Alberto Iniesta,
obispo auxiliar de Madrid, ha demostrado que los ajetreos de la vida moderna no perdonan siquiera a los pastores de almas. Víctima de estrés depresivo, el vicario se ha ido a descansar unos meses al monasterio de Poblet, tras despedirse diciendo que le "ha visitado la enfermedad, la oscuridad y el sentimiento de impotencia".
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