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Las últimas antiolimpiadas

(...) El ideal es alentador: una competición internacional, cada vez en un lugar diferente, entre atletas aficionados, para decidir quién es el mejor del mundo. Pero ese ideal no se ha respetado en ninguno de los Juegos Olímpicos de los últimos 25 años. La no profesionalidad murió cuando los soviéticos entraron en liza. La universalidad murió con los boicoteos. Los jóvenes que vuelvan a sus hogares con el oro de Los Angeles nunca sabrán si en realidad fueron los mejores.De todos los obstáculos, los más críticos han sido el dinero y la política. El dinero: en teoría, todos los atletas olímpicos son aficionados, pero de hecho no lo son. Y la sutil línea divisoria entre aficionados y profesionales solamente se decanta hacia la corrupción.

Hay mucha hipocresía en los Gobiernos comunistas que abiertamente subvencionan a sus atletas. Pero muchos países que no son comunistas utilizan subsidios recónditos y poco elegantes. Mediante campañas comerciales y regalos directos se meten millones de dólares en los bolsillos de supuestos aficionados. (...)

La política: no hay un medio seguro de evitar los boicoteos, pero la parafernalia patriotera que los estimula puede limitarse. ¿Por qué no se suprimen los desfiles de banderas nacionales, el izar de banderas y los himnos para el ganador? Siempre habrá equipos nacionales en los deportes de equipo, pero ¿por qué no se viste y se trata a los atletas como los distinguidos individuos que son?

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(...) Los Juegos Olímpicos deberían ser una auténtica prueba de excelencia atlética. Aboguemos por que los falsos profesionales y los nacionalismos equívocos se queden en la cuneta.

30 de julio

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