La Iglesia y el Estado
Nuestro periódico publicaba ayer amplia información (páginas 5 y 50) sobre "Una Iglesia arraigada", episodio de la serie España, historia inmediata, emitido el domingo. El hecho no es nuevo, no nos sorprende, pero nos preocupa gravemente. En el clima televisivo de agresiones frecuentes al sentimiento religioso compartido por la mayoría de nuestra sociedad no había aparecido hasta ahora un ataque programado tan directo contra la Iglesia católica. En una serie pretendidamente histórica, cualquier espectador pudo descubrir la más burda manipulación de los datos de la Historia y de las declaraciones hechas por personas de buena fe, el primer plano de las acusaciones, la omisión de todo aspecto positivo y, lo que es más grave, la sutil ausencia de cualquier condena -cuando no la justificación- de las expoliaciones, incendios y matanzas, de la violencia de que ha sido víctima la Iglesia. Hasta el señor Reyes Mate calificó de normales las medidas contra las congregaciones religiosas durante la II República.Sólo un error fue reconocido, como funesto, durante el programa, en la política de la República: el ataque frontal de la misma contra la Iglesia. ¿No se está cayendo, en buena parte, en el mismo error? Las frecuentes muestras de agresividad anticlerical y antirreligiosa aparecidas en Televisión y Radio Nacional podrían considerarse un simple reflejo del pluralismo de nuestra sociedad, dentro de una actitud de los directivos de los medios de comunicación del Estado, que pone la tolerancia de toda libertad de expresión muy por encima de los más elementales respetos. Pero programas como éste son algo más. El apoyo oficial a. representaciones burlescas y hasta blasfemas de compañías teatrales como Els Joglars y Els Comediants son algo más. Por no hablar de la inflexibilidad y rapidez en llevar adelante leyes como la de la despenalización del aborto y la LODE,. tan contrarias a la doctrina y a la acción de la Iglesia. ¿Es que sigue siendo la Iglesia, a pesar de su claro afán por el alejamiento del poder político y del humilde reconocimiento de sus errores históricos, el gran enemigo de fondo a batir por la ideología en el poder? Para algunos -¿muchos o pocos?- hombres en el poder, ¿resulta la Iglesia un escollo tan peligroso, aun que en niveles distintos, quizá como el propio terrorismo? La sospecha, con ser tan grave, no deja de aflorar. Naturalmente todo esto se desmiente de forma pública y oficial. Se hace apología por parte del Gobierno de actitudes abiertas, dialogantes, de buenas relaciones con la Iglesia Incluso se llegó a afirmar, en un cena sorprendente por el discurso pronunciado, tras ella, el 30 d marzo pasado, en la Embajada española ante la Santa Sede, por el actual ministro de Justicia, que "en todo momento se ha tratado de conjugar el máximo respeto por parte de los medios de comu nicación del Estado, hacia la creencias e ideologías de los ciu dadanos españoles con la liber tad de expresión y el pluralismo ideológico". Desgraciadamente esto no ha sido así en fechas anteriores a ese discurso, y lo e aún menos después de acciones tan lamentables como el programa televisivo del domingo. La credibilidad de las palabras exige coherencia en los hechos. Exige responsabilidad a quienes tienen la última decisión en los medios de comunicación del Estado. Exige una rectificación en el mal rumbo emprendido, para que la grave sospecha apuntada no se convierta dersgraciadamente, en certeza. , 23 de mayo.
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