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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El calendario de la CEE

LAS ADVERTENCIAS del presidente del Gobierno y del secretario de Estado en el sentido de que España no va a aceptar una adhesión precipitada a la Europa de los diez si ello supone hacerlo en condiciones lesivas para los intereses nacionales, han vuelto a poner en candelero no sólo el problema de las fechas en las que se pondrá fin a esa negociación, sino, sobre todo, el de las condiciones en que tan ansiada adhesión se producirá.Este endurecimiento, siquiera verbal, de la postura española responde a un retraso de hecho en el calendario planteado por la presidencia francesa y se dibuja como una táctica del Gobierno español para protegerse de los efectos que podría tener, en la política interior, un retraso significativo en ese calendario negociador. Porque no es descabellado pensar que la estrategia de la CEE pueda ser la de ir dejando para el final de la negociación los capítulos importantes -agricultura y pesca-, para recortar el margen de maniobra de unos negociadores españoles presionados por el tiempo. En este sentido, el calendario previsto para finalizar las riégociaciones, anhelado anteriormente por el Gobierno español, podría convertirse en una verdadera trampa.

En enero de 1983, Manuel Marín, secretario de Estado para las Relaciones con la CEE, ya declaraba en Bruselas: "No caeremos en la trampa de la fecha". La trampa de la fecha es, sin embargo, una de las cuestiones en torno a la que han girado los acontecimientos de la negociación España-CEE. Véase si no: en junio de 1983, España presiona para que de la cumbre de Stuttgart salga una fecha de adhesión. Fracasó porque Francia, se negó. En diciembre de 1983, en la cumbre de Atenas, se concreta el 30 de septiembre de 1984 para que finalicen las negociaciones, fecha que no se adopta normalmente al no haber comunicado final. Lo mismo ocurre en la cumbre de Bruselas de marzo de 1984. Algunos periodistas españoles presentes en la cumbre de Atenas ya interpretaron la fijación de una fecha límite como una maniobra para forzar a España a aceptar tesis inaceptables dada la urgencia negociadora. Tanto es así que François Mitterrand llegó a proponer la fecha del 30 de junio de 1984. La tarde anterior al fracaso de la cumbre de Bruselas había dos documentos españoles sobre la mesa para entregar a la CEE como respuesta a su declaración sobre el capítulo agrícola. El documento preparado por el equipo del Palacio de la Trinidad, sede de la Secretaría de Estado desempeñada por Manuel Marín, se acercaba sustancialmente a las tesis comunitarias. Sin embargo, en el último momento triunfó la tesis del Ministerio de Agricultura, y su documento, mucho más exigente y duro, fue el que se presentó, con algunos matices. Ahora hay quien se pregunta si no reside en esta decisión uno de los escollos que se levantan para cumplir el calendario que preveía acabar las negociaciones el 30 de septiembre.

Si bien se núra esta es, o será, una negociación de España con 10 Estados miembros de la CEE y una Comisión Europea, pero también se perfila otra entre los propios ministerios españoles. La batalla entre los ministerios generales y políticos -principalmente Asuntos Exteriores y la Trinidad-, dispuestos a ceder más en el empeño por conseguir la integración, y los ministerios técnicos (Agricultura, Industria y otros), que no quieren ceder tanto ni, sobre todo, tan rápido, es patente. Pero en cualquier caso las sesiones maratonianas de negociación, que ahora Marín rechaza, son el sistema de verdadero funcionamiento de la CEE. Y si se quiere un acuerdo que respete los principios de "equilibrio, progresividad y reciprocidad" será inevitable negociar a la vez las grandes líneas del período de transición para la agricultura, la pesca, el desarme industrial y la libre circulación de los trabajadores". La maratán estaba prevista para junio. Ahora habrá que retrasarla.

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