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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

'Julio César', entre el oratorio y la opera

Cuando Montserrat Caballé cantó de forma emocionante el aria de Cleopatra Piangeró la sorte mía, su voz y su arte alcanzaron la cima; antes, la gran cantante catalana nos dio 1.000 lecciones de cómo, con saber y talento, pueden superarse condiciones desfavorables. Pues es evidente que Montserrat estaba aquejada de algún mal, que sólo la dimensión de su técnica, la multiplicidad de recursos y una conciencia profesional extraordinaria pudieron superar con brillantez. Quizá el público, que sigue la carrera de Caballé hasta en sus menores incidentes, admiró estas dimensiones de auténtica diva, ese dominar al toro difícil hasta lograr una faena definitiva de maestra. Para Montserrat fueron los aplausos más encendidos de una noche dominada por una calidad muy alta en la escena y en la orquesta.El teatro de Händel, todas estas enormes piezas históricas, gira en torno a grandes personajes y acciones, pero carece de auténtica dinamicidad dramática; sus personajes, por muy Julio César que sean, no asumen tipo alguno de pasión, no son protagonistas y más bien parecen limitarse a una vaga ilustración del modelo. Estamos ante la representación como fiesta, a veces sacra, a veces profana, que nos compromete tan poco como un auto de Calderón.

Julio César, ópera de Haym, música de Handel

Dirección escénica: José Luis Alonso. Dirección musical: George A. Albrechi. Intérpretes: Montserrat Caballé, Claire Powell, Raquel Pierotti, Mark Munkittrick, Aurio Tomicich, Oskar Hildebrandt, Pedro Liendo y Enric Serra. Coro titular, dirección, José Perera. Orquesta Sinfónica de Madrid. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 22 de junio.

Ahora bien, el genio musical de Händel -ecléctico, sintético, fiel a la ideología de su tiempo y a la vez renovador de los procedimientos- otorga perdurabilidad a un repertorio operístico progresivamente recuperado a partir de los años veinte y cada vez más autentificado por el trabajo de investigadores e intérpretes especializados. La obra de Händel toda -instrumental, operística, oratorial- se alza como uno de los puntos culminantes de lo barroco entendido tanto como estilo histórico cuanto como como pensamiento estético permanente, por seguir mínimamente las formulaciones de Eugenio d'Ors.

Solución plástica

Ante el problema de tal distanciación entre el teatro de Händel y los modernos conceptos del drama musical (situados para Eugenio Montale en los antípodas), me parece no sólo lícito, sino muy adecuada la solución plástica, más que teatral, dada por José Luis Alonso a la representación de Julio César y que, por cierto, aun en forma mucho más simplificada, coincide bastante con el pensamiento de Falla / Sert para su Atlántida. Incluso el sistema de proyecciones, a veces cinematográficas, esto es, con movimiento, estuvo en- la mente del músico en algún momento de su largo e inacabado trabajo.Aun coincidiendo, en su fondo y en su forma, con sus grandes oratorios, Julio César y otras óperas de Händel nacieron para la representación, ausencia que se advierte en las versiones puramente de concierto. La solución dada ahora -nada de acción, estatismo de los personajes que cantan partitura en mano, colocación de breves agrupaciones de figurantes, alusiones a través de elementos corpóreos, sucesión de proyecciones adecuadas a cada escena, disposición oratorial, de ciertos elementos musicales (órgano a un lado), arpa y violas (de gamba, da braccio), evitaron una falsa teatralidad de romanos y la frialdad de los fracs semiocultos esta vez bajo capas.

En definitiva, José Luis Alonso ha tomado una obra operística / oratorial y la ha llevado a una escena que tiene de lo uno y de lo otro, para situar en primerísimo plano, aquello que Julio César tiene de verdaderamente genial y, por lo mismo, perdurable la música.

Unir voz y orquesta

Factor importantísimo, la colaboración de un director como George Alexander Albrecht (Bremen, 1935), capaz de cohesionar y unificar estilísticamente voz y orquesta, a partir de una visión romántica y glorificante del barroco. Una mezzo excelente, Claire Powell (Devin, Reino Unido, 1954) lució la belleza infinita de su color y la elegancia de su fraseo; Raquel Parroti, en Sexto, demostró unos medios muy ágiles y una teatralidad viva y directa.El Julio César del americano Mark Munkittrick resultó brillante, aunque la potencia y densidad de su voz no están manejadas con demasiada flexibilidad ni siempre es segura la afinación. Aurio Romicich (Ptolomeo), óscar Hildebrandt (Aquiles), Pedro Liendo (Niremo) y Enric Serra (Curio), en sus respectivos y desigualmente importantes papeles, guardaron el nivel medio considerable, cuyas cimas distinguió el público con sus aplausos: la Caballé, la Powell, la Parroti y los directores musical y escénico. Terminó así la temporada oficial de ópera, pródiga en éxitos y, como suele suceder, tocada de alguna desventura.

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