El periodista siguió ejerciendo su profesión durante la mayor parte de su exilio en Londres
Xavier Vinader pasó prácticamente todo su exilio en Londres. Sólo 15 días antes de volver a España se trasladó a París, donde tenía más amigos y desde donde era más fácil acercarse a la frontera para ver a su familia. Vinader vivió en Londres alojado en un hotel turístico, que pagaba su empresa, y en el que trabajaba como si fuera una redacción. En ningún momento dejó de ejercer el periodismo.
Pese a la permanente depresión que le producía vivir en la capital británica y a la falta de contacto con España, siguió escribiendo para su revista y realizando reportajes de investigación, que es el tipo de periodismo que le apasiona, pese a todos los sinsabores que le ha proporcionado.El momento más triste de su exilio fue cuando conoció la sentencia contraria del Tribunal Constitucional. Hasta entonces Vinader había creído que el alto tribunal aceptaría su recurso. Cuando supo que quedaban cerradas todas las vías de apelación, empezó a pensar seriamente en la posibilidad de volver y entregarse a la policía. En ningún momento se planteó la idea de quedarse a vivir permanentemente en el extranjero, ni aceptó que se le sugiriera la posibilidad de solicitar el estatuto de refugiado en algún otro país.
Lo que más le atormentaba era lo que él calificaba de "indefinición del Gobierno". Vinader temía que no existiera la voluntad política de concederle el indulto, e intentó, por diversas vías, aclarar la posición de los socialistas. Las continuas declaraciones contradictorias de personalidades públicas y las noticias que le traían sus compañeros de España aumentaban su desconcierto.
Las condiciones
Finalmente, un amigo, socialista, se ofreció a averiguar cuál era realmente la actitud del Ministerio de Justicia. Pasaron algunas semanas hasta que ese amigo se trasladé a París para explicarle la situación: existía la voluntad política de indultarle, pero el Gobierno no se plantearía su caso hasta que se encontrara en España a disposición de la Justicia.Vinader solo preguntó: "¿Cuánto tiempo puede pasar entre que yo presente la petición de indulto y el Gobierno la estudie?". "Un mes y medio, máximo," fue la respuesta. Inmediatamente tomó la decisión de volver y de hacerlo sin avisar, prácticamente a nadie, para evitar incidentes o recibimientos triunfales.
Hasta el último momento se sintió inquieto e inseguro: "Me voy sin tener garantías, sólo con el convencimiento de que existe la voluntad de indultarme". Vinader estaba preocupado también por su estancia en la cárcel, y no sólo por. sus personales condiciones físicas -es disminuído físico a causa de la poliomielitis-, sino también por el hecho de que pudiera ser objeto de una agresión por parte de algún preso de extrema derecha. Poco antes de salir hacia Madrid se le comunicó que sería ingresado en el hospital penitenciario, para evitar dicha posibilidad y garantizar el tratamiento médico que estaba siguiendo.
"Si para acabar con esta situación tengo que pasar uno o dos meses en la cárcel, los daré por bien empleados, aunque sigo pensando", decía, "que no cometí ningún delito, porque la única alternativa es quedarme fuera de España, y me niego a ser un exiliado político en un país democrático como el nuestro".
Carta abierta
Antes de que se conociera la sentencia del Tribunal Constitucional, que cerraba definitivamente las puertas judiciales a la solución del caso Vinader, el periodista catalán hizo pública una carta en la que expresaba su confianza en que el alto tribunal hiciera "de una vez justicia" y enviara "la sentencia de la Audiencia Nacional al baúl de los malos recuerdos...".Para el caso de que no ocurriera así, Vinader anunciaba una nueva decepción, a unir a las ya experimentadas desde comienzos de 1980. "Desde que me llegó el primer aviso de citación judicial, siempre creí que la lógica terminaría por imponerse en toda esta historia kafkiana", escribía. "Cargarme siete años de presidio por el solo hecho de haber entrevistado a un ex policía nacional con amplios conocimientos de la extrema derechavasca", decía, "era demasiado gordo, demasiado escandaloso".
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