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Un país de paradojas y contrates

India, la resistencia al cambio

Atavismo, resignación fatalista a la pobreza y pasividad innovadora hacen que el país siga un camino inexorable hacia el declive

La primera ministra Indira Gandhi tiene todavía ante sus ojos un país muy semejante al que su padre, Jawaharlal Nehru, juzgo con estas palabras en los años cuarenta: "Veo el presente como una extraña mezcla de medievalismo, miseria y pobreza extremas, unido a cierta modernidad superficial en las clases medias". A pesar de las transformaciones parciales de la sociedad india, el profundo drama de este pueblo (ya cerca de los 700 millones de habitantes) sigue siendo su atavismo, su resignación fatalista a la pobreza y su pasividad innovadora. También Nehru señaló la clave de estos males, imputables a la influencia religiosa, en su libro El descubrimiento de la India.

Para las guías y propaganda turística (incluso la oficial), las contradicciones y contrastes de la India son un atractivo más que ofrecer al viajero occidental. El pasado turbulento de aquella nación no ha borrado las huellas en el presente, y tanto los historiadores como los sociólogos hablan de la excepcional facultad de este pueblo para asimilar, absorber, incorporar culturas e influencias ajenas, en un interminable proceso de adición. La India suma, jamás resta.De modo que, así, lo bello y lo horrendo conviven sin molestarse; la obsesión ritual de la limpieza hindú (se come con la mano derecha, se limpian los excrementos con la izquierda) es compatible con las prácticas más antihigiénicas e hirientes en la vida moderna (el abandono de cadáveres de leprosos en el río Ganges, la defecación en las aceras sin alcantarillado); las ideas arcaicas del mahatma Gandhi (perpetuar la rueca para salvar la aldea) conducen a un nihilismo paralizante y a un éxtasis de vacío. Y la vida política gira, bajo el signo de la corrupción y la demagogia, con una fuerza arrolladora de nepotismo y crueldad.

Pero es cierto que la India representa un ideal democrático en acción -la mayor democracia en el mundo-, que funciona salvando las formas constitucionales, aunque no siempre respetando su espíritu. En el artículo 38 de esa Constitución se promete "un orden social para el bienestar del pueblo" y en el 39 se garantiza "el derecho a unos medios adecuados de vida" a la vez que combatir "la acumulación de riqueza". Sin embargo, a los 34 años de proclamarse la República India el avance social ha sido escaso. Es de dominio público que un 80% de la población se va a la cama, cada noche, con el estómago vacío. Que de 700 millones de habitantes sólo cuatro millones pagan impuestos. Que en las grandes ciudades (Calcuta, Bombay) cientos de miles de seres viven en la calle, incluso en las isletas del tráfico. Que en los hospitales faltan camas y los pacientes están acostados sobre el suelo. Que una cuarta parte de los leprosos del mundo (cuatro millones) se concentra en este país, donde ni siquiera al morir merecen la cremación de su carne podrida y son pasto de los buitres. Que un tercio de los ciegos del mundo (ocho millones) está aquí. Y que las tres cuartas partes de la población es analfabeta. Políticos e intelectuales indios aceptan la apreciación de KuIdip Nayar (columnista prestigioso y corresponsal de The Times, de Londres): "La democracia y la pobreza van a sobrevivir en nuestro país".

La India decae. En un demoledor artículo publicado el pasado 31 de enero (India Today, Descent into Mediocrity), el economista Jay Dubashi afirmaba: "Siento mucho darles una mala noticia apenas iniciado el año; ya no figuramos en el décimo lugar de la clasificación de países industriales, ni siquiera ocupamos el puesto número 15. Posiblemente estamos más abajo. Cerca del número 25. Y, tal como van las cosas, descenderemos se guramente hasta el lugar número 30, entre Nigeria y Turquía. Esto puede suceder en torno a 1990, o quizás antes".

Un limón en cada máquina

La razón expuesta por Dubashi es, simplificada, la siguiente: lo que precipita a la India hacia su declive económico/industrial no son los recursos, sino la falta de habilidad para utilizarlos eficazmente. En otras palabras: es urgente mejorar lo que los anglosajones denominan know-how, el conocimiento técnico y especializado.La especialización que no sea astrológica o tántrica no parece despertar excesivo entusiasmo entre la población. En un recuadro aparecido igualmente en el semanario India Today (15 de febrero) se refiere esto: "Las tácticas tántricas vuelven a estar en auge. Pueden garantizar el éxito de un político o de un hombre de negocios. Y también han ganado el favor de los ingenieros. En una fábrica de Bilaspur (Madhya Pradesh), las máquinas sufrieron una avería y el cierre se produjo durante tres semanas. La dirección de la empresa llamó a un especialista en filosofía tántrica. El hombre acudió desde Karnataka y su consejo fue éste: que la dirección colgara un limón de cada máquina averiada, lo cual se hizo. Al mismo tiempo, los mecánicos, irritados, se pusieron a repasar los sistemas y descubrieron el fallo. Pero al experto tántrico se le dio un generoso donativo".

