Pastor, puerto de mar para Vallecas
Felipe II no mandó sus naves a luchar contra las tempestades, y en la batalla perdió barcos, armada e invencible. Luis Pastor tampoco hace sus canciones para doblegar tormentas, y no obstante venció en la lucha, a pesar de la lluvia ininterrumpida que obligó a retrasar una hora su intervención en el recital. Una lluvia que empapó a todos y a todo, cantante, músicos, público y equipo, que creó un ambiente de nervios, inseguridad e incomodidad, que condicionó los primeros minutos de su actuación, que sólo consiguió remontar a fuerza de coraje y comunicación.Dentro del proceso de crisis, evolución y maduración que ha sufrido la canción de autor española en los últimos, años, el caso de Luis Pastor es plenamente significativo. Su obra, que fue una de las más representativas de los años de la transición, estuvo a punto de naufragar en la marejada del desencanto. Sin embargo, ahora es cuando ha encontrado su camino, que no es una renuncia a nada de lo pasado, sino una depuración y concreción de una línea conductora que asume sus raíces populares, sin quedarse anclado en formas estéticas caducas, sino creando un universo sonoro perfectamente propio e identificable, apoyado en el trabajo de un grupo excelente que ha sabido dar sustancia a sus canciones antiguas y recientes.
Luis Pastor
Fiestas de San Isidro. Las Vistillas, 14 de mayo.
Pese a la lluvia, todo eso quedó patente en su actuación, que cuajó con fuerza en el público y que encontró su mejor expresión cuando en el segundo bis cantó, en total identificación público-cantante, su Puerto de mar para Vallecas.
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