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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El 'tiron americano

El ministro español de Econonúa, casi inmediatamente después de la formación del Gobierno socialista, centró gran parte de las esperanzas de una recuperación de la economía española en la expansión de la de Estados Unidos, dado el grado de dependencia existente. El mundo financiero estadounidense está pendiente de la reunión que mañana inicia el Federal Open Market Committee -brazo ejecutor de la política del banco central de Estados Unidos-, en la que se pasará revista a la actual estrategia monetaria que se sigue en el país. La reunión es especialmente significativa, por cuanto que en estos momentos existe una pugna entre la postura de la Reserva Federal de erigirse en guardián de una estricta política de control de las disponibilidades líquidas y contención de la inflación y el intento de la Casa Blanca por conseguir una suavización de esa política monetarista.La semana pasada, tras conocerse que el producto nacional bruto (PNB) había crecido el 7,2% en el primer trimestre, muy por encima de las previsiones iniciales, la Casa Blanca pidió directamente a la cúpula de la Reserva Federal que flexibilizara su política monetaria. El portavoz del presidente no se anduvo por las ramas al comunicar los deseos Reagan: "La mejor noticia que se puede dar para que la recuperación económica continúe y para conseguir que los tipos de interés bajen sería que el Congreso aprobase la reducción del déficit propuesto por el presidente Reagan y que la Reserva Federal permitiese una expansión monetaria que asegure un crecimiento no inflacionario". Esta advertencia directa del Ejecutivo ha sido considerada como una injerencia en el hasta ahora independiente funcionamiento del banco central estadounidense.

Se ha producido, también la semana pasada, otro hecho significativo: el nuevo incremento -el primero desde el pasado mes de agosto- del prime rate (tipo de interés preferencial de los bancos estadounidenses), que se ha situado en un 11,5%. Los analistas se preguntan si esta nueva alza es un hecho aislado o si, por el contrario, es el comienzo de una nueva escalada de los tipos de interés en Estados Unidos, con las consiguientes repercusiones en el entorno nacional e internacional.

Ante las elecciones presidenciales de noviembre, Reagan podrá presentar el alentador balance de un crecimiento económico mayor de lo esperado. Pero, paradójicamente, la experiencia indica que con la expansión pueden aumentar también de manera sensible los tipos de interés, como consecuencia de un incremento de las peticiones de crédito desde el sector industrial y comercial y la escasez de dinero provocada por el mantenimiento de la política monetaria restrictiva de la Reserva Federal. Lo contrario, es decir, abrir la espita para que afluyan más dólares al mercado, provocaría un recrudecinúento de la inflación, al que férreamente se ha opuesto hasta ahora el responsable de la Reserva, Paul Volcker.

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A pesar de que la Casa Blanca haya querido meter en el mismo paquete recuperación económica, descenso de los tipos de interés y cambio de política de la Reserva Federal, la mayoría de los expertos disienten de ese argumento. El propio Martin Feldstein, jefe de los asesores del presidente Reagan, señalaba hace unos días que es bastante probable que los tipos de interés a corto plazo "suban un poco". El gran volumen alcanzado por el déficit presupuestario de Estados Unidos -originado esencialmente por los fuertes gastos de defensa y por el recorte fiscal adoptado cuando Reagan tomó posesión de la Casa Blanca- pesa como una losa y es el principal causante de que los tipos de interés permanezcan altos y continúen así, o incluso aumenten, en el futuro.

Harry Kaufman, un reputado experto norteamericano, subrayaba en uno de sus análisis que las cosas no han cambiado tanto como para que sea posible un descenso de los tipos de interés. Ni siquiera se considera relevante el acuerdo al que ha llegado Reagan con los congresistas republicanos para reducir el déficit en 150.000 millones de dólares en tres años. Tal recorte se considera insuficiente y tardío y, en todo caso, sus efectos sólo comenzarían a notarse a pgrtir de 1986. Reagan tiene puestos los ojos en su reelección en noviembre, donde deberá mostrar avances en la contención del déficit. Plantear un cambio en la política fiscal, que ha permitido una fuerte expansión en los primeros años de su mandato, pero que comienza a pasar ahora su factura a través del déficit, no sería un buen argumento electoral.

Así pues, el único camino que queda para enjugar el déficit es el de los activos estatales, que necesitan una buena remuneración para ser colocados entre el público, lo que prácticamente corta las vías a cualquier prolongado descenso de los tipos de interés. En caso de ser reelegido, Reagan podrá proceder a un alza de los impuestos y a una casi inevitable reforma fiscal, distinta a la que le llevó hace cuatro años a la Casa Blanca. Y también a partir de ese momento el presidente norteamericano podrá dejar de recurrir a la deuda pública como única medicina para contener su desmesurado déficit. Una medicina que en sus cuatro años de mandato -como ponía de relieve The Wall Street Journal- ha hecho que el servicio de la deuda estatal, es decir, los intereses a pagar por la emisión de deuda pública, haya crecido un 57%, elevándose en estos momentos a 108.200 millones de dólares, un aumento todavía mayor al registrado en el apartado de gastos militares. De este modo, el interés neto de los pagos de la deuda estatal representará un 3% del PNB del país, por sólo un 2% en 1980. Según las estimaciones de la propia Oficina de Presupuestos del Congreso, de seguir con la. actual política económica, este porcentaje podría elevarse a un 4,1%. del PNB a finales de esta década.

Con todos estos datos contradictorios, es difícil vaticinar si nos encontrarnos en el umbral de una recuperación económica en Europa como consecuencia del crecimiento en Estados Unidos. El desfase entre la coyuntura estadounidense y la europea -no digamos la española- es amplio en el tiempo y en el ritmo, por lo que es prematuro afirmar que se avecinan tiempos de bonanza en nuestro país. Pero la tendencia expansionista estadounidense es de tal magnitud que puede ayudar a la economía europea y española: los datos de la coyuntura económica de los Estados Unidos son así una buena noticia para todos.

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