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Reportaje:

Del calcetín a los bonos de caja

La erosión monetaria y las largas manos del fisco aconsejan invertir bien los ahorros

En una época de inflación como la actual, y en unos momentos en que el fisco hace ya tiempo que ha dejado de ser una cosa de broma, cualquier persona se ha encontrado ante una cruda realidad: mantener los ahorros parados supone una doble pérdida de dinero. Por una parte, la erosión producida por el incremento del coste de la vida, que ha aumentado en una media del 14,28% anual en los últimos cinco años y que supone que el poder adquisitivo de una peseta en 1979 se ha reducido, en 1984, a 57,9 céntimos. Por otra, el no emplear el ahorro en inversiones que permiten acogerse a las desgravaciones previstas por la legislación fiscal significa pagar a Hacienda más dinero que el estrictamente necesario.La época de mantener los ahorros en el calcetín ya pasó hace muchos años, y ni los más viejos del lugar habrán tenido la posibilidad de poner en práctica tan rupestre procedimiento para asegurar su ahorro. El calcetín que estuvo asegurando el excedente familiar en la posguerra, el depósito bancario a plazo, perdió casi todo su interés al ser superados los intereses devengados por un inflación galopante, a pesar de la liberalización de tipos plasmada después del cambio democrático. Muchos ahorradores tuvieron que hacer frente a una dura realidad: a pesar de que la liberalización elevó los tipos de interés, los depósitos bancarios no pagan la inflación.

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Pero sacar el dinero del calcetín, ponerlo a trabajar en beneficio de su poseedor, no deja de ser un riesgo, aunque quizá menos importante que el esperar a que un buen día el caco de turno entre por la puerta y arrample con los preciados ahorros. Los expertos no se cansan de señalar que en toda inversión es necesario analizar y valorar tres factores esenciales: la rentabilidad, la seguridad y la liquidez.

Seguidad 'versus' rentabilidad

La rentabilidad, en primer lugar, señala la retribución que se va a obtener al emplear el dinero en determinada inversión, lo que se va a ganar si se cumplen las previsiones. La seguridad es, precisamente, el grado de confianza que puede ofrecer la inversión concreta a la hora de que se cumplan esas expectativas de ganancia. La liquidez, finalmente, indica la facilidad con que es posible desprenderse de esa inversión y convertirla nuevamente en dinero líquido.Ésas son las tres claves del éxito, aunque uno de los más conocidos expertos españoles en la materia, Mariano Rabadán, añade una cuarta condición: la volatilidad, y que define como el comportamiento más o menos próximo a la media de comportamiento general de un mercado o sector por parte de un título concreto, lo que, consiguientemente, implica riesgo y mayores posibilidades de ganancia.

Cualquier inversión supone unas tensiones entre estos factores. De manera, que aquella que cuenta con un mayor grado de rentabilidad frecuentemente es la que es menos segura. Y la más segura, por su parte, puede tener graves problemas de liquidez., Como ejemplo del primer caso podría hablarse de cualquier inversión en venture capital (aquellas inversiones en empresas pequeñas y de alta tecno.logía, que suponen un alto grado de riesgo), cuyo capital necesita esperar elevadas tasas de rentabilidad para entrar en ellas. Como ejemplo del segundo caso podría hablarse de cuadros de pintores consagrados, que, aunque su cotización en el inercado sea muy alta, puede ser una tarea casi imposible venderlos en un momento determinado, por falta de compradores.

Cada inversor, por consiguiente, debe elegir en un momento determinado si prefiere mayor retribución por su dinero o menos ganancias y mayor seguridad. Incluso analizar hasta qué grado le conviene perder rentabilidad en aras de una mayor liquidez.

Volviendo a los expertos, otro de sus lugares comunes es aconsejar a los potenciales inversores que no dirijan todos sus ahorros hacia una sola fórmula inversora. Un equilibrio entre unas posibilidades y otras parece lo más prudente, ya que así dismuyen los riesgos de haber apostado mal. Afortunadamente, el panorama inversor español se ha ampliado considerablemente en estos últimos años y existen oportunidades para todos los gustos y bolsillos.

Prácticamente, la mayor parte de las inversiones se dirigen hacia los activos financieros, donde los pagarés del Tesoro se han convertido en reyes absolutos. El inversor español busca la seguridad ante todo, y está claro que el Estado -a través de la deuda o los bonos- es quien puede ofrecer una garantía total.

La renta variable, las acciones, continúan siendo el paraíso de los más arriesgados inversores, aunque su seguimiento exige bastante atención e información. Después de la crisis que ha atravesado la bolsa en los últimos 10 años, con pérdidas en términos nominales del 70% (y que ascienden al 90% en términos reales), muchos inversores se apartaron de este movedizo mercado, pero la tendencia actual es positiva.

Frente a estas oportunidades, el resto de los campos de inversión resultan muy raquíticos o poco atractivos, cuando naestán vedados a los ahorradores españoles. Éste es el caso del euromercado, la compra de divisas, la inversión en bolsas extranjeras, la especulación con mater ¡as primas o el acaparamiento de oro.

Frente a este grupo de frutos prohibidos, otras alternativas reales para el inversor español, como el arte, las antigüedades, la filatelia o la numismática, no dejan de ser más excusa para lograr buenas colecciones que fórmulas eficaces de inversión. Pero, en principio, no hay que desechar nada. Porque el dinero, si se sabe buscar, está incluso debajo de las piedras.

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