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Miguel de la Fuente

Destrozó su coche en una calle madrileña antes de que se lo llevara la grúa

Amelia Castilla

Miguel de la Fuente, de 32 años, electricista de profesión y persona convencida de que los ciudadanos, además de obligaciones, tienen derechos, destrozó su coche, un Citroën GS de segunda mano, de color rojo, antes de consentir que se lo llevara la grúa. Los policías municipales aportaban una orden de precinto del automóvil, a nombre de la anterior propietaria, que no había pagado multas por valor de 12.500 pesetas. Miguel -que no es un hombre alto, aunque sí fuerte, como lo demuestran sus potentes biceps-, discutió durante dos horas con agentes de la Policía Municipal y de la Policía Nacional y después, armado con un macetero, arremetió contra su propio automóvil y lo dejó convertido en chatarra.

El iracundo conductor estaba comiendo en un bar próximo a su vivienda, situada en el número 9 de la calle de Bordadores, en el distrito Centro, cuando un camarero avisó a los clientes de que la grúa municipal comenzaba a actuar por la zona. Dejó el tenedor sobre el plato y salió a la calle. "Intenté razonar y les dije a los agentes que la orden de precinto iba contra la anterior propietaria. Enseñé los papeles de compra, la transferencia y el nuevo parte de alta de Tráfico, pero no me sirvió de nada. Daba igual que el embargo no fuera contra mí. Sólo querían llevarse el coche", explica De la Fuente.La indignación de Miguel, que se define como un "hombre tranquilo", fue en aumento al escuchar frases como "primero pague y luego reclame" o "las protestas, a Tierno". En un intento por solucionar pacíficamente la situación, pidió a uno de los transeúntes que contemplaba la escena que avisara al 091. Llegó la Policía Nacional y la situación empeoró. "Si hay orden de embargo, que se lo lleven; ya lo denunciará después", dijo el sargento.

De la Fuente se sintió perdido. "Era una cuestión de narices. Me lo quitaban por la cara", afirma sin descomponer la figura lo más mínimo. "Yo aguanto mucho, pero tengo un límite". Repite insistentemente que ni está loco ni es más chulo que nadie, "sólo que al ver que no servía de nada mi razonamiento, me lié a golpes. A los policías no les podía pegar porque se me caía el pelo, así que cogí el coche, saqué la batería, que estaba recién comprada, y lo destrocé". Después dejó que se lo llevaran al garaje de la grúa, en Majadahonda, donde aún permanece.

"Me quedé tan a gusto al convertir el coche en chatarra que creo que lo volvería a repetir una y mil veces", dice. Ahora, De la Fuente ha acudido a una sociedad de ayuda al automovilista para que reclamen la devolución de su automóvil. "No pensaba hacerlo", afirma, "porque el coche ya no vale para nada. Es chatarra". Pero quiere "seguir dando guerra por los ataques que he recibido de Emilio García Horcajo, socialista y teniente de alcalde encargado del área de Circulación, Seguridad y Transportes". El concejal aseguró en el curso de una conferencia de prensa que Miguel de la Fuente está fichado por el Ayuntamiento como uno de los 500 automovilistas madrileños que cometen una infracción diaria.

Hasta que no tenga dinero para comprarse otro vehículo, De la Fuente, que es electricista, se ve obligado a desplazarse a su trabajo en autobús o en metro. Pero no le importa. Todavía sonríe al recordar el estado del automóvil cuando lo subieron a la grúa y el placer que sintió al destrozarlo. Como declaración de principios, este hombre, que está casado y separado dos veces, afirma con convicción que "a mi lo que le pasa es que me fastidian las imposiciones; soy un anarquista".

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