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Tribuna
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La foto

Manuel Vicent

Aquel abuelo sepia que la estampa ha fijado en un sillón, rodeado de hijos, nietos, nueras y yernos sonrientes con' cuello de piqué y la mano en el bazo, era un símbolo de la unidad familiar. En aquella época Dios estaba en el cielo, pero el abuelo guardaba a su nombre en el cajón de la cómoda las escrituras de la finca. No las soltaba por nada. Debido a eso la parentela se veía obligada a merendar con él cada tarde de domingo y se aglutinaba en torno a la tarta de aniversario, que ningún heredero impaciente osaba envenenar. Un día llamaron al fotógrafo y éste los inmortalizó con un fogonazo de magnesio. Todos los descendientes aparecían contentos en el retrato, aunque no había uno que no estuviera pensando en los legajos de la cómoda.Durante mucho tiempo la familia de clase media también estuvo coexionada contemplándose en círculo en el espejo de una sopa de fideos cuyo fuego sagrado se alimentaba con el sueldo de un padre perito industrial, contable o jefe de negociado. Este señor tenía gran autoridad. La esposa le sonreía, los hijos le alargaban la mano como mendigos a la hora del postre, él impartía doctrina y algunas monedas para ir al cine y a cambio recibía amor, respeto y confianza, valores que se derivaban del sobre de la empresa a final de mes. Dios aún estaba en el cielo, Franco en la cacería y el honor en la nómina. De pronto un día se produjo la desbandada. A causa de la expansión financiera todos los miembros de casa tuvieron la osadía de ganar un jornal y a renglón seguido la virginidad de las doncellas dejó de ser un bien parafernal, los jovenzuelos con acné se sacudieron el yugo del progenitor pelmazo, la mujer se negó a soportar los regueldos del marido y todo el mundo se largó a Ibiza.

Ahora, con la crisis económica, la familia vuelve a estar unida, pero el eje del hogar ya no es aquel abuelo sepia con escrituras, ni el padre severo en nómina, sino un hijo, un nieto o un sobrino, el único que tiene trabajo. A su alrededor se recompone la vieja estampa. El sobrino aparece sentado en un sillón con el sueldo, y a su lado la parentela que está en el paro sonríe apiñada en la fotografía.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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