Brian Mulroney administrará su holgada victoria con el problema de Quebec como telón de fondo
Brian Mulroney -el chico de Baie Comeau, como le denominan afectuosamente sus paisanos de la provincia francófona de Quebec- ha iniciado en esta capital un maratón de conversaciones con sus colaboradores más allegados y los nuevos diputados del Partido Conservador Progresista, que culminarán la próxima semana en la formación de un nuevo Gobierno en Canadá. El principal problema de Mulroney ahora es cómo administrar su victoria, con la cuestión de Quebec como telón de fondo y factor decisivo a integrar en su política.
El líder conservador, que llevó a su partido el pasado martes a la victoria electoral más abultada de la historia política canadiense al conseguir 211 de los 282 escaños de la Cámara de los Comunes, tiene ante sí la ardua tarea de demostrar a sus paisanos que, además de vencer en unas elecciones, sabe convencer a través de una política equilibrada en un país de intereses encontrados como Canadá. Aunque oficialmente no se ha facilitado la fecha de la toma de posesión, todo parece indicar que será el próximo día 17.En primer lugar, el líder conservador, un abogado de 45 años de origen irlandés, tiene que dar cabida en su Gobierno no sólo a las diversas tendencias dentro de su propio partido, que van desde la derecha integrista y antifrancófona, hasta un ala liberal-progresista a la que pertenece el nuevo primer ministro, sino a los diversos intereses de todas las provincias, la mayoría de las veces encontrados. Por eso, los analistas políticos predicen que Mulroney formará un Gobierno con mayor número de miembros que los 29 del Gabinete Turner, aunque no sobrepasará los 35 del Gobierno Trudeau.
En segundo lugar, Mulroney tiene ante sí el reto de crear nuevo empleo -en los momentos actuales, el principal problema de Canadá, con un 12% de parados- sin aumentar el déficit más abultado de la historia canadiense (unos tres billones de pesetas), sin incrementar los impuestos y sin reducir los programas sociales, similares a los vigentesen los países escandinavos, puestos en práctica por los liberales en sus más de 20 años de Gobierno casi ininterrumpido. Quizá el logro mayor conseguido por Mulroney haya sido la conversión del Partido Conservador Progresista en una formación política a escala nacional, algo que el partido no había sido desde la victoria de otro conservador, John Diefenbaker, en 1958. Las cuatro provincias marítimas del Este no acababan de votar conservador en las elecciones generales. Pero el problema era Quebec, la provincia más poblada, con 75 diputados en el Parlamento federal, de los que sólo uno era conservador. Desde el martes, los conservadores son el partido mayoritario en Quebec, con 58 diputados. Los habitantes de la provincia francófona se han integrado en una alternativa federal que les ofrecía el chico de Baie Comeau, "uno de nosotros", como comentaba una electora quebequesa. Y, curiosamente, el voto nacionalista en Quebec ha sido decisivo en la elección de Mulroney. Aunque oficialmente neutral, el apoyo del primer ministro de Quebec, el nacionalista Rene Levesque, a los conservadores ha sido un secreto a voces.
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