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Berlinguer sigue en coma

Berlinger intentó crear una 'tercera vía' al socialismo, tras la ruptura de los comunistas italianos con Moscú

Juan Arias

Enrico Berlinguer, el hombre del eurocomunismo, del compromiso histórico, de la unidad nacional, de la alternativa de izquierdas, de la tercera vía al socialismo y de la ruptura con la Unión Soviética, el que hizo subir al Campidoglio de la Ciudad Eterna (sede de la alcaldía de la capital italiana) al primer alcalde comunista, ha sido siempre una personalidad atípica y paradójica.Un hombre que lo ha sido todo en el más importante partido comunista de Occidente en estos últimos 12 años, y al mismo tiempo un comunista sin historia, porque aterrizó en el gran partido de Palmiro Togliatti sin tener la tradición de militancia de los líderes que después iban a estar bajo sus órdenes, desde Pietro Ingrao a Giorgio Amendola, pasando por Giancarlo Pajetta y tantos otros. Berlinguer, nacido en Sassari en 1922, procedía cuando se afilió al partido, con 21 años, de una de las familias más ricas de Cerdeña y era de formación liberal progresista.

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Una difícil sucesión

Casi un convertido al comunismo obrerista italiano. Por eso Giancarlo Pajetta, apellidado lengua de fuego por la fogosidad de su sarcástico lenguaje político, le había definido una vez como "un aristócrata que se ha instalado en la dirección del partido". Y lo cierto es que empezó a ocupar cargos a una edad completamente inédita para un partido comunista: a los 22 años. Como también llegaría más tarde, "casi niño", a la cumbre del partido: a vicesecretario a los 47 años y a secretario general antes de los 50. Alguien le ha definido como el defensor de las causas perdidas porque todos sus grandes amores, sus proyectos políticos, han ido poco a poco convirtiéndose en agua de borrajas: desde el compromiso histórico y el eurocomunismo a la experiencia de la unidad nacional, y últimamente a la alternativa de izquierdas.

Incluso grandes amigos suyos piensan que el trauma que le produjo el asesinato del presidente chileno Salvador Allende, que le impulsó a formular el compromiso histórico en uno de los momentos más gloriosos de su partido, puede revelarse un día como el error más grave de su política.

Pero al mismo tiempo hay que reconocer que, con Berlinguer, el Partido Comunista de Italia (PCI) ha vivido sus principales triunfos. Basta pensar en 1976, cuando el PCI obtuvo el 34% de los votos y conquistó las principales ciudades de Italia, empezando por los feudos democristianos de Roma y Nápoles.

La historia política de Berlinguer ha sido un alternancia de triunfos y de derrotas. En estos últimos tiempos Berlinguer estaba viviendo uno de los períodos de mayor inmovilismo de su partido. Tras haber sabido atraerse a los intelectuales progresistas del país, los estaba perdiendo a gran velocidad; tras haber sido el punto de referencia de los grandes sindicatos, había experimentado últimamente la amargura de la ruptura de la unidad sindical y el enfrentamiento con Luciano Lama, el gran líder carismático de la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), comunista amendoliano que no ha compartido nunca el enfrentamiento con los socialistas. Tras haber alimentado su pasión por el diálogo con los católicos progresistas, Berlinguer se vio obligado a renegar a su primer amor, el compromiso histórico con la Democracia Cristiana, para emprender el duro camino de la alternativa de izquierdas, que ha acabado siendo impracticable por la nueva línea reformista de los socialistas instalados en el Gobierno.

Batallas laicas

Al mismo tiempo, el PCI debe a Berlinguer, probablemente, su carné de partido democrático, desligado de Moscú, responsable de una buena parte de la política progresista de este país, ya que con Berlinguer el Partido Comunista Italiano ha estado en primera línea en estos años en las grandes batallas laicas del país: contra el terrorismo, la Mafia, la Camorra y la P-2; a favor de las conquistas de los trabajadores, del divorcio y del aborto, y contra todas los intentos de involución autoritaria.Todos reconocen que sin el partido comunista de Berlinguer no se hubiesen aprobado la mayor parte de las leyes más importantes presentadas los últimos años ante el Parlamento. Sin él hoy no estaría en la Presidencia de la República el socialista Sandro Pertiní; sin él no se hubiese visto obligado a dimitir el anterior jefe del Estado, el democristiano Giovanni Leone, implicado en escándalos financieros.Y todo eso Berlinguer lo ha vivido sin protagonismos personales, dentro de la más clásica tradición comunista. Ha sido un hombre impenetrable, increíblemente reservado. En realidad, muy pocos saben algo de de su vida personal y familiar.

Ha sido un trabajador infatigable, pero sin ostentación. A este corresponsal, que se le quejó una vez de no haberle concedido una entrevista le respondió sonriendo: "Es que ya sabe usted que yo soy un perezoso". Y añadió: "Pero debe saber que yo cada mañana pido que me traigan su periódico".

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