Un país de principios que pretende crear el 'hombre nuevo'
Salarios de unas 10.000 pesetas al mes, por bajos que sean los alquileres, la electricidad y la calefacción, no dan más que para vivir con gran modestia, con un horizonte de bicicleta, televisor e hijos universitarios si no repiten más que un año. El abanico salarial sólo tiene dos pliegues: nadie puede ganar en Albania más de 20.000 pesetas. Gracias a ese igualitarismo a ultranza, en Albania no se siente la imagen de la miseria que se ve en Turquía, país del que Albania fue colonia hasta hace siete decenios. El año 1938, con tres veces menos producción que Rumania por habitante, Albania estaba económicamente más cerca de Asia que de Europa. Hoy probablemente sea el país de menor producto per cápita del viejo continente, aunque existen buenas perspectivas si la economía se despolitiza en parte.El Banco Mundial, "pulpo del imperio" según Tirana, se las ve y se las desea para estimar el producto nacional bruto de Albania, secreto de Estado albanés. Actualmente la renta per cápita anda por debajo de los 1.500 dólares. "Pero no todo es cantidad, sino también calidad de desarrollo", acota ese ángel de la guarda que acompaña al periodista durante todo su viaje por Albania, presto a disipar cualquier duda sobre la eficiencia del estalinismo económico en el umbral del siglo XXI.
Aseguran que con su red de centrales hidroeléctricas exportan energía a Yugoslavia y Grecia. Además, los campos de petróleo de Fiera y la gigantesca refinería de BaIsh exportan ya oro negro o derivados a varios países, España entre ellos. El año 1938 se producían ocho kilovatios por habitante, y 662 en 1975. La tecnología china sigue presente en centrales hidroeléctricas, altos hornos, maquinaria y camiones. Pero ya los albane ses están construyendo "sin ayuda técnica" su primera central hidroeléctrica, la de Koman. A título de consuelo, el artículo 31 de la pintoresca Constitución albanesa garantiza que los ciudadanos están a salvo de cualquier tipo de impuestos. El artículo 28 prohíbe "la aceptación de créditos de países capitalistas, burgueses y revisionistas". La semana laboral es de 48 horas y hay una media de 13 días de vacaciones al año. Muchos albaneses empiezan su jornada a las seis de la mañana con un vaso de yogur de oveja. A eso de las 6.30 horas se echan a las calles de Tirana bandadas de ciclistas con un niño en el manillar y, a menudo, otro en el sillín. Son los padres que van a dejar a la prole en la guardería. Sólo de ministro para arriba se puede tener coche. A las tres de la tarde la mayoría de los trabajadores industriales salen del trabajo, después de haber comido en la fábrica. La familia, las sociedades de aficionados, el paseo en bicicleta, la tasca o la televisión son los lugares del ocio.
Radio con pantalla
La televisión es en Albania una radio con pantalla para que salga ese locutor que lee teletipos larguísimos. En la sección de reportajes se ven tornos y fresadoras, tractores y camiones. Manos ágiles ordeñan en primer plano una robus ta vaca. De internacional, se critica al "imperialismo americano" por Nicaragua y se pasa luego revista a Afganistán, donde, se dice, "los patriotas luchan contra makinas blinduradas soviéticas".
Se insiste por doquier en que Albania es un país de principios, pero no por ello se deja de hacer diplomacia. El embajador del Estado albanés, que en su Constitución se obliga por el artículo 37 a "apoyar la propaganda atea para inculcar en los hombres la concepción materialista científica del mundo", asiste en Teherán al rezo de los viernes, ceremonia oficial iraní. Teherán bien vale una misa para la Albania interesada en asesoría petrolífera.
Principio garantizado por la Constitución en su artículo 53 es el de la "libertad de expresión, Prensa, organización, reunión y manifestación". Pero ningún diplomático europeo acreditado en Albania tiene amigos albaneses a cuyas casas ir. A EL PAIS no se le facilitó ningún tipo de entrevistas con españoles residentes en Tirana. El estalinismo albanés se siente orgulloso de su dictadura proletaria. Un vistazo a la televisión, las carteleras de espectáculos, la restrictiva ley de Divorcio y la extrema dificultad para salir al extranjero revelan que a un europeo le faltaría libertad en Albania. Pero a este pueblo que hace 40 años tenía un 80% de analfabetos se le dice que aislado del contagio pequefloburgués creará el hombre nuevo, que ni chinos ni soviéticos pudieron lograr. Se le intenta convencer de que es el pueblo elegido por el duende hegeliano-estalinista de la historia para crear el socialismo.
Hoxha sigue inspirando -"nos aconseja", dicen ellos- como si fuera a vivir mil años. Pero todos los albaneses tienen ya los ojos puestos en el delfin, Ramiz Alia, actual presidente de la Asamblea, cargo que ya le confiere la jefatura teórica del Estado. Enver Hoxha cumplirá el 16 de octubre 76 años y a su país le queda por dar el salto de la producción a la productividad. Ramiz Alia es un hombre de Hoxha, de 59 años de edad, que se ha quedado solo junto al líder tras el suicidio de Mehinet Shehu, la liquidación de Kadri Hazbiu y la muerte del fiel Hysni Kapo. El año 1972 criticó a "esos jóvenes que leen libros de Camus y Sartre y discuten de existencialismo" dentro de la ortodoxia de un régimen que prohíbe la religión y prohíbe el existencialismo.
Próximo capítulo: La azarosa historia de un David orgullosamente aislado.
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