Tecnología de EE UU para construir un 'río' en el desierto
El pasado jueves, los telespectadores norteamericanos pudieron presenciar cómo importantes hombres de negocios de Estados Unidos asistían, en compañía del líder libio, coronel Muamar el Gadafi, a la colocación de la primera piedra de un gigantesco proyecto de conducción de agua que, con capital mayoritariamente norteamericano, Libia ha empezado a construir en el desierto de Benghazi. Por su magnitud, la obra es conocida como la octava maravilla del mundo.El rio artificial, que será terminado en 1989, está valorado en 10.000 millones de dólares (más de un billón y medio de pesetas) y consiste en un gran sistema de tuberías que podrá extraer cerca de 2.000 millones de metros cúbicos de agua al día, caudal que podrá elevarse a 4.000 millones en una segunda fase de explotación de la obra. El agua será extraída, de una profundidad de 50 metros y podrá ser utilizada en sistemas de irrigación en amplias extensiones del desierto para alimentar a grandes cantidades de ganado.
La zona en donde se llevarán a cabo la excavaciones se extiende por una amplia zona del desierto de Benghazi, y, según algunos expertos, el plazo de tiempo durante el que se podrán explotar los conductos puede ser superior a 50 años.
La participación de empresas de Estados Unidos consiste en el asesoramiento técnico y en el envio de maquinaria y equipamientos, desde sus compañías filiales en el Reino Unido, para las tuberías que conducirán el agua.
La Administración norteamericana, que no mantiene contacto diplomáticos con Libia desde 1981 por considerar terroristas a sus gobernantes, ha colaborado de alguna forma con el proyecto al conceder todas las licencias de exportación para llevar a cabo la obra.
Para sufragar los gastos del proyecto, que ha pasado a ser el tema prioritario de la política de Gadafi para los próximos años, Libia ha elevado los impuestos de algunos productos prioritarios, entre ellos el petróleo y el tabaco.
Las compañías norteamericanas implicadas en el proyecto han mandado a Libia asesores de nacionalidad no estadounidense, para no levantar reticencias en la Administración Reagan. Un portavoz de estas empresas ha manifestado que en ningún momento contravenían ninguna disposición del Gobierno norteamericano, puesto que la construcción "se trata de un proyecto humanitario y no de una obra de carácter militar".
Los Gobiernos de Egipto y Sudán, los principales países aliados de Estados Unidos en la zona, han mostrado su inquietud, ya que, según ellos, el proyecto puede significar la creación de una gran extensión de canales subterráneos por debajo de sus territorios.
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