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Entrevista:

"Desconocemos la mayor parte de las informaciones necesarias para actuar en economía"

Para Friedrich von Hayek, auténtico Solyenitsin de la economía política, la historia se repite. Muy célebre antes de la segunda guerra mundial, rival de Keynes, había elaborado una explicación teórica de la gran crisis. No obstante, tras la publicación y el éxito de la Teoría general de su rival, Hayek cayó en el olvido. Pero he aquí que se produce su rehabilitación en los países anglosajones, y que ya en 1978 apareció en edición castellana su obra Derecho, legislación y libertad. En ella, además de economista ("He obtenido un premio Nobel de Economía, pero no creo mucho en el carácter científico de esa disciplina"), se revela como filósofo político, teórico y pensador del liberalismo.

Este reacción ario hace reaccionar. A su alrededor, un pequeño grupo (la Société du Mont-Pèlerin) le venera como a un guru del liberalismo ultra. Sus adversarios le acusan de paleoliberal, de inmoralista, de convertirse en paladín de una cruzada en favor del retorno a los viejos valores. Maestros de los libertarianos, profesor en la universidad de Friburgo de Brisgovia, vive actualmente en esta ciudad sin pretensiones en la que Heidegger buscara las huellas del ser después de un desafortunado discurso sobre la Universidad alemana...Acudí, pues, a Alemania Occidental a dialogar con este vienés (nació en marzo de 1899) de la Europa central de entreguerras. que fue contemporáneo de Mises, de Musil y de Freud. Después de haber vivido y enseñado en Londres y en Chicago, Hayek ha vuelto al corazón de la Selva Negra. De edad ya avanzada y aspecto acusadamente british, me recibió leyendo The Times. Me acogió con cordialidad y me anunció, en un inglés con marcado acento vienés, que escucharía atentamente todas las preguntas y objeciones, ya que "sólo con la competencia se progresa". Hayek, auténtico whig del siglo XVIII, defiende un proyecto social en el mismo momento de saludar. Tuve la impresión de estrechar la mano invisible de Adam Smith. Al entrar en él despacho me llamó la atención un grabado en el que se veía al augusto, profesor llevando la Tierra sobre sus espaldas: y a este planeta se aferraban Milton Friedman, un ministro británico y la señora Thatcher...

Pregunta. Usted no encuentra palabras lo bastante duras para eso que llama el constructivismo, esos proyectos de reforma social, esas utopías que desde Platón y Moisés hasta Marx, pasando por san Agustín y Rousseau, han pretendido hallar la clave de la buena sociedad. ¿Por qué?

Respuesta. Toda esa gente parte de construcciones intelectuales, defienden proyectos de sociedades que pretenden fundar al margen de los valores de la tradición. Como filósofo, pero también como economista, debo adelantar que no conocemos claramente sino una ínfimaparte de la multitud de informaciones en las que nos basamos para actuar. Su Descartes osó afirmar que no debe considerarse como seguro nada que no seamos capaces de deducir de, manera lógica y clara.

'Poner orden en el terreno humano conducirá al totalitarismo'

P. Sin embargo, no sacó, de ahí conclusiones directamente políticas.R. Es posible, pero algunos, como Hobbes, no tuvieron esa precaución, y el conjunto de los reformadores sociales acaba por despreciar las tradiciones, los ritos y los valores morales. Todos los racionalistas exigen al final que nuestra civilización destrone las tradiciones. Estoy mucho. más cerca de Hume cuando afirmaba: "Las reglas de la. moralidad no proceden de conclusiones de nuestra razón". No somos lo bastante inteligentes para pretender organizar el conjunto del cuadro humano. Insisto en que la tradición nos impone comportamientos que nada tienen, que ver con el proceso de la razón. En el fondo, se trata de limitar nuestros instintos. Todas las tradiciones tienen tábúes. Frazer decía ya que sin ellos los hombres robarían y. se apoderarían de las mujeres que desearan.

P. Piensa usted en una inhibición necesaria, como opinaba también Freud. Sin embargo, no es usted benévolo por no decir que es injusto, con ese pensador que fue contemporáneo suyo.

