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Dioses lares

Manuel Vicent

Mientras aquellos progenitores plantaban un chopo tul ilusión en la parcela de la sierra, lavaban el primer Seat con agua mineral sin gas, entronizaban en la sala un televisor de 24 pulgadas con caudillo incorporado y compraban abrelatas con un motor de dos caballos, los Beatles cantaban baladas a los dorados piojos, en los cubos de basura resplandecían las joyas del neocapitalismo y los hijos menores de edad se fugaban de casa hacia el sur a bordo del propio dedo pulgar que habían puesto en la cuneta. Cada mañana aparecían múltiples lechos de adolescente revueltos y vacíos. Durante esa época de esplendor en los vertederos entre la juventud estaba de moda largarse del sagrado hogar y no había quien la parara. Los padres de ahora, que tal vez un día fueron fugitivos con macuto y guitarra, son tan inaguantables como aquellos que regaban los geranios de la parcela, pero hoy sus hijos ya no les abandonan. Es más. Los padres de ahora se ven condenados a tenerlos encima hasta la muerte. Las parejas modernas se separan con gran facilidad, en cambio sus vástagos se quedan atornillados junto al plato caliente y gratuito.-¿Por qué no te vas de una vez?

-¿A dónde?

-No sé. Al sur.

-Por muy lejos que me vaya nunca encontraré un hotel tan bueno como éste.

Los dioses lares estaban encargados de mantener el vínculo de la familia en torno al fuego de la chimenea. En este tiempo de crisis su sagrario es el frigorífico, y ellos también hierven dentro de la olla. El sur ya no existe. Ahora se puede contemplar el risueño espectáculo de unos progenitores divorciados que mantienen a sus dulces criaturas hasta el filo de los 40 años y aun más allá. Los jóvenes de noche se van a un concierto salvaje, pero a la hora del desayuno están ya en casa. Desaparecen durante el día, aunque se dejan caer en el momento ineludible de las tres comidas con una cadencia matemática. Los descendientes se debaten entre la rebeldía y el hervido, entre la libertad total y el horario de medio pensionista.

-Hijo, eres muy mayor. ¿Por qué no te largas ya?

-Porque no me da la gana.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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