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Tribuna
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El campo

Lo malo que sucede con el sector agrícola es que pocas personas de la ciudad lo entienden y es, en último extremo, muy desoladora esta ignorancia.Acusados los habitantes metropolitanos de no mostrarse lo bastante solidarios con los problemas agropecuarios, puede decirse que han venido sufriendo mucho a propósito de las sequías. La situación en la gran mayoría de las ciudades era normal. El agua fluía abundantemente en los pisos, pero todos llevábamos dentro la angustia de la escasez. Incluso temimos que una vuelta al grifo más, una irresponsable demora en la ducha, un vaso derramado, pudieran ser actos áltamente culpables. De hecho ¿quién nos aseguraba que estos y otros desperdicios no estaban arruinando la producción agraria?

El agro español, el estado de sus hombresjunto a las injusticias de las que son constantemente víctimas, se ha proyectado como una sombra sobre los habitantes de la ciudad. Actualmente, cada mañana que uno sale a la calle y siente en el cuerpo alguna delectación provocada por el buen día que hace, ha de entrar inmediatamente en la consideración de si este buen tiempo lo será también para los agricultores. De no ser así, ¿cómo seguir gozando? Sería preciso tener un corazón de pedernal para alabar ese clima a sabiendas de que está siendo el verdugo de los campesinos. Se le encoge a tino el ánimo con pensamientos así.

Adoramos los productos agrícolas, amamos al campo. Deseamos todo el bien para sus pobladores tras haber comprendido nuestra incapacidad para ser felices si ellos van a tener problemas con las cosechas. Dada esta lealtad, pues, no sería imprudente difundir, algunos de los hoy misteriosos procesos que determinan los cultivos. De otro modo, como es el caso presente, se da pie a una enorme confusión. Desde luego que ha de existir una razón que haga coherente la triunfal campaña agrícola anunciada ahora y las tenebrosas congojas de hace unos meses. Seguro que existe una explicación cabal, pero por lo mismo debería facilitarse y confirmar a los de la ciudad si con esto, y al menos hasta la siembra, quedan autorizados para dejar de sentirse miserables cuando no llueve.

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