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En los hoteles de lujo no falta ahora el gabinete del astrólogo políglota junto a la tienda de flores, marfiles y postales a color. Este astrólogo tiene un éxito garantizado. De él depende la concertación de matrimonios -lugar y fecha exactos-, así como la firma de documentos y contratos. Muellemente recostado en su camastro de seda, el astrólogo es adivino, psicoanalista y sacerdote a un tanto la hora. Su clientela no son turistas americanos (aunque también se dedique a ellos), sino, especialmente, los ricos locales que buscan iluminación y ayuda. Si no la reciben (o el resultado se muestra adverso), cabe esperar el suicidio: la Prensa de Delhi refiere casos semanalmente de hombres de negocios que saltan al vacío desde los más elevados edificios de la ciudad.

Esa misma Prensa inserta páginas enteras de anuncios de boda. Los familiares de la candidata ensalzan, por palabras, los encantos de la doncella. Lo interesante de este sistema de anuncios es que funciona con éxito probado. Los matrimonios concertados por los padres siguen siendo, especialmente en núcleos urbanos pequeños y pueblos (en la India hay más de medio millón de aldeas), el sistema principal de unión. Con la fatografia enviada por correo se inicia el trato. Los novios se verán una vez antes de la boda. Sólo si la repulsión es insufrible la ceremonia quedará cancelada. De lo contrario, el astrólogo tiene la palabra. Dictará la fecha y se le obedecerá.

¿Y si falla la dote? ¿Y si el trato fue fraudulento? Casi a diario se conocen casos con desenlace mortal: la familia del novio se venga

rociando a la joven esposa de petróleo, prende fuego y la contempla ardiendo. O la induce al suicidio. El fuego es purificador. El periódico Patriot (25 de enero) titulaba así un despacho de Bhopal: Novias estranguladas antes de arder. Y refería, a través de su corresponsal, las conclusiones de un congreso de patología celebrado en Bliopal: "Jóvenes esposas de clase media y en un 90%, con educación superior suelen ser víctimas de esta práctica, según la memoria presentada por el doctor K. V. Kaviya, en su intervención en el Congreso Mundial de Patología y Ciencia Forénsica. Según el informe, las mujeres son estranguladas primero, y quemadas después. Con frecuencia, estos casos se registran como muertes accidentales, cuando la verdad es que son crímenes promovidos por la decepción familiar al descubrir que la dote de la novia no era la prevista".

"Hay que matar el pasado"

El divorcio (que existe por ley desde los años sesenta) apenas se practica porque está mal visto, igual que contraer segundas nupcias. Aunque abolida la práctica suicida del sati (que la esposa, por sumisión y amor, se quite la vida al morir el marido), existe en la región más atrasada del Rajastán, donde todavía se producen estos impresionantes casos. Pero la religión vuelve a imponerse sobre la ley, igual que sucede con los santones tantras: pueden fornicar a gusto con los cadáveres "sin experimentar placer ni dolor", porque por algo se encuentran más allá del bien y del mal.Sigue argumentándose sobre la necesidad de integrar a los intocables, seres que en el sistema de castas (abolido por ley, pero vivo en la realidad) ocupan el escalón más bajo. Rajiv Gandhi, hijo y delfín político de la primera ministra, discursea aquí y allá sobre este doloroso asunto. Sin embargo, la discriminación está tan arraigada en la conciencia social de este pueblo que tan sólo una revolución aniquiladora de prejuicios podría erradicarla. Este camino es inimaginable hoy en la India. Los intereses creados en la perpetuación de privilegios garantizan la situación actual. Incluso los desposeídos maharajás siguen utilizando fundaciones y trustes como un medio de evasión de impuestos. Pero merecen la adulación del pueblo y reciben el favor de los políticos locales a cambio de una sonrisa. Los sublimes autócratas pasaron de amos absolutos en su territorio a esclavos relativos de sus prósperos negocios hoteleros. "Hay que matar el pasado o el pasado nos matará", es frase certera del escritor V. S. Naipaul (India: A Wounded Civilization).

Mientras la economía crece a tenor de un 5%, el incremento de la demanda de bienes de consumo se sitúa entre un 10% y un 20%. La aparición de las tarjetas de crédito -especie de mercurio en el termómetro del comprador- adorna el cuadro de esta incipiente y engañosa modernidad: Dinners tardó 20 años en lograr 20.000 socios; la misma cifra de socios la obtuvo Visa en sólo tres años, y su objetivo es lograr 75.000 clientes para 1985.

Lo que paraliza el mercado interior de electrodomésticos (incluso en hoteles de superlujo se barre en cuclillas y a mano) es su precio desorbitado para un nivel de salarios tan bajo. Una simple trituradora cuesta 1.300 rupias (20.800 pesetas, sueldo de un ejecutivo de Bombay). Un automóvil de las dos únicas marcas que se fabrican en el país (Ambassador y Fiat) vale 80.000 rupias (1.280.000 pesetas) y exige soborno y operaciones en el mercado negro.

