Orfebrería
Las bombas de hoy son todas grises, de una alta rentabilidad. Las armas modernas no llevan adornos. Los cohetes, proyectiles, pistolas y sables están simplemente cifrados con un número de serie, y no exhiben ningún capricho estético que los aparte de su función. Los fabricantes han perdido el amor al oficio y ahora la muerte técnica no da lugar a la vanidad de los matarifes. Antes no sucedía eso. Los artistas también tenían algo que decir en este sentido. Basta con leer cualquier catálago de subastas o venta de armas antiguas. Doble espada china del siglo XIX, con vaina de carey labrado y empuñadura reinatada con un melocotón de marfil, símbolo de la longevidad. Bellísimo revólver, sistema a broche, disparador plegable, fuego anular, profundos grabados florales en el tambor. Espada inglesa de acero, cazoleta con trabajo calado y escudo real, hoja orlada con motivos vegetales y estrellas de David. Colt norteamericano del tipo frontera, acción simple, época 1855, cañón barrenado de siete estrías, guardamonte de bronce cincelado. Curiosa pistola retrocarga, con cámara de obturación hermética, cañón octogonal, alma lisa y culata de nácar. Fantástico Kodachi japonés con dragones tallados en hueso de buey, con gran precisión artesana.A pesar de todo, en la antigüedad la muerte podía esperar a que los oúfebres terminaran su trabajo. Basta con visitar algún museo del Ejército para percatarse de esta cortesía. Los cañones que fueron arrebatados al enemigo exhibían remates, grecas, cenefas y taraceas barrocas. Las armaduras renacentistas poseían en los yelmos, rodelas, barbiquejos, corazas y guanteletes unas labores de miniatura. Los guerreros iban con pavones de gallo, y sus tizonas, mandobles o alfanjes nunca ocultaban. en la deslumbrante trayectoria hacia el cuello de la víctima un resplandor de frutas, soles, animales o dioses finamente incrustados. Desde la época de las lanzas hasta la primera guerra mundial, los artistas que aún ejercían la esclavitud adomaron con su talento los instrumentos de muerte. Pero hoy las bombas son grises, escuetas, rentables, y van camino de su destino sin florituras. ¿No guarda usted cierta nostalgia de aquellos tiempos en que los vientres eran traspasados por obras de orfebrería?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.