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Preparativos de los Juegos de los Ángeles

Por un puñado de dólares

J. M. S. En un lugar perdido de Estados Unidos, los de su raza, los pieles rojas, levantaron en su honor un monumento. "A James Thorpe, el más extraordinario atleta del mundo y al que más injustamente se le negó la gloria de sus triunfas". Era el pequeño homenaje a un hombre que murió el 28 de marzo de 1953, víctima de un cáncer, gritando: "¡Devolvedme mis medallas!".

Dos meses después de los Juegos de Estocolmo comienza un verdadero calvario para Sendero Luminoso. Convertido en héroe nacional, es el centro de todas las envidias. Un antiguo compañero suyo lo reconoce en una lotografia. Vende la información a un diario y el escándalo estalla. Thorpe es acusado de profesionalismo, de jugar, antes de dedicarse al atletismo, al béisbol, por 70 dólares mensuales. Es llamado a declarar y no lo oculta. Alega que en aquella época, en 1909, no sabía distinguir la diferencia y que necesitaba el dinero para el sustento de su familia.

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El 6 de febrero de 1913 es expulsado de la Amateur Athletic Union, que solicita al Comité Olímpico Internacional (COI) la anulación de todos sus récords, marcas, clasificaciones y medallas obtenidas en los Juegos Olímpicos de Estocolmo. El COI, reunido en Lausana, declara profesional a Thorpe y agradece la "honestidad de los norteamencanos". Su nombre es borrado de las listas de vencedores y debe devolver las medallas. El noruego Ferdinand Bie y el sueco Hugo Weislander son declarados campeones olímpicos. Weislander no acepta la medalla.

Sin recursos, Thorpe vuelve a jugar al béisbol y también al fútbol americano. Se retira a los 42 años y acepta un humilde trabajo de jornalero. Con ocasión de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, en 1932, vaga nostálgico por las cercanías del estadio olimplco. No tiene dinero para comprar una entrada. Es reconocido y logra acomodo en la tribuna de honor, mientras la multitud le aclama. Vuelve a ser actualidad, hasta el punto de que su figura y vida sirven de argumento a la película El gigante del estadio, protagonizada por Burt Lancaster, de la que no recibe ni un céntimo.

Thorpe sólo quiere sus medallas. Todas sus gestiones son infructuosas. El COI se muestra inflexible. Muere sin acariciar sus medallas, que en 1983 le fueron devueltas a su familia. Y todo por un puñado de dólares...

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