Las firmas extranjeras -whiskies, cosméticos- han puesto su pie en este país (Seagrams, Dior, Cardin, Gillette), donde Francia ya introduce sus vinos eficazmente. La presencia de España es mínima, y el impulso que la visita del Rey (1982) dio a las relaciones comerciales todavía no ha cosechado los frutos apetecidos.

Sin la liberación del utilitario, con la gasolina a siete rupias (un litro, 105 pesetas), y el sistema de familia extensa, el control social de las costumbres permite pocas desviaciones. La virginidad antes del matrimonio y la ocultación de la homosexualidad pueden quebrarse como principios absolutos en una sociedad donde el beso en los labios está censurado en todas las pantallas. El movimiento gay ha aparecido en la ciudad más progresista del país, Bombay, mereciendo de los medios informativos comentarios diversos. El lesbianismo figura como tema de debate en las publicaciones (en inglés) más avanzadas.

Los jóvenes imitan (vaqueros, tabaco, expresiones idiomáticas) a la juventud norteamericana, y sus hábitos de comer también experimentan cierto cambio. Las cafeterías de los hoteles se llenan de muchachos y muchachas indios que piden la hamburguesa y comparten la carísima cerveza (una botella 25 rupias, 400 pesetas) entre caricias algo tímidas.

Los fantasmas de la guerra

Pakistán y, en cierto modo, China siguen siendo los fantasmas que atormentan a la población. Los conflictos bélicos recientes no se olvidan.La obsesiva preocupación de otra guerra con el vecino -aun habiendo ganado la última la India- está muy viva y cualquier signo de Pakistán despierta sospechas. Hoy, esta preocupación se agudiza con los incidentes norteños de los extremistas independentistas del Punjab. Aunque el cierre de las fronteras con Pakistán para vehículos sea hermético, el paso de armas a los terroristas del movimiento Akali Dal (sijs) parece cierto, y ello añade tensión a unas relaciones de suyo precarias. "Con Pakistán tendremos un incidente armado en los próximos 10 años", asegura el columnista KuIdip Nayar. Desde el santuario del Templo de Oro, en Amritsar, los franco-tiradores disparan contra las fuerzas paramilitares de Indira Gandhi, quien no está dispuesta a acceder a ninguna de las exigencias de los independentistas. Y éstos incrementan su campaña de terror en un desafío frontal al Gobierno de Delhi. Su líder, el fundamentalista sij de 37 años Jamail Singli, predica acciones de muerte desde el hermoso templo cuya cúpula. fue pintada con 80 kilos de oro. Sus seguidores, armados y en motocicletas, penetran en poblados indios y disparan indiscriminadamente sobre la población.

En menos de un mes se han producido más de 50 muertos y 400 heridos. "Cuando la primera ministra entienda que hay que golpear, golpeará", dice una fuente próxima al Gobierno en Delhi, "porque el estado de excepción no es bastante para acabar con esos terroristas; la India no puede añadir un problema de esta magnitud a los muchos que ya tiene".

Cifras impresionantes

Este país no sólo impresiona por sus gentes, su bullicio y su feroz alegría de vivir; también impresionan las cifras. Más de 1.500 dialectos, 15 lenguas oficiales, una expectativa actual de vida de 53 años como término medio. Primer productor de té en el mundo. Segundo de arroz y mica; también segundo en producción de filmes de largometraje. Tercero en la producción mundial de tabaco. Cuarto en azúcar, algodón y trigo. Quinto en magnesio y hierro. La renta per cápita no sobrepasa las 2.000 rupias anuales (32.000 pesetas) y cada indio -hombre, mujer o niño- contribuye con 100 rupias (1.600 pesetas) al mantenimiento de un Ejército que se considera cuatro veces superior al paquistaní y más potente que el chino. Un 3,5% del PNB se destina a defensa, cantidad cinco veces superior a la destinada a sanidad pública. El nivel de analfabetismo alcanza el 75% de la población.El consumo de bienes materiales modernos acucia a una población que todavía espera el milagro de la prosperidad. En 1966 sólo 500 personas poseían receptor de televisión. Hoy la cifra alcanza los tres millones. Se espera que en un par de años esa cifra se eleve a 10 millones. Pero un televisor no está al alcance del ciudadano medio (a los pueblos no llegan las ondas). Su precio oscila en tomo a las 3.000 rupias (48.000 pesetas), en blanco y negro, y el salario mensual de un profesional suele estar en las 1.200 rupias (19.200 pesetas).

Así y todo, algunos datos apuntan en esa dirección (que no es precisamente la gandhiana de la rueca en casa): de 90.000 motocicletas circulando en las carreteras indias hace 20 