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Capitalismo, medio ambiente y futuro

En los dos anteriores artículos de esta serie, el autor se ocupó de la triple sincronía de altas densidades -demográfica, económica y tecnológica- de la economía japonesa, así como de algunas cuestiones relativas al modelo de desarrollo: engarce empresas-Estado, importancia del mercado interno y combinación mercado-planificación. En este último artículo se extraen algunas conclusiones sobre el funcionamiento global del capitalismo japonés.

La cúspide más tangible del sistema capitalista en Japón se sitúa en su mercado de valores, y sobre todo en la Bolsa de Tokio, que opera activamente, mañana y tarde, cinco días a la semana. Todo un espectáculo, en sus tres secciones, en las que cotizan 1.500 compañías y un gran número de títulos de renta fija tanto de empresas privadas como de organismos japoneses y Estados extranjeros (entre ellos España). En enero de 1984, de gran euforia, las transacciones en el mercado de valores de la capital nipona -el segundo del mundo tras Nueva York- ascendieron a una media diaria de 454 millones de acciones, con un importe equivalente a 175.000 millones de pesetas diarias. En una sola jornada, en la Bolsa de Tokio se negocia, pues, algo así como lo que en 200 días en la Bolsa de Madrid.Evidentemente, la economía japonesa es, en tamaño, casi seis veces la española; pero el desarrollo bursátil japonés se debe a algo más: al gran número de empresas que recurren al mercado y a los numerosos particulares que compran y venden (unos 20 millones de personas), resultando aproximadamente un inversionista por cada dos hogares. A ello se agrega la circunstancia de que la Bolsa de Tokio se ha convertido en un importante mercado de ahorradores y especuladores extranjeros, a quienes corresponde casi el 20% de las transacciones totales.

'Falta económica'

Pero, con todo, el poderío japonés va mucho más allá de lo que hemos visto hasta aquí. Buena muestra de ello es su penetración exportadora en todo el mundo, y de manera muy destacada en todo el continente asiático y en el mercado norteamericano. Por lo demás, Japón en 1983 ya se situó como el mayor inversionista del planeta, siendo su inversión directa acumulada desde 1973 a 1982 -10 años de crisis- de 53.151 millones de dólares, y de 7.703 millones sólo en 1982. Con ese trasfondo no parece difícil prever el inmediato futuro de las relaciones económicas internacionales de Japón.

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Respecto a EE UU, en los últimos meses se ha hablado mucho de la eventualidad de una Yalta económica para repartirse ambos países los efectos del crecimiento de sus gigantescos mercados internos. Por otro lado, las relaciones niponas con China son excelentes y altamente provechosas. Con la URSS resultan menos favorables, pero ello no obsta para que se preste una atención creciente al propósito soviético de desarrollar toda la parte oriental de su inmenso territorio.

Sin embargo, siendo importante el poderío económico japonés, no lo es menos su capacidad de adaptación. En mi anterior visita de 1973 aprecié la aspiración casi ubicua de crecer a costa de todo. Entonces la niebla tóxica era un hecho habitual en Tokio y en otras concentraciones urbanas del archipiélago, hasta el punto de que eran muchos los que se preguntaban si el milagro japonés no acabaría en un holocausto ecológico. Ahora, in que, ni mucho menos, todo se haya resuelto -porque hay hechos irreversibles, como los propios continuos urbanos, y porque Japón sigue indiscriminadamente en la caza de ballenas y otros cetáceos en peligro de extinción-, la verdad es, que se aprecia una reverdecida conciencia ecológica.

Casi resulta modélico el sistema de conservación de espacios naturales, con 27 parques nacionales y 54 parques casi nacionales, que en su conjunto suponen una superficie de 3,3 millones de hectáreas (sólo 210.000 hectáreas en España), casi un 10%, del espacio japonés (un irrisorio 0,42% en España, para un territorio que, como el nuestro, es un 33%. más extenso y que en general resulta mucho mas frágil). Pero, de todas formas, el esfuerzo medioambiental japonés ha sido especialmente importante en los últimos tiempos en el control de las emisiones de contaminantes procedentes del colosal parque automovilístico (más de 40 millones de vehículos), lo que ha llevado a la viáual. desapari" ción de la niebla tóxica. Al propio tiempo, se ha actuado con decisión en la conservación de las aguas continentales y mantimas.

Pero si el capitalismo japonés ha entrado de lleno en el mundo financiero internacional y ha sabido ecorregenerarse hasta cierto punto, debemos preguntarnos por qué la influencia política de Japón en el mundo se sitúa en una cota comparativamente baja. Desde luego puede verse un paralelismo con la República Federal de Alemania, pues ambos países fueron los grandes vencidos de la segunda guerra mundial. Como también su reconstrucción -y el drástico proceso democratizador que eliminó viejas oligalquías- fue el origen de procesos análogos de espectacular avance económico. Al tiempo que, asimismo, las dos naciones, disponiendo de recursos tecnológicos seguramente superiores a los de Francia y el Reino Unido, no cuentan, sin embargo, con una fuerza propia de disuasión nuclear. Y, cuarta coincidencia, sus poblaciones respectivas se han manifestado activamente contra el armamentismo y en favor de la paz, con la particularidad de que Japón no dispone sino de una fuerza armada de autodefensa, con la limitación -no inscrita en ningún texto constitucional, pero hasta ahora respetada- de que no cabe dedicar más del 1% del producto interior bruto (PIB) a grastos militares.

Con sus especificidades actuales, de cara al futuro, me parece que sería lamentable que Japón, en vez de contribuir a ensanchar la senda de la distensión y del fortalecimiento de las Naciones Unidas, eligiera como objetivo la creación de un dispositivo militar más amplio. El actual Gobierno, que preside Nakasone, parece estar recibiendo fuertes presiones de EE UU a ese respecto. Y en la oposición, el partido socialista ha disminuido su anterior renuencia a que se supere el tope del 1% del PIB dedicable a gastos militares. Lo único seguro es que la inmensa mayoría del pueblo japonés se resistiría a una ampliación de las fuerzas armadas superando sus cotas actuales, y mucho más aún a la implantación de un servicio militar obligatorio, que hoy no existe. En cualquier caso, Japón, sólo accederá a una mayor responsabilidad propia en la medida en que vaya disminuyendo su dependencia de EE UU. Eso par ece claro.

Postrimerías japonesas

Antes de entrar en el siglo XXI, ya estamos en unas postrimerías bastante japonesas del siglo XX. Es algo que los españoles debemos apreciar cabalmente. Lo cual no es ciertamente tan fácil, por el todavía relativo desconocimiento recíproco entre ambos países y por nuestras relaciones económicas, que aún se encuentran a un nivel comparativamente bajo. Pero el interés de los japoneses por España y Latinoamérica se expresa por la cifra, bien significativa, de más de 20.000 nipones que hoy estudian español; como también son relevantes el creciente flujo del turismo y de estudiantes de Japón hacia España, las iniciativas en marcha de cooperación entre universidades de ambos países, un proyectado instituto de estudios japoneses en Madrid y la importancia relativa de las inversiones de Japón en España, etcétera.

Quizá un viaje a Japón no sea definitivamente un viaje al futuro. Entre otras cosas porque, afortunadamente, en este país se han sabido conservar valores muy dignos del pasado, entre ellos, una lengua que inicialmente se nos presenta como inextricable, o unas relaciones familiares y de respeto mutuo dificilmente encontrables en Occidente, o un esfuerzo sostenido por la innovación, que ya se apreció en el mismo siglo XVI, antes de que Japón se cerrara al mundo exterior hasta su definitiva apertura con la revolución Meiji en el último tercio del siglo XIX. Pero si ir a Japón no es un viaje al futuro, por su economía, por su desarrollo tecnológico y por sus impficaciones en el área del Pacífico sí creo que en la gran nación asiática se dan muchos de los elementos de ese futuro.

es catedrático de Estructura Económica de la Universidad Autónoma de Madrid.

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