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Madrid y Barcelona disputaron una final inigualable

Luis Gómez

El Barcelona venció y habrá desempate (18.30 horas), pero ganó la Liga, y el baloncesto en definitiva. Quienes lo vieran tardarán tiempo en olvidarlo. Hubo emoción, buen juego, calidad, velocidad, fuerza, tensión y hasta violencia. Alguien diría que hubiera sido necesario un poco de sexo para que el espectáculo resultara inigualable, pero posiblemente se pueda discernir que cuando un balón surca el espacio camino del aro y faltan muy pocos segundos, y el timbre está a punto de tocar el final, haya algo de erotismo al contemplarlo. Desde luego, produce ansiedad. Real Madrid y Barcelona jugaron ayer la final que todo el mundo esperaba. No defraudaron. Pero las expulsiones de Iturriaga, Martín y Davis permiten augurar que no estarán hoy en juego y no se puede discutir que, en ese hecho, hay una desventaja clara para el Real Madrid.La evidente recuperación de Sibilio, el más acertado tirador del Barcelona, y la fuerza que Davis estaba dispuesto a desarrollar en las zonas, dieron la primera impresión de que el Barcelona de ayer no estaba descompuesto. Se había resistido a morir. Mientras Epi intentaba, al principio con acierto, deshacerse de Iturriaga por el método de correr todo lo posible, más bien de huir incluso corriendo fuera del rectángulo de juego para despegarse, Sibilio comenzó a coger el tiro que había perdido en Ginebra, Davis a implantar su fuerza brutal sobre la zona y Starks a recoger los cadáveres que éste sembraba, en forma de balones perdidos pero fáciles para hacer el tanto. La consecuencia fue que el equipo azulgrana mandó en el marcador con diferencias que se acercaron a los 10 puntos. Hizo un juego ofensivamente duro, poniendo en práctica un sistema de bloqueos fuerte, a la italiana. Era un Barcelona con rabia desconocida.

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Aun así, el encuentro no quedaba resuelto, porque un par de acciones espectaculares, para la terminología se suele decir que de NBA, de Robinson levantó al público de sus asientos y el ánimo a sus compañeros, que entonces recobraron la velocidad, la fluidez, el contraataque y una espectacularidad también tipo NBA. En unos segundos, al Real Madrid le salió todo, con una perfección irreprochable. Levantó el marcador hasta poner un 34-30 donde antes hubo un 12-22.

Lo que sucedió en el minuto 34.30 evitó que se pudiera conocer cuál de los dos equipos, ambos totalmente entregados al juego, era más fuerte. Davis volvió a cerrar el paso a Iturriaga con el acostumbrado codazo, hecho que éste aguantó mal para propinar una devolución, también con el codo como elemento agresor, en la cara de surival. Davis desató su furia y le propinó un puñetazo. Fernando Martín entró en liza, pero no para separar sino para adjudicarse el papel de defensor de causas perdidas. Estaba claro que Iturriaga jamás podría noquear a Davis. Los tres fueron expulsados y el Real sufrió más con ello.

Hasta entonces, el Real Madrid había decidido tomar el mando del encuentro, basado en que, en comparación con el Barcelona, el equipo madridista posee un cambio de marcha que le permite mantener el juego en distintas situaciones, sean las de subir una cuesta de diez puntos en contra o aguantar un encuentro ajustado sin descomponerse. El Barcelona, con más calidad ofensiva, no deja de tener un juego más monocorde, basado siempre en sus dos alas y con dos únicas direcciones: o gana porque están en forma o pierde porque no funcionan. El Real Madrid tuvo ventajas que le acercaron a los diez puntos, pero cuando todo parecía indicar que el Barcelona doblaría la rodilla, llegó la recuperación oportuna de un Epi que tuvo que chupar banquillo por su desacierto en el tiro, para que las cosas llegarán a un 60-60. Ahí llegó el follón y el público se quedó sin saber en que quedaba un partido que estaba resultando completo. Era una final europea, sí.

La presumbible ventaja azulgrana resultó baldía en los últimos instantes, cuando a falta de siete segundos y con 66-69 en contra, Robinson tuvo que lanzar tres tiros. Acertó el segundo y falló deliberadamente el tercero, para provocar una canasta o una personal. Hubo personal. Dos tiros para él solo, con el tiempo ya agotado. Acertó, porque Robinson ha resultado ser un jugador listo.

Para colmo de emoción, la prórroga volvió a repetir la misma circunstancia, cuando con 29 segundos y el partido en empate a 79, Epi lanzó un tiro que era fallido. De la Cruz, atento al rebote, provocó una personal a falta de tres segundos. Hoy habrá desempate.

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