_
_
_
_
Reportaje:

Hermam Shultze

El químico alemán considerado el padre de la inmunología, descubridor de la gamma-globulina, vive una vejez plácida, en su retiro de Tenerife

Hermann Shultze nació el último año del siglo pasado en Francfort (Alemania del Oeste) y acaba de cumplir 85 años de edad en Tenerife. Su nombre entró en la historia, al término de la segunda guerra mundial, como el padre de la inmunología. Fue el descubridor de una importante proteína, la gamma-globulina, que constituyó un hito en la historia de la medicina comparable al hallazgo de la penicilina. Desde hace 20 años, el sabio ha encontrado un refugio plácido en la isla canaria.

Hace 20 años, cuando vivía en la ciudad germana de Marburgo, "me sonrió la suerte", afirma. Estaba convencido de que había llegado la hora del retiro porque le obsesionaba la idea de convertirse en un estorbo, "en el profesor viejo que todo lo sabe". Decidió entonces, en compañía de su esposa, Luise, desplegar un mapa y eligió Tenerife para disfrutar su jubilación voluntaria.Se iluminan sus escrutadores ojos al retroceder en el tiempo para hacer recuento de lo que fue su labor científica. El día y la noche le resultaban cortos en aquellos tiempos para su desenfrenada carrera hacia la búsqueda de las proteínas necesarias para combatir enfermedades como el tétanos, la difteria, la poliomielitis, entre otras, que causaban fuertes estragos en el primer tercio de este siglo. Los nazis regían los destinos de su país de origen. La humanidad se había enzarzado en una de las batallas más cruentas de la historia, la segunda guerra mundial. Entretanto, libraba su lucha particular: descubrir la sustancia que impidiera millones de muertes por una simple infección.

El tétanos era el cáncer de la época. "Los nazis insistían en que obtuviéramos cuanto antes el remedio contra las infecciones que diezmaban las fuerzas de nuestro Ejército", recuerda Schultze, aunque no demuestra mucho interés en recordar aquellos días. Las sangrías de los soldados americanos, franceses, británicos, soviéticos y griegos, "nuestros enemigos", indica, fueron la materia base de los trabajos que realizaba en el laboratorio y que le permitieron, al final, obtener 20 anticuerpos que han servido para salvar millones de vidas. "Teníamos establos en los que había hasta 1.000 caballos, porque la mayoría de nuestros estudios había, que hacerlos con suero animal", afirma el químico alemán, que dejó en su empeño las pestañas a lo largo de 40 años de su vida en los microscopios de un laboratorio, en Marburgo, que lleva el nombre del premio Nobel Behring.

Ahora, en su recoleta casa de camino de Farina, en la ciudad universitaria de La Laguna (Tenerife), se divierte con los arrebatos de su perro de raza alemana, Chico, del que dice que "está loco. Ladra sin ton ni son. Está más viejo que yo". Vive en el más absoluto anonimato. Ni siquiera sus escasos vecinos son capaces de identificarle con un químico. Se lamenta de que su jardinero no sea capaz de entablar una conversación intelectual con él, pero le disculpa porque nadie le iguala, dice, cultivando las flores de todo el mundo que embellecen la terraza de su chalé.

Sus amigos y colegas que han viajado desde Alemania Occidental para felicitarle personalmente por los 85 años que ha cumplido estos días le han traído unos regalos de entre los que Shultze prefiere el bastón en cuya empuñadura están grabadas las firmas de sus discípulos. Le entusiasma que los alemanes le recuerden, aunque lleve 20 años ausente de su tierra. "Dejé Alemania del Oeste porque creí que era hora de que la juventud tomara el relevo", y agrega: "Sí, me gusta la juventud, y sobre todo la juventud inteligente".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_