La alianza entre Libia y Marruecos
LA PRIMERA reacción al tratado de unión firmado hace unos días en Uxda por el rey de Marruecos y el coronel Gadafi -refrendado el viernes por la Asamblea Popular libia y por el electorado marroquí- fue compararlo con las uniones concluidas por Gadafi, en etapas anteriores, con Egipto, Siria, Sudán y Túnez, y que quedaron muy pronto en agua de borrajas. Sin embargo, es obvio que nos encontramos ante un fenómeno bastante diferente. Porque en este caso los dos países están situados en posiciones radicalmente distintas en la escena internacional, en general, y en relación con el conflicto de Oriente Próximo y el mundo árabe, en particular.Examinando el texto del tratado, sobresale el hecho de que el único órgano verdaderamente ejecutivo es la presidencia bicéfala, formada por Hassan II y Muamar el Gadafi. Cualquiera que sea la suerte de los diversos órganos previstos para materializar la unión, lo cierto es que nos encontramos ante la decisión de dos jefes de Estado, ayer en campos opuestos, de concertar ahora sus políticas exteriores y de defenderse mutuamente. Dos Estados además en situaciones muy conflictivas -Libia, con la guerra en Chad, y Marruecos, con la del Sáhara occidental- y muy comprometidos, si bien frecuentemente en direcciones opuestas, en los principales conflictos de Oriente Próximo y Africa del Norte. Por ello, el anuncio de la unión libio-marroquí ha provocado sorpresa y cierta conmoción en las cancillerías y en la opinión pública de numerosos países. Se abren, lógicamente, muchos interrogantes.
En el plano interior, Hassan II está obteniendo sin duda beneficios económicos y políticos. Gadafí tiene un carisma entre sectores radicalizados de la juventud de donde han surgido últimamente las principales oposiciones en Marruecos. Ahora el referéndum ha confirmado, no sólo por las cifras, sino por el clima en el que se ha celebrado, una aprobación masiva de la política de Hassan II que repercutirá sin duda en las próximas elecciones legislativas: En cuanto a Libia, diversos síntomas, particularmente después de los incidentes en la Embajada en Londres, indicaban la voluntad de Gadafi de salir del aislamiento en el que se estaba encerrando al centrar su política, tanto interior como exterior, en el mesianismo revolucionario definido en su Libro Verde. Salir de ese aislamiento, hacia Occidente, hacia el mundo árabe, de cara a la propia política africana, puede ser una motivación esencial de Gadafi. al firmar el Tratado de Uxda. Por otro lado, para comprender la génesis de ese tratado hace falta tener en cuenta que ambos jefes de Estado, en condiciones históricas y formales muy distintas, disponen, uno y otro, de un enorme poder personal de decisión. Sin ello, el viraje hubiese sido imposible.
Los recientes viajes del presidente sirio, Hafez el Asad, y más tarde de Mitterrand y Cheysson, a diversos países de Africa del Norte son muy significativos. Ante el problema palestino, y todos sus derivados en Oriente Próximo, Libia ha sido, con Siria, baluarte del Frente de la Firmeza. Marruecos ha estado en una actitud contraria. Quizá el presidente Asad, en el curso de su viaje, haya podido conocer en qué sentido Marruecos y Libia piensan concertar su política ante el problema palestino. En todo caso, será una decisión que ejercerá una influencia no pequeña sobre los futuros acontecimientos en esa, zona en un momento de dificultades para los países árabes, ya que la solución gubernamental elaborada en Israel aleja las esperanzas de negociaciones fructíferas. El interés francés está ligado a Chad, aunque no tanto por temor a un apoyo marroquí a Libia en dicho,país como por la pobilidad de obtener, en estas nuevas circunstancias, una labor moderadora de Rabat. Francia, cuyas tropas se enfrentan en Chad a las libias, necesita encontrar una solución política al conflicto.
En cuanto al Magreb, la unión libio-marroquí puede abrir, en teoría, dos caminos: o propiciar la cooperación con los otros países -Argelia, Túnez y Mauritania- que no han querido sumarse al tratado, o, por el contrario -y el primer efecto parece más bien este segundo acentuar la pugna entre las dos alianzas hoy existentes lo cual se convertiría en un camino peligroso para la estabilidad y la paz. Un hecho fundamental es que el problema del Sáhara occidental no se resolverá por el hecho de que Libia haya abandonado al Frente Polisario. Ese problema exige necesariamente la concertación entre Marruecos y Argelia, así como seguir la vía del referéndum sobre la autodeterminación, aceptado en principio por Marruecos y exigido reiteradamente por la Organización para la Unidad Africana (OUA) y por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). España ha apoyado tal solución y está interesada, por razones obvias, en que se lleve a cabo. Pero la opinión pública española está sensibilizada por otras vertientes de la cuestión. Sin caer en ningún catastrofismo ni hacer del ,tratado interpretaciones absurdas, como si estuviese dirigido contra España, conviene plantearse algunas preguntas sobre las consecuencias que la unión libio-marroquí puede tener para nuestra política en Africa del Norte. La respuesta del Gobierno de que la política española no cambia resulta insuficiente a fuerza de ser obvia. No se trata de saber si cambia ahora nuestra política; evidentemente, no. La cuestión es si no están apareciendo factores nuevos que pueden llevarnos a situaciones desagradables, incluso difíciles. Si la nueva alianza se inclinase no hacia una política de cooperación, sino hacia mayores tensiones en el Magreh, podríamos encontrarnos con un fortalecimiento del nacionalismo marroquí apoyado desde Trípoli. Tener en cuenta esa posibilidad no exige cambiar de política, pero sí prepararse, precisamente en ese terreno político, para las nuevas eventualidades que se pueden perfilar en un horizonte más o menos lejano.
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