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El relanzamiento del proyecto de una defensa europea persigue objetivos limitados relacionados con la industria armamentista

Andrés Ortega

El 30 de agosto de 1954, la Comunidad Europea de Defensa (CED) moría antes de haber nacido, a manos de la Asamblea de la IV República Francesa. Fue Francia el país que había lanzado la idea cuatro años antes. Y fue Francia también la que la enterró. Con este paso se desvaneció un sueño utópico en muchos aspectos que hasta se Regó a calificar de monstruoso. Treinta años después la idea vuelve a resurgir bajo otras formas más realistas, pero también más limitadas al campo de la producción de armamentos, ya que se parte de la base de que no existe la base política necesaria para una defensa supranacional.

En 1950 Jean Mormet y el ministro francés de Asuntos Exteriores Robert Schuman lanzan el plan para la creación de una Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA), con una importante dimensión supranacional. El año anterior se había firmado el Tratado del Atlántico Norte, al que todavía te falta la O de organización, que no se concretó hasta el inicio, en junio de 1950, de la guerra de Corea. La guerra fría estaba en auge, y así se planteó para los europeos occidentales y para Washington la cuestión del rearme de la parte occidental de Alemania.No fue sólo esto último lo que provocó remolinos políticos en Francia, sino también el temor a una nueva preponderancia alemana en Europa. Parte del fracaso de la CED hay que buscarlo en la cuestión de qué países se iban a beneficiar más de esta operación desde el punto de vista industrial. Todo apuntaba a Alemania.

Fueron Monnet y el ministro de Defensa francés René Pleven (éste había afirmado poco tiempo antes que dimitiría si Alemania se rearmaba) los que en octubre de 1950 concretaron la idea de una Comunidad Europea de Defensa. Unos meses antes, en agosto, el propio Winston Churchill había pedido la creación de un Ejército europeo bajo mando unificado, pero luego Londres sólo se sumó indirectamente al proyecto de la CED.

El Plan Pleven contemplaba la creación de unidades alemanas integradas en el nivel de regimiento, para evitar la formación de divisiones alemanas. El Ejército europeo estaría bajo la autoridad de un ministro europeo de Defensa, en coordinación con los nacionales (Alemania Occidental no dispondría de ministerio de Defensa). Progresivamente, los diversos ejércitos se irían convirtiendo en meros contingentes nacionales de unas fuerzas armadas europeas.

La Asamblea francesa aprobó este plan, en principio, pero tras las elecciones la Asamblea cambió su composición y fue añadiendo condiciones previas al más concreto Proyecto de Tratado de la CED. Tales condiciones reflejaban las contradicciones francesas sobre el tema, que pueden resumirse en un comentario de la Prensa alemana de la época: "Francia quiere un Ejército, alemán que a la vez sea mayor que el soviético y menor que el francés". Tras intentar el primer ministro francés Pierre Mendés France, durante su breve mandato, una fórmula de compromiso para que el proyecto fuera aprobado, el 30 de agosto de 1954, al debatir una cuestión de procedimiento, la Asamblea francesa, por medio de una alianza de gaullistas y comunistas lo rechazó sin discutirlo.

El tratado de la CED fue firmado por los seis (Francia, Italia, RFA, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) en mayo 1951 tras los Acuerdos de Bonn, que permitieron dar a la RFA la soberanía suficiente para participar en la Comunidad Europea de Defensa. En agosto de 1954 ya habían ratificado el Tratado la RFA, Bélgica, Holanda y Luxemburgo. Italia esperaba a que Francia diera antes el paso que nunca llegó.

El tratado instauraba una estrecha cooperación entre la CED y la OTAN. Las fuerzas armadas de la CED estanan bajo el mando del SACEUR (Comandante Supremo Aliado de la OTAN en Europa), norteamericano, lo que le hizo decir a De Gaulle, en tonces en su travesía del desierto, fuera del poder, que se trataba de un ejército europeo bajo control de EE UU.

La idea de un ministro europeo de Defensa recogida en el Plan Pleven había sido suprimida. La CED tenía, sin embargo, una carga supranacional, con una Comisión de nueve rniembros (siguiendo el ejemplo de la de la CECA) para administrar el presupuesto militar, el armamento y las infraestructuras.

La idea en sí parecía viciada desde el primer momento, al carecer la CED de una base política. Hablar de un ejército supranacional (cuestión primordial de soberanía nacional) parecía, como se dijo, poner la carreta antes que los bueyes, pues la Europa política no existía (y sigue sin existir). Además estaba la crisis de Francia, único país que padeció en su seno simultáneamente los tres hechos básicos de la posguerra europea: el enfrentamiento de la guerra fría entre comunismo y anticomunismo (con la expulsión de los comunistas del Gobierno francés), la descolonización (Francia estaba en plena guerra en Vietnam) y las tendencias supranacionales.

Los problemas del rearme alemán son parte de la razón del fracaso. Pero tras la derrota de la CED el británico Anthony Eden lanzó la Unión de Europa Occidental (UEO), justamente para permitir el rearme alemán (bajo un estrecho control de los seis más Londres) y la integración de la RFA en la OTAN, por medio de los Acuerdos de París, firmados el 23 de octubre de 1954 y ratificados con una soprendente rapidez menos de dos meses después. Al año siguiente, la RFA ingresó en la OTAN. Europa quedaba definitivamente -o por un larguísimo tiempo- dividida. Alemania también. Y esto, en buena medida, es lo que buscaban los europeos de una y otra parte. Nadie, salvo los alemanes, habría aceptado -ni aceptaría hoy- la reunificación de Alemania. La UEO, heredera de la anterior Organización de Defensa de la Unión Occidental (nacida del Tratado de Bruselas de 1948), fiie perdiendo cuerpo.

Este resultado se explica por la situación de guerra fría y la prepotencia militar y nuclear mundial de EE UU, que empezaba a ser amenazada. Europa Occidental trataba de afrontar la posguerra y de volver a desarrollar su economía. Para todo ello, se basó en la defensa más barata que pudo encontrar: la garantía del paraguas nuclear -y militar en general- de Estado Unidos.

Ahora vuelve a replantearse la cuestión de una Comunidad Europea de Defensa. Por una parte, la crisis de los euromisiles ha forzado a los Gobiernos europeos a probar ante sus opiniones públicas que algo hacen a nivel europeo por la defensa de Europa. Por otra parte, cada vez se plantean más dudas sobre la efectividad del paraguas norteamericano en la era de la paridad nuclear con la URSS, mientras que a la vez, desde Washington, se multiplican y aceleran las demandas para que Europa Occidental se gaste más dinero en su propia defensa.

Lo que ahora está intentando Europa es aprovechar el desarrollo de las nuevas generaciones de armas. Así, se está desarrollando una componente europea en la OTAN a través del GEIP (Grupo Europeo Independiente de Programas) y se habla del renacer de la UEO, que los ministros de Asuntos Exteriores y de Defensa de los siete países miembros intentarán resucitar en octubre.

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