Comisiones Obreras, en la hora del cambio
EL III Congreso Confederal de Comisiones Obreras (CC OO), que inicia hoy en Madrid sus trabajos, se celebra con el trasfondo de las profundas modificaciones de las estrategias sindicales en todo el mundo industrializado. Frente al obrerismo tradicional y a la defensa coyuntural de los intereses inmediatos de los empleados (aumento del poder adquisitivo de los salarios y conservación del puesto de trabajo), las centrales europeas comienzan a diseñar sus reivindicaciones de forma más global y con objetivos a largo plazo. A diferencia de épocas pasadas, la política económica y social de los gobier nos, que administran enormes recursos presupuestarios, y el creciente intervencionismo estatal inciden poderosamente en las decisiones y en los planteamientos de los sindicatos, máxime en una época dominada por las in certidumbres de la crisis económica.No es de extrañar, así, que las centrales incorporen a sus reivindicaciones objetivos tales como la reducción de la jornada laboral (como fórmula hipotética para frenar un paro que se ha convertido en estructural), el amortiguamiento de las negativas consecuencias para el empleo de las nuevas tecnologías, el aumento en cantidad y calidad de las prestaciones sociales, la formación profesional, elúcio y la calidad de vida. Los progresos de los sindicatos en la tarea de sustituir los esquemas simplistas del pasado por reflexiones más elaboradas que tomen en cuenta la complejidad de la realidad también han llegado a España, donde las centrales han logrado, en menos de una década, hacer suyos algunos de los planteamientos y debates que tardaron largo tiempo en abrirse paso en países de democracia consolidada. Es lógico, sin embargo, que el tránsito desde un sindicalismo centrado casi exclusivamente en los aumentos de los salarios reales -característico de la época de expansión y pleno empleo- a un nuevo modelo de relaciones industriales, más adecuado a una etapa de recesión mundial y altas tasas de paro, encuentre firmes resistencias, nacidas tanto de la inercia ideológica como de los intereses corporativos de sectores determinados de la población asalariada.
También CC OO se enfrenta con el dilema de mantener su antigua estrategia sindical, heredera en buena medida de su carácter de movimiento sociopolítico bajo el anterior régimen, o de abordar nuevas formas de actuación, aun a riesgo de chocar con los intereses inmediatos de algunos sectores de la clase trabajadora empleada. Este congreso, el primero que se celebra con el PSOE en el Gobierno, servirá para comprobar hasta qué punto CC OO permanece aferrada a unos planteamiento.s que favorecieron su desarrollo en el pasado pero que pueden deteriorar su implantación social en el futuro. La resistencia a admitir que las cosas han cambiado, tanto en el ámbito político como en la realidad económica, y la tendencia a ignorar que la composición de clase trabajadora ha sufrido una profunda transformación en los últimos años podría llevar al movimiento obrero organizado, del que CC OO constituye una pieza clave, a ser incapaz de recoger las nuevas necesidades y de expresar las nuevas reivindicaciones de los trabajadores en su conjunto.
Dejando a un lado los intentos de las diversas fracciones de la familia comunista para instrumentar al servicio de objetivos partidistas el movinúentel sindical, las corrientes o las sensibilidades que conviven en el seno de CC OO ejemplifican en gran medida esa disyuntiva. Frente a los militantes que añoran todavía un pasado reivindicativo basado en el choque frontal y la movilización constante, otros afiliados tratan de encontrar, desde el interior del propio sindicato, nuevos caminos para la defensa de los trabajadores. El debate no se reduce, por lo demás, a la abstracta contraposición entre movilización y negociación. La negociación, en una concepción moderna del sindicalismo, no implica el abandono de las movilizaciones; pero obliga a los sindicatos a utilizar su capacidad de conflicto con prudencia y a rechazar la tentación de una utilización partidista de intereses sindicales.
El Congreso de CC OO despierta un considerable in'terés en función de sus decisiones sobre las ofertas de concertación social. Con independencia de las responsabilidades que correspondan a cada cuál en el actual desencuentro, no resulta demasiado alentador para las perspectivas de concertación social que el presidente del Gobierno se haya reunido ya con la CEOE y UGT pero no lo haya hecho todavía con una organización que, guste o no, cuenta con fuerza suficiente como para dificultar o impedir el cumplimiento de cualquier acuerdo en el que no esté representada. Pese a todo, sería altamente descable que CC OO realizara el esfuerzo necesario para conseguir un acercamiento que hiciera posible ese amplio pacto que la sociedad española necesita para aumentar los niveles de empleo. Su buena disposición para alcanzar un acuerdo negociado sería, en definitiva, no sólo la demostración de su firme voluntad de defender intereses exclusivamente sindicales -frente a las acusaciones de instrumentación partidista- sino también un requisito para consolidar su implantación entre los trabajadores. De otro modo, CC OO tendría serias dificultades para convencer a los españoles de que no está sacrificando las expectativas de empleo de la población desocupada a la protección de los trabajadores empleados. Como tampoco resultaría fácil de entender que un Gobierno socialista encontrara en un sindicato de influencia comunista mayores resistencias para la negociación que los gobiernos de centro-derecha de la primera etapa de la transición.
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