Paquirri no está para músicas
Paquirri rogaba a la banda que se abstuviera de soplar durante sus faenas. Al público le contrarió éste silencio impuesto, si bien algunos espectadores lo agradecían en el alma pues hay que ver cómo sopla la banda de San Sebastián de los Reyes: atacando el Marcial puede dejar sorda a medía plaza. Habida cuenta del riesgo, Paquirri protegía al toro, pues si ya estaba despitorrado cojo, manco y tonto, sólo faltaba que lo dejaran sordo. Además, Paquirri no estaba para músicas¿Cómo se puede torear a un toro sordo?. Las tauromaquias clásicas dictan minuciosos preceptos para la lidia de toros tarados de diversos tipos, pero para los sordos no dicen nada. Tampoco Paquirri habría sentado doctrina ayer pues se le apreciaba una desgana supina que le impedía hacer nada. Lo dicho: que no estaba para músicas. Las de charanga, se entiende, que son las suyas, pues para aquella "música callada del toreo" que intuyó Bergamín, no ha estado nunca Paquirri.
Plaza de San Sebastián de los Reyes
Quinta y última de feria.Tres toros de Sepúlveda y tres de Juan Pedro Domecq. Salvo el tercero, con trapío, escasos de presencia, flojos, manejables, varios sospechosos de pitones. Paquirri. Estocada caída tendida (silencio). Pinchazo, estocada corta tendida y descabello (protestas). Julio Robles. Media estocada caída (oreja). Pinchazo hondo caído y descabello (silencio). Luis Francisco Esplá. Dos pinchazos y estocada caída (silencio). Estocada corta (dos orejas y salida a hombros).
Quien estuvo ayer cerca de la música callada del toreo fue Julio Robles en su primer medio-toro, principalmente en una serie de naturales ligados al de pecho, de calidades extraordinarias. Medio burro el medio-toro, no le valió la conocida estratagema de huir a tablas, pues el artista posee notables recursos técnicos, que utilizó para encelarle. Muchos muletazos variados instrumentó entonces Robles, desde los clásicos a los circulares. Y cuando, cansado de embestir, el medio-toro escapaba de estos, porque su deseo era acogerse al cálido aroma de boñiga que emana de los chiqueros, le pegaba azotes. Bien hecho.
La sospecha de afeitado que latía en el ambiente durante toda la corrida se convirtió en perplejidad cuando apareció el quinto, no por nada, sino porque el público le buscaba los pitones y no los encontraba. Le pincharon, le muleteó Robles. Como si se operan: nadie les hizo ni caso.
El sudoroso gentío, que llenaba hasta reventar los tendidos, apetecía otras emociones, y esas se las dió con creces Luis Francisco Esplá en el tercio de banderillas siguiente. Esplá protagonizó un tercio espectacular, con dos importantes pares, uno a topa carnero, otro de poder a poder. La prontitud y muchos pies del toro encontraron réplica en la valentía y enormes facultades del torero, que armó un verdadero alboroto.
Con la muleta, sin embargo, los entusiasmos disminuyeron, como tantas veces le ocurre. Ya le había sucedido en el tercero. Esplá, que es un lidiador nato, de una torería singular, plantea el último tercio con irreprochable corrección técnica, hasta ejecuta los pases con arreglo a los cánones, pero no añade gusto a la interpretación de las suertes. Le falta, además, ritmo y cadencia, posiblemente porque acelera el último tiempo del muletazo. No obstante, la coronación de su segunda faena fue de categoría y tuvo absorto al público cuando, para cuadrar, cuajó unos extraordinarios ayudados rodilla en tierra y fijaba al toro de lejos con el propósito de estoquearlo en la suerte de recibir.
Le es difícil a Esplá sentir la música callada del toreo, pero como posee grandes dotes de lidiador y torería, ya le llegará. Éste no es torero de temporada, sino de futuro, y hay que darle tiempo.
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