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Teresa Rivero, dos hijos y un sobrino visitaron ayer en la de Francfort a José María Ruiz-Mateos

La familia de José María Ruiz-Mateos -su esposa, Teresa Rivero, un hijo, una hija y su sobrino, Alfonso Barón Rivero- visitaron ayer por la mañana durante una hora y 45 minutos al empresario preso en la cárcel de Preugensheim, en Francfort (República Federal de Alemania), donde espera la resolución sobre la demanda de extradición. Los familiares de Ruiz-Mateos reaccionaron con muestras de desagrado ante la presencia de los enviados especiales de EL PAÍS y no pronunciaron ni una sola palabra a este periódico. A las 10.45 horas, el sobrino de Ruiz-Mateos salió de la cárcel, subió al coche, giró en la explanada de acceso a la prisión, recogió en la misma puerta al resto de la familia y arrancó a toda velocidad hacia el centro de Francfort, al mismo tiempo que las ruedas rechinaban en el asfalto mojado por la persistente lluvia.

Desde las 7.30 horas esperaba un padre a la puerta de la cárcel de Preugensheim para recibir el número uno de los visitantes del día y poder ver media hora a su hijo. Luego fue un goteo de familiares y amigos de presos: un matrimonio mayor con pasaportes de Estados Unidos, un chico español, estudiante de Química y futbolista juvenil, que venía a ver a su amigo italiano, encarcelado por tentativa de estafa, y una chicajoven, que traía una foto de un niño de pocos meses. Otra mujer joven venía con un perro chauchau, que, "por desgracia no puede pasar a ver a mi marido, que está condenado a 10 años por atraco, por la simple palabra de un testigo, al que esos jueces llamados independientes dieron más crédito que a nuestros testigos de descargo".Un momento antes de las 7.45 horas, embocó la explanada de entrada de la cárcel un coche marca BMW, que dio una vuelta completa y aparcó a unos 40 metros del recinto de registro de visitantes.

Del coche descendiéron la esposa de Ruiz-Mateos, con cazadora de ante gris; Barón Rivero, con un traje de ojo de perdiz, y un hijo y una hija del empresario encarcelado, dos jóvenes con aspecto de chicos de buena familia española. Teresa Rivero se escondió detrás de su sobrino, al advertir la presencia del fotógrafo de EL PAÍS y antes de entrar en la cárcel se cubrió la cabeza con la chaqueta de ante para taparse de la lluvia, o tal vez evitar las fotos.

Guardar cola

Los familiares de Ruiz-Mateos estuvieron un cuarto de hora a la cola de visitantes, hasta que les llegó su turno. Barón, con un alemán vacilante y entrecortado, explicó que venían cuatro visitantes y presentó un permiso de visita para cada uno, fechado el 30 de abril.

Poco antes de la llegada de la familia de Ruiz-Mateos, el director de la cárcel, Ernst Klüssener, había entrado en el pabellón de visitas y lo abandonó antes de que llegase el BMW de color gris metálico, matrícula de Francfort F-AR-691, en que llegaron los visitantes del empresario encarcelado.

Los cuatro familiares de RuizMateos presentaron pasaportes españoles, el de Barón, expedido en el Consulado General de Espaila en Francfort, y entraron directamente al recinto de visitas, sin pasar por la sala de espera, donde los otros visitantes de presos esperaban que se llamase su número de turno. La familia de Ruiz-Mateos recibió el número 15 y pasaron de uno en uno por el torno giratorio de entrada. Dentro del pabellón les esperaba un sistema de control similar al de los aeropuertos, con paso por un arco que detecta los metales.

Otros visitantes comentaron a este periódico que normalmente sólo se permite la visita de tres personas. El chico español que visitaba a su amigo italiano explicó que vio durante la media hora de estancia en la,cárcel,a la hija de Ruiz-Mateos que esperaba en el pasillo, mientras los otros familiares estaban encerrados en el pequeño cuarto destinado a las entrevistas con el preso. Los familiares de Ruiz-Mateos no llevaban ningún paquete y sus hijos rechazaron, con gesto displicente y agresivo, todos los intentos de contacto del enviado de EL PAÍS.

El BMW en que llegó la familia del preso fue comprado en Francfort, tenía ayer 40.186 kiló metros y llevaba colgada una eti queta de haber sido revisado en BMW Española. En el asiento trasero había tres periódicos es pañoles -ABC, Pueblo y EL PAÍS- del 1 de mayo, Prensa que puede adquirirse en la esta ción de Francfort. También den tro del coche una nota daba constancia de una llamada tele fónica: "El abogado alemán irá a las once", sin especificar ninguna fecha. En la parte trasera del BMW había también un pros pecto de radios de la marca Grundig, un portarretratos vuelto boca aba o y en el salpicadero delantero una cajita plateada como para llevar medicinas sueltas.

A toda velocidad

Llovió ayer en Preugensheim, suave pero sin parar, desde la llegada de la familia de Ruiz-Mateos hasta el momento en que abandonaron las dependencias carcelarias. La señora con el chau-chau le paseaba por la explanada; algunas visitantes con aspecto de profesionales del amor se indignaban en la cola y criticaban con tonos airados a los funcionarios de prisiones. Desde el interior de la cárcel llegaban los gritos de los presos, con un sonido que tenía reminiscencias de patio de colegio en horas de recreo. La madre del chico italiano se secó una vez más las lágrimas, antes de entrar. Eran los visitantes con el número 13. Poco después, a las 10.45 horas, salió Barón Rivero y cruzó la explanada, al mismo tiempo que con una mano intentaba taparse la cara ante el acoso de un fotógrafo. El sobrino del preso aproximó el BMW a la puerta del pabellón de visitas, de donde salieron Teresa Rivero, que se sentó delante, y sus dos hijos. El BMW partió a toda velocidad, tras dejar parte de la goma de los neumáticos sobre el pavimento.

Un 'pez gordo'

El chico preso - italiano, todavía preventivo en espera de proceso, comentó a sus visitantes que tenía noticias de la presencia en la cárcel de un pez gordo, pero todavía no le había visto en el comedor. Según fuentes dignas de crédito, Ruiz-Mateos estuvo encarcelado con dos delincuentes comunes los dos primeros días de prisión, pero luego pasó a una celda individual de ocho metros cuadrados. El visitante de uno de los presos explicó que las celdas individuales son mucho mejores, "porque en las otras ni siquiera está separado el retrete por una cortinilla y los presos tienen que usarlo en presencia de sus compañeros de celda".

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