_
_
_
_
Reportaje:INVERSIONESDEUDA

En busca del Tesoro

La variedad de títulos permite encontrar tipos y amortizaciones para cada necesidad

El fuerte déficit del Estado está obligando a los responsables del Tesoro a buscar dinero hasta debajo de las piedras, lo que se traduce en una continua avalancha de emisiones de títulos públicos a unos tipos de interés muy favorables, a unas amortizaciones para todos los gustos e, incluso en algún caso, con la posibilidad de acogerse a, la desgravación fiscal. Además, la garantía del Estado hace de todas estas emisiones las más seguras del mercado.La frecuencia de emisiones públicas, que coinciden algunas veces tinas con otras en el espacio y en el tiempo, produce cierta confusión entre los inversores potenciales, que deben esforzarse para distinguir sus diferencias y, lo que es más importante, cuál de los títulos en pugna satisface mejor sus necesidades.

La deuda pública del Estado, es decir, aquellos títulos ofrecidos a particulares que cuentan con un interés fijo y un período de amortización determinado, al finalizar el cual su titular recibe el dinero que ha prestado al Estado, se divide en deucla desgravable, pagarés del Tesoro, bonos del Estado y obligaciones del Estado. Dejando aparte los pagarés, que ya han sido analizados (véase EL PAÍS de 13 de mayo de 1984), cada uno de ellos tiene sus características propias que sion básicas a la hora de elegir la que se corresponde mejor con la situación personal del inversor.

Así, la deuda pública a med o plazo se trata del único activo publico cuyos compradores pueden acogerse a la desgravación fiscal del 15% aplicada a las inversiones. Aquí hay que tener en cuenta que, por un lado, el total de las deduc-ciones no puede superar el 30% de la base imponible y que el patrimomio del inversor debe haber aumentado a 31 de diciembre de cada año, respecto al año anterior el importe de la inversión por la que desgrava, como mínimo.

Esta desgravación eleva la rentabilidad de estas emisiones en unos cinco o seis puntos, siempre y cuando el inversor pueda acogerse al 100% de esta desgravación. El nominal de cada título es de 10.00,9 pesetas, el plazo de amortización oscila entre tres y cinco años la elección del comprador) y el interés (emisión de junio de este año) se sitúa en el 13,5%.

Por otra parte, la liquidez de estos títulos en el mercado secundario (Bolsa) es bastante alta, con lo que el inversor puede recuperar su dinero antes de que se cumpla el plazo de amortización (véase cuadro adjunto).

Bonos del Estado

Pero en caso de que el inversor potencial no necesite acogerse a la desgravación (por ejemplo, porque ha cubierto el 30% de su base importible con otras rentas), la deuda a medio plazo no es un activo demasiado interesante, ya que el Estado ofrece otras emisiones con mayor rentabilidad.Este es el caso de los bonos del Estado, que también cuentan con un nominal de 10.000 pesetas, aunque su rentabilidad se eleva al 6%. (que se paga por semestres

vencidos) y un plazo de amortización de tres años (precisamente

este plazo de amortización relativamente corto es el que da el nombre de bonos a estas emisiones, frente a las obligaciones a las que se denomina así cuando el plazo de amortización es superior a los cinco años). Su movimiento en Bolsa es importante, lo que les confiere una alta liquidez. Estas emisiones han tenido buena acogida entre los inversores, con volúmenes de contratación que en 1983 duplicaron a las del año anterior.

Obligaciones a subasta

Las obligaciones del Estado por su parte, son títulos que se distinguen por contar con un plazo de amortización entre cinco y ocho años, a voluntad del inversor. Se caracterizan porque el interés de cada emisión es fijado por los propios inversores mediante una subasta en la que pueden participar todos aquellos que hayan solicitado títulos por una cantidad mínima que se señala previamente.Así ocurrirá el próximo 28 de junio, fecha en que está previsto celebrar la tercera subasta de obligaciones. La petición mínima en este caso es de 500.000 pesetas, un 2% de la cual debe ser ingresada en el momento de realizar la petición.

El mecanismo de la subasta es el siguiente: el inversor indica la cantidad que desea tomar de obligaciones y el interés que quiere recibir a cambio. El Tesoro, a la vista de las ofertas recibidas, fija lo que está dispuesto a pagar de retribución. Todas las ofertas recibidas a ese interés, más aquellas que habían pedido un tipo menor, establecen el interés medio de la emisión.

El inversor que hubiera solicitado un interés superior no tiene la obligación de comprar los títulos. Pero aquellos que hubieran pedido una retribución superior al tipo medio e inferior al máximo obtienen el tipo que hubieran solicitado. En este caso se descuenta del valor nominal de los títulos la cantidad necesaria para conseguir la rentabilidad solicitada. En aquellos casos en que el inversor hubiera solicitado tina retribución igual al interés medio o inferior, se le aplica el tipo medio. Todas estas peticiones, además, se benefician de pagar solamente el 99,5% del valor nominal de los títulos. Esta es, precisamente, una de las ventajas de acudir a la subasta.

A partir de ese momento comienza una segunda fase en la suscripción de las obligaciones del Estado, ya que dos meses después de que se haya fijado el tipo medio de interés, la emisión sale al mercado, momento en que los inversores que hayan acudido a la subasta tendrán que desembolsar el importe de los títulos adjudicados. Aquellos otros inversores que no hayan acudido a la subasta podrán comprar los títulos al tipo medio, pero por su valor nominal de 10.000 pesetas.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_