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Reportaje:

Un nuevo estilo de morir

El 'tanatorio' La Siempreviva, de Alicante, un hotel de cinco estrellas para difuntos

El tanatorio español. más moderno y flamante de Europa (inaugurado a finales de marzo) se alza a un tiro de piedra del camposanto alicantino, junto a la carretera de Madrid, que es, como todas las carreteras, una especie de cementerio incivil de automóviles. El sitio pues, parece maravilloso.Este lujoso hotel para "seres inanimados" fue construido sobre el solar de una fracasada fábrica de turrón. La almendra da para poco. Es cara y no abunda. Pero la cáscara humana jamás va a faltar como materia prima para un negocio al estilo de California. Y ya se sabe que en California no hay muertos. Hay cadáveres.

"Yo nunca había trabajado con cadáveres", dice la recepcionista de ojos azules, María León, 20 años, "pero creo que cuando lleve un poco de tiempo aquí ya me habré acostumbrado al ambiente de La Siempreviva".

El presidente de La Siempreviva, Antonio Berenguer Marco, lo es también de Ambulancias Auto Sport. "Yo le doy servicio a la Seguridad Social, y ahora, con esto, uno el sanatorio y el tanatorio, en beneficio del público". Su inversión de 100 millones de pesetas parece asegurada. "La gente muere más y más en clínicas, y menos en el domicilio, y en las clínicas son muy deprimentes los velatorios: te bajan al familiar al frigorífico y de allí se llevan al finado al cementerio", explica Berenguer.

Y eso ya no va con los gustos modernos. Como tampoco encaja el féretro en el piso o en el apartamento diminuto. Y no digamos en el caso de los muchos extranjeros, turistas o residentes, que dicen adiós a la vida en esta parte del mundo. "Pensando en todo eso hemos abierto nuestras puertas en este edificio de 3.000 metros cuadrados, al que sólo le falta crematorio", añade el director técnico de lo fúnebre, José Miguel Vaca, de 32 años.

Precisamente ahora llega un grupo de alemanes abrasados de sol y escocidos de trámites administrativos. Han perdido a un pariente, y mientras el finado ingresa por una puerta lateral, ellos lo hacen por otra. La señorita León les atiende: "Es la vida, tranquilos, vengan conmigo al bar, unas cervezas, un pinchito y deciden sobre catálogo de La Siempreviva.

Sobre su camilla de acero, pegado a la cámara frigorífica y en espera de preparación, el finado yace mostrando el rostro a Daniel Delgado, empleado en la sucursal de Benidorm, que comenta: "Aquí se cuida mucho al muerto, se le prepara bien, se le afeita y se le maquilla y se le puede embalsamar y vestir como gusten. Hay, todos los servicios, incluida autopsia".

La decoración es del estilo aeropuerto -mármol, espacios amplios y algún mural simbólico hacia el firmamento-, con especial cuidado en los cuadros que cuelgan de las paredes enteladas. Todos representan escenas de niebla, difuminadas y adormecedoras. "La decoración es fundamental", explica el director, Vaca, "de modo que los clientes se sientan en sus respectivas salas como en auténticas suites VIP".

"Como en familia"

Estas salas cuestan 25.000 pesetas al día, pero la tarifa incluye desde el traslado del difunto de la clínica al tanatorio hasta el afeitado, si es hombre, o el maquillaje exquisito si es mujer.

Las salas, cada una con su doble cortinaje, que permite ver o no al finado detrás de una vidriera, disponen de 16 asientos, teléfono, servicio de cafetería, aire acondicionado y mesa circular para comer, jugar a las cartas o tomarse un trago "como en familia".

"Por la noche mantenemos todos los servicios", asegura el director, "y si el cliente convierte el velatorio en dormitorio -los sofá son como camas-, no hay nada que objetar".

Una señora de un pueblo cercano a la ciudad dice: "La ventaja de traer al muerto aquí es que luego no recuerdas el féretro dentro de tu casa, y los niños tampoco guardan esa angustiosa impresión". Un hombre, que solloza en silencio por el pasillo, confiesa: "Aquí te sientes talmente como en una clínica, protegido, y hasta dejas de creer que el fallecido haya fallecido realmente".

Previsión de futuro

Semejante sensación de irrealidad forma parte del espíritu y la filosofía de estos tanatorios. "Pensamos que dentro de unos pocos años ni siquiera pasarán los familiares un día entero aquí; harán como en otros países, donde se viene a ver por última vez al ser querido unos minutos y se van a casa".

Tal es la previsión de futuro de La Siempreviva que algunas suites se comunican entre sí, "a fin de globalizar situaciones cuando la demanda cambie y meter a varios cadáveres juntos", añade el señor Vaca.

¿Y añadir, al otro lado de la aséptica capilla con techo de aluminio un auto-tanatorio? ¿No sería ésa una excelente idea? "En efecto, la carretera pasa muy cerca, y si tuviéramos la mentalidad californiana, ese servicio habría que darlo, como lo dan algunos bancos; pero pensar en eso es prematuro".

La dirección del más reciente tanatorio hispano lamenta no haber recibido autorización oficial para instalar su propio crematorio: "No hay crematorio en Alicante, y cuando los clientes quieren ese servicio, tenemos que llevar al difunto por carretera a Madrid, incinerar allí y traer luego las cenizas en la arqueta reglamentaria". Estos gastos extraordinarios se suprimirían con horno propio en La Siempreviva. "A los extranjeros no les cabe en la cabeza que haya que ir a Madrid para una operación tan simple", informa la misma dirección. Y un holandés, necesitado de auxilios tanatológicos, comenta: "Esto es como construir un aeropuerto y no ponerle pista de despegue".

La otra funeraria de Alicante, La Santa Faz, reserva su opinión ante estos nuevos y revolucionarios sistemas, pero son muchos los alicantinos que, consultados en la hermosa Explanada, aprueban esta derivación del negocio funerario.

Mostrando un plato de inertes gambas cocidas, un camarero de La Goleta es rotundo: "En Alicante necesitábamos una cosa así, instalaciónes de tipo internacional, algo que no tiene Valencia y que no nos podrán quitar como el barco a Palma".

Pero un viejo sagaz, escéptico, todavía levantino visceral, se remueve en el banco del parque antes de responder: "¿Sabe lo que le digo? Que prefiero que me llevan a la ermita y me metan debajo de un almendro, que mal no le haré".

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