Magee exigió al club viajar con su mujer y el club accedió. Magee exigió vino en las comidas, cual era su costumbre, y el club accedió. Tras él, Allen, el otro americano, solicitó igualdad de trato. Y el club accedió. Los jugadores españoles contemplaban, en las concetraciones, alejados de sus mujeres, y mientras bebían un vaso de agua, la diferencia que les separaba. José Luis Rubio parece estar preparado para todo; no obstante, dispone de un Alfa-Romeo por si así contenta a alguno de sus americanos. Sabe que los hay que hasta pueden pedir un Rolis.

Ruland, el fichaje más valioso que tuvo. el club azulgrana, y hoy en día profesional destacado en los profesionales Washington Bullets, puso como condición para viajar a España trasladarse a una ciudad con puerto de mar, grandes avenidas y mucho tráfico. Barcelona encajaba. No conocía la tristeza con que Gregory llamó a su agente para pedir que le sacaran de su nuevo club. Jugaba en Vitoría, donde no hacía otra cosa que llover. Y Gregory lloraba. Era un jugador excéntrico, del que decían que vivió en la capital alavesa con una sola camiseta y que una vez se negó a jugar si no le traían un chicle.

Del Barcelona cuentan, lenguas maliciosas, que la mujer de un jugador cometió adulterio con un directivo del club. Era una mujer con carácter, pero no tanto como la de Thomas, una mujer que practicaba el judo y que agredió al presidente de un club austríaco. Cuando Thornas se marchó, quienes fueron a ver su apartamento se encontraron con un lugar decorado como si fuera un paraíso sexual, repleto de colchonetas y dibujos alusivos a toda una variada gama de posturas para practicar el coito. Carmichel, otro buen fichaje, reconstruyó una masía a 40 kilómetros de la capital. Lo interpretaron como una extraña rareza, decían que aspiraba a convertirse en una especie de cowboy en pleno centro de Cataluña, pero lo cierto es que contribuyó a una buena restauración y la vendió a muy buen precio. Ahora es un ejecutivo de una empresa canadiense dedicada a la madera y gusta de pasar, de vez en cuando, por la Ciudad Condal. Boynes, en Zaragoza, sí tenía fobias: no permitía que se le acercaran médicos españoles.

Bradley (Forum Filatélico) asustaba a sus compañeros con sus porros, pero en algún festival benéfico jugadores españoles vislumbraron el blanco polvillo de la cocaína en algún rival, aunque dicha costumbre procede, sobre todo, de las Ligas sudamericanas que se disputan en dos meses de verano.

Su vida, que parece enmarcada en canastas y aplausos, no es más que un triste errar por canchas de todo el mundo. Ahorran, hacen vida familiar, apenas cosechan amigos, no se molestan en conocer el idioma de un país en el que pueden llegar, a vivir sólo algunos meses y la vida les dejará dinero -para abrir un pequeño negocio en su ciudad natal. Su sueño, jugar en la NBA, no habrá sido más que una utopía. Una frustración pagada en dólares. Los de raza negra, todos aquellos que dicen ser estudiantes de criminología, que hay bastantes, acabarán persiguiendo bandidos como agentes de policía. Su corpulencia y su altura son buen requisito. Habrán sido hombres de mundo sin conocer mundo.

Las anuales exhibiciones

Cada verano, o por navidades, llegan algunos en grupo para hacer una gira-escaparate. Son los famosos equipos Malboro y, este año, el San Marino All Stars. Hubo un año en que unjugador acabó en comisaría por supuesto robo de una cartera. El caso se solucionó bajo la amenaza de una retirada del pasaporte, cuestión que resultó atemorizarle; también se han llegado a robar entre si o a dejar un hotel sin toallas. Gustan de ser incentivados con bonus o primas por un número determinado de puntos, de rebotes, o una buena clasificación del equipo. Gustan de los dólares; en definitiva constituyen su pasaporte. Y una consigna: jugar siempre con la cotización de la moneda americana. Slab Jones era un maestro en ello, un gran ahorrador, un jugador del que decían no pagaba ni una cerveza. Algunos no gastaban ni en transporte, como el ya citado Gibson que reclamaba del club la reposición del taco de vales para el autobús de línea que le llevaba hasta su domicilio.

Una noche, una llamada telefónica, acaba con su estancia en España. Vuelven al cielo para aterrizar en otra capital, en otro idioma, en otra cancha. Su decadencia llegará el día que empiecen a trasladarse a paises donde sólo pagan 15.000 o 20.000 dólares por término medio. Es el caso, en Europa, de Bélgica, Noruega o Suecia. No siempre logran percibir sus emolumentos, que los clubes españoles no son estimados por su pronto pago. Hace días que algún agente golpea telefónicamente las oficinas del Joventut y del Licor 43 para que paguen de una vez. Richard Canner, Rostro Pálido, se encargará de traer una nueva remesa; es un viejo zorro del negocio, dice saber cómo hay que tratarlos, bien se acuerda de cómo, en una ocasión, dejó a un jugador sin botas minutos antes de un encuentro por 300 dólares impagados. "0 pagas o sales descalzo a la cancha". En España hay una base con 32 americanos. No es más que un pequeño batallón. Son marines que desembarcan en domingo. Y da gusto verlos.

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