Del paro al ocio

Después de leer la carta de Eduardo Molina publicada en EL PAÍS, con fecha de 2 de mayo de 1984, y a propósito del libro de L. Racionero, no puedo por menos que aportar mi granito de arena a un problema que, de no solventarse, conllevará, a buen seguro, gravísimos problemas a escala mundial, y a nuestro peculiar país en particular, y todo ello, en un plazo no muy lejano. Sí; soy uno de tantos cientos de miles de españoles que no han accedido a su primer empleo porque, simplemente, no he tenido esa opción. También soy de los que leyeron con avidez ese estupendo ensayo de Racionero, Del paro al ocio. Lo único que falta es que lo lean también nuestros dirigentes (luego se extrañan del abstencionismo electoral) y eripecemos a encauzar nuestra sociedad por ese camino, aunque mucho me temo que, y a pesar del carácter de utopía abstracta, muchos españolitos (y no sólo ellos) de a pie no quieran bajarse del burro y la clase empresarial (y no sólo ella) siga viendo la crisis -como apunta con certeza Racionero en su libro- desde una óptica decimonónica. Sí, es simple el proyecto, pero difícil de poner en marcha. Al menos espero que, si estas líneas pasan a ser letra impresa, alguien se interese por el libro de Racionero; algo habremos adelantado: que alguien lea esa utopía que desemos. /