R. Para mí, el psicoanálisis procede de la. superstición. Por otra parte, ha servido en gran medida para destruir nuestra cultura, al liberar las pulsiones.

P. Freud nunca dijo tal cosa.

R. En El malestar en la cultura y en sus últimos textos se hizo más razonable, pero no es esa parte de su obra la que más influencia ha ejercido.

P. Así pues, somos portadores de tradiciones, y toda tentativa de poner orden en el terrreno humano conduciría al,totalitarismo. Hegel era más'moderno cuando hablaba de una astucia de la razón en el seno de la sociedad civil.

R. Para Hegel, y es sin duda el único paralelismo posible con mi punto de vista, había un espíritu superior que avanzaba en la historia. Sin embargo, en la sociedad abierta (extended), lo importante no es que las creencias sean verdaderas, sino que las obedezcamos. No soy religioso, pero compruebo que la religión nos ha ayudado mucho debido a sus prohibiciones.

P. Lo que. dice es un poco volteriano. EI filósofo de Ferney sostenía que era bueno que sus criados creyeran en la condenación para que no le robaran.

R. Personalmente, prefiero hablar de tradición. Sin embargo, la religión ha civilizado a las personas al hacerlas obedientes. En cierta ocasión hablé, sin darme cuenta, de superstición religiosa ante varios obispos, que se. sintieron sorprendidos. Uno de ellos me dijo al oído: "¿No podría decir verdad simbólica?". Le di la razón. Lo -llamaremos verdad simbólica...

'Soy partidario de los servicios sin monopolios'.

P. Es, usted ferviente partidario del Estado mínimo, y confieso que me resulta difícil distinguir, en su discurso, entre Estado y Gobierno. Su Estado de derecho tendría como única función garantizar el respeto de reglas generales aplicables a todos, pero en tal caso, ¿no corremos el riesgo de caer de nuevo en la ley de la selva?R. Esta cuestión es compleja. Soy partidario de reforzar la ley civil y de permitir el máximo desarrollo de los servicios sin monopolios. Las autopistas privadas de Italia funcionan bien, y no veo por qué los Estados deben tener el monopolio del correo y de las comunicaciones, ni siquiera de la emisión de moneda. La gente deben ser capaz de elegir lo que más convenga. En una sociedad basada en el respeto de las reglas de la conducta justa (apoyadas sobre la tradición), podría dejarse a cad individuo la libertad de utilizar la informaciones para sus propios fines. Creo que la base del desarrollo reside en la descentralización de los conocimientoi. En las sociedades tradicionales todo el mundo cooperaba para un fin común; hoy día ya no es posible un consenso, nadie debería tener el derecho de decidir desde arriba, de planificar el progreso. Todas las investigaciones deberían ser competitivas experimentale.

P. ¿No hay ahí una contradicción? En las sociedades clásicas, e bien común era reconocible, pero es precisamente la gengralización del valor de cambio del capital lo que ha hecho estallar ese concepto. Si todo se vende por todas partes, ¿cómo eludir la indiferencia ción del valor de cambio?

R. El cambio es bueno, a condición de que la libertad se acompañe de disciplina. Una vez más, no somos conscientes, y además somos incapaces de inventar un sistema económico. Puede comprobarse el fracaso de la planificación en los países del Este.

P. No obstante, ¿no resulta usted francamente caricaturesco cuando afirma, confundiendo a los dirigentes de la URSS con los socialdemócratas, que el socialismo es el resurgimiento de instinto atávicos?

R. Está claro que, si me opong a la casi totalidad de las funcione del Estado, salvo lo que atañe a la defensa y a algunas otras más, no soy por ello un anarquista. Soy ferviente partidario del derecho. Po otra parte, creo que la economía de mercado produce un sistem autogenerado, autoorganizado Pienso también que toda tentativa de planificación conduce más o menos, por cuanto conlleva un visión constructiva, a un debilitamiento de las libertades.

P. La libertad del siglo XIX er la de hacer trabájar a los niños ¿No será el mercado puro un puerto de arrebatacapas?

R. ¡No, estamos en el siglo XIX Las sociedades primitivas reforza ban los fines concretos, mientta que las sociedades evolucionadas pueden tener reglas más abstractas, no finalizadas. Una sociedad libre no puede enunciar fines par ticulares ni preconizar un orden íFue Marx y no yo quien habló de caos de la producción capitalistal En realidad, los planificadores son incapaces de comprender un orden que se autogenere.

P. Pero si el mercado lo decide todo, debería juzgarse el valor de una novela o de un descubrimiento científico por el hecho de que se vendan mejor o peor...

R. Es ya un gran progreso que una novela pueda venderse. Responderé con un ejemplo sencillo Si no existiera copyright, nunca tendríamos diccionarios. Por otra parte, creo que un hombre excepcional, para hacerse aceptar, debe respetar las reglas morales de su tiempo. Incluso en el campo de la selección cultural debemos sabe que no somos seres de razón pura.

P. Galileo le daría toda la razón del mundo. En cambio, en un economía liberal, a escala mun dial es evidente que se producir una camisa 10 veces más barata en Oriente que en Occidente Pero allí no hay reglas sociales ¿Debemos resignarnos a ello?.

R. No; yo creo que podría invertirse en regiones que favorezcan al capitalismo y entregar a los rusos a quienes se sientan tentados por la a socialista. Ya en los años veinte, Bertrand Russell era muy lucido por lo que respecta a ese régimen.

P. Ha consagrado usted la casi totalidad de una obra a denunciar lo que llama el espejismo de la justicia social.

R. Esta expresión carece de sentido, expresa únicamente una vaga voluntad en favor de los desfavorecidos. Durante la Edad Media, el hombre se devanó los sesos intentando determinar el justo precio y el justo salario sin tornar en consideración el mercado. Con frecuencia se distribuyen sumas a grupos de personas que no resultan fáciles de identificar. Es un medio cómodo para los políticos de fabricarse mayorías. Pero en ese caso es la coyuntura política lo que induce a favorecer a un grupo en detrimento de otro. No me c pongo a que se garantice un mínimo a los enfermos y ancianos, aunque todo eso debería estar muy descentralizado. Por otra parte, no veo por qué el Estado ha de tener el monopolio de la Seguridad Social. Aunque le sorprenda, estoy convencido de que tras la idea de justicia social se esconden en ocasiones apetencias e instintos nada nobles.

'El crecimiento económico no puede separarse de los valores morales'

P. Para sorprenderle a mi vez, ¿no se apoyarán gran parte de sus razonamientos en una creencia, en un homo económicos que actuaría siempre y en todas partes de forma racional, lo cual equivaldría a eso que llama constructivismo?R. Los economistas hablan de hechos dados, pero los hechos nunca son dados. Opino que los objetivos finales nunca son económicos, aunque sostengo también que ni el progreso ni el crecimiento económico pueden dosificarse ni separarse de los valores morales. Afirmo que el mercado autoselecciona. En cambio, nunca he visto, a diferencia de los economistas clásicos, una competencia perfecta. Para mí, el mercado es el mercado de la información.

P. ¿Tendríamos, pues, la economía por una parte y los valores de la tradición por otra? Pero, ¿no eliminaba usted al político? Ciertamente, el constructivismo totalitario no funciona, pero sigue siendo importante regular las relaciones de los hombres entre sí. ¿No es eso?

R. Creo que las sociedades constructivistas no resistirán la prueba del tiempo. Por último, me al revería a recordarle que propongo, al modo de Montesquieu, una reforma de las instituciones políticas, dentro de las cuales diferencio entre Estado y Gobierno. He intentado concebir una Constitución ideal con dos cámaras encargadas de funciones distintas. En efecto, no considero que lo decidido por una mayoría merezca el nombre de ley. Para diferenciar al legislativo del ejecutivo, propongo que aquél esté reservado a sabios de más de 45 años elegidos para un largo período. Una democracia languidece cuando la separación de poderes se debilita...

Friedrich von Hayek ha escrito numerosas obras, entre las cuales destacan Camino de servidumbre, Fundamentos de la libertad, Derecho, legislación y libertad, The pure theory of capital, Individualism and economic order, Studies in philosophy, Politics and economies, New studies in philosophy y politics, Economics and the history of ideas.

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