El mundo de los protestantes
La crónica aparecida en EL PAÍS del lunes 28 de mayo, enviada por Soledad Gallego-Díaz, con el título Dos misioneros protestantes rivalizan con campañas multitudinarias por evangelizar el Reino Unido, merece algunas reflexiones que confiamos sean acogidas en las páginas de ese "diario independiente".Es notoria la falta de atención que los medios de comunicación en España prestan al "mundo protestante". Incluso cuando hay que hablar de la Reforma, del centenario de Lutero, etcétera, se invita a escribir o a hablar a sacerdotes o teólogos católico-romanos, haciendo un desprecio olímpico de quienes por profesión y convicción podrían mejor que nadie dar cuenta de su fe y de su historia.Llama la atención, pues, que, cuando en las contadas ocasiones en que un acontecer evangélico merece la atención de la Prensa, se presente con una carga de ironía y reticencia tan manifiesta.
Permítasenos, por tanto, hacer algunas puntualizaciones al reportaje en cuestión.
Si ambos, Billy Graham y Luis Palau, son capaces de convertirse en grandes atracciones, cabe preguntarse la razón, el porqué. Evidentemente, no son cantantes ni deportistas famosos, sino dos hombres que han consagrado su vida a compartir el mensaje de Jesucristo a un mundo vacío, en alarmante proceso de descomposición moral.
Conviene decir que los evangélicos se costean ellos mismos la religión que practican, además de impulsar y sostener con el único soporte de sus ofrendas infinidad de instituciones de acción social para indigentes y marginados.
Se habla de "compromiso de seguir a Jesucristo", y se hace con un cierto tono despectivo. ¿Qué significa esto? Pues debe saberse que, como consecuencia del mensaje de Billy Graham, Luis Palau y otros predicadores del Evangelio, hay personas que en Inglaterra, en otras partes del mundo, y también en España, están dando la espalda a la delincuencia; abandonan las drogas; se reconcilian con su esposa o esposo, padres, hijos, etcétera; se reinsertan en la sociedad.Y a eso nosotros lo llamamos conversión, cambio de rumbo en la vida. Y para lograrlo no nos importa renunciar a buena parte de nuestros ingresos en ofrendas de amor a Dios.
Finalmente, en un mundo tan apegado a la materia como es el nuestro, ¿no resulta gratificante que 800.000 personas -como informa Soledad Gallego-Díaz-, al menos, "dejen una tarde el pub o el cómodo salón de su casa para acudir al estadio en el que predican hombres como Billy Graham o Luis Palau? ¿Y no llama la atención que un 10% de esas personas sienta el poder de Dios en sus vidas y decida hacer una pública confesión de fe?
Otros aires correrían en España si los medios de comunicación social no solamente admitieran, sino buscaran con interés, el concurso de plumas y voces que den a conocer esa alternativa espiritual que representa el mundo protestante.
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