Más de un millón de personas se manifestaron ayer en París contra la reforma de las subvenciones a la escuela privada
La más impresionante manifestación que se ha conocido en la capital francesa, con más de un millón de personas, gritó a lo largo del día de ayer La escuela libre vivirá. Esta movilización sin precedentes fue convocada por los representantes de la escuela privada contra la ley de reforma de las subvenciones que reciben del Estado, se desarrolló sin incidente alguno, presidida por todos los más altos representantes de la Iglesia, de la política y de los diversos sectores de la capital francesa.
El jefe del neogaullismo, Jacques Chirac; el ex presidente Valéry Giscard d'Estaing; el ex primer ministro Raymond Barre; el arzobispo de París, monseñor Lustigier... Todas las figuras más o menos relumbrantes de la política y de la Iglesia, de la ciencia o del arte, desfilaron ayer por las calles de París contra la ley del Gobierno socialista, aprobada recientemente por la asamblea de diputados, y destinada a regir, en lo sucesivo, las relaciones entre la escuela privada y los poderes públicos.Hay que recordar que los dos millones de alumnos de la enseñanza privada -minoría en el sistema escolar francés- pertenecen a establecimientos religiosos en un 93%. La ley vigente aún subvenciona esta enseñanza, pero, desde hace un siglo, el laicismo francés combate la subvención por los poderes públicos.
Politización
Los dirigentes de la enseñanza privada entienden ahora que la nueva ley, a largo plazo, pone en peligro la libertad de enseñanza en Francia, porque, a su entender, desencadena un engranaje que condcirá a la creación de una enseñanza estatal única. El Gobierno socialista cree exactamente lo contrario, y por ello, el propio primer ministro, Pierre Mauroy, denunció la politización de la manifestación de ayer. Según Mauroy, los manifestantes no desfilaron por la libertad de enseñanza, sino contra el poder legal. Lo que puede decirse, de momento, es que la guerra escolar ha estallado una vez más en Francia, y que las consecuencias no son previsibles, aunque cada día abundan más los que tachan de arcaísmo a este enfrentamiento.
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