Otra vez el 'Teledeum'
Hubo una época en que dos obras teatrales, AMDG, de Ramón Pérez de Ayala, y El divino impaciente, de José María Pemán, se enfrentaban como banderas que dividían a los espectadores y a la sociedad entera, y no precisamente por razones literarias. ( ... ) Con aquellas batallas de hace medio siglo, la República se asestó a sí misma un golpe mortal, pero se puede asegurar que tampoco la religión salió beneficiada.No equiparamos aquellas dos obras y este Teledéum, que por donde pasa va dejando un rastro amargo de condenas y enfrentamientos. ( ... ) Por otra parte, la protesta contra dicha obra se está planteando, en general, a nuestro entender, en el terreno que corresponde. Porque lo que verdaderamente está en juego es la aplicación correcta de la libertad de expresión, a la que el mismo artículo de la Constitución que la reconoce pone unos límites que han ignorado deliberadamente los autores de la obra citada.
Se hace hincapié además en que se trata de representaciones protegidas por organismos oficiales, subvencionadas por ellos y apoyadas con la presencia masiva y las declaraciones de sus representantes, lo que puede considerarse contradictorio con el deber que la Constitución impone a los poderes públicos de respetar las creencias religiosas y no emplear el dinero de los contribuyentes para ofender los sentimientos de una gran parte de ese pueblo que paga.
Sería simplemente ridículo suponer a los obispos aterrorizados por la pérdida de la fe religiosa de sus fieles, ¡pobre sería en tal caso esa fe! Pero preocupa que pudiera llegar a crearse en torno a Teledéum algo parecido a lo que hace años se produjo alrededor de las dos obras que hemos empezado citando. ( ... )
Después de esto observaremos que el incidente ha puesto de relieve un hecho lamentable: algunos que presumen de liberales son los que menos saben qué es la libertad. Porque no saben reconocer los límites de la libertad, que son los que al mismo tiempo la dan forma y la definen.
Lo que realmente ha puesto sobre el tapete Teledéum no es una cuestión religiosa (está muy alta la religión para que la manchen ciertas salpicaduras), sino la cuestión de la convivencia nacional, para la que algunos están demostrando que no se encuentran preparados.
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