_
_
_
_
_

La Iglesia y el Estado libran en Polonia la guerra de los crucifijos

La llamada guerra de los crucifijos, el conflicto por la retirada de las cruces en las aulas de una escuela de agricultura de Mietne, localidad a 65 kilómetros de Varsovia, supone una dificultad para las relaciones entre la Iglesia católica y el régimen socialista cuando estaban en marcha importantes acuerdos. Garwolin es una pequeña ciudad de 13.000 habitantes que ha saltado a la Prensa mundial con ocasión del conflicto en el pueblo vecino de Mietne, donde los alumnos de la escuela de agricultura boicotearon a principios de mes las clases para protestar por la retirada de los crucifijos de las aulas.

Las autoridades provinciales acordaron clausurar la escuela el 7 de marzo y suspender las clases, y los alumnos abandonaron Mietne hacia la vecina Garwolin, donde, a las 10 de la noche, las campanas empezaron a tocar a rebato durante una hora, en medio de la oscuridad, para llamar a los vecinos. Por la zona patrullaban unidades de policía. Desde aquella fecha, la escuela permanece cerrada y el conflicto está abierto entre las autoridades eclesiásticas, que apoyan la protesta de los alumnos, y el Gobierno, que sostiene el principio de la neutralidad religiosa de los centros de estudio y de trabajo.El martes, a las tres de la tarde, se celebró una misa en Garwolin, celebrada por el obispo de la diócesis de SiedIce, Jan Mazur, asistido por dos sacerdotes. La sacristía es un bullicio de curas llegados de parroquias bastante lejanas.

Las cruces motivo de la controversia están instaladas en el altar mayor de la iglesia parroquial, sobre un paño con los colores nacionales de Polonia -rojo y blanco- y un texto de letras doradas que dice: "No hubo lugar para tí, Cristo, en nuestra escuela". La iglesia se llena con unas 1.000 personas, jóvenes de la escuela de Mietne en su mayoría, que llevan cruces en el pecho y en las manos.

"Devuélvenos la libertad"

Un grupo de dos chicos con guitarras y una chica cantan canciones de ritmo juvenil. Todas corean el texto que dice: "Oh María, madre de Polonia, devuélvenos la paz y la libertad. Escucha el llamamiento de este pueblo que se llama Polonia". El obispo empieza su sermón con el ruego: "Pidamos a Dios que la cuestión de las cruces se resuelva según los deseos de la mayoría de nuestro pueblo". El obispo Mazur llegó a Garwolin tras haberse entrevistado por la mañana, en Varsovia, con el ministro de Culto, Adam Lopatka, sin que hubieran llegado a un acuerdo. El obispo dijo en el sermón que no será necesaria la firma de una declaración de obediencia que exigían las autoridades para reanudar las clases. En el tema del retorno de los crucifijos a las aulas no ha cedido el Gobierno.En un confuso sermón, el obispo habla de que la igualdad la trajo al mundo Jesucristo, no la Revolución Francesa, y habla de los hombres que se dejan arrastrar por el alcoholismo y de las mujeres embarazadas que no renuncian a la nicotina. Luego Mazur argumenta, con la declaración de derechos humanos, el derecho a manifestar los sentimientos religiosos sin molestar al prójimo", y asegura que .no nos opondríamos si los musulmanes quisieran colocar la media luna en la escuela".

El obispo apela para que se reclamen los derechos humanos sin violencia. "Nunca recurriremos a la fuerza, recordemos lo que dijo Jesús a San Pedro: "Guarda la espada en su funda". Al concluir la misa, un sacerdote lee desde el altar mayor una larga serie de mensajes de solidaridad de diferentes puntos de Polonia: "No desistáis, en nombre de la Virgen María; ayudad a defender la cruz", "Fuerza y perseverancia", "El moderno Judas nos ha quitado la cruz".

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El acto concluye con el canto patriótico-religioso que concluye con la frase: "Devuélvenos, Señor, la patria libre", en vez de la frase "Bendícenos, Señor, la patria libre". El obispo canta también la frase modificada, mientras la mayoría de los asistentes hace la V de la victoria.

Por la sacristía, un grupo de chicas redacta una carta al Papa en la que explica el desarrollo del conflicto de Mietne y "rogamos a Su Santidad el apoyo moral y la bendición apostólica". Juan Pablo II, terció ayer en la polémica al apoyar la posición del Episcopado y asegurar y citó frases del último comunicado de los obispos, como el que asegura que "la sociedad católica desea que la cruz esté presente en los lugares de educación de la juventud".

El conflicto permanece abierto cuando la Iglesia y el Estado estaban en vías de Conseguir un acuerdo que podría llegar al reconocimiento de la Iglesia como persona jurídica y la firma de un concordato con la Santa Sede, que sería el primero con un Estado de socialismo real. También están en marcha negociaciones para una fundación que administre el "fondo de los obispos destinado a la agricultura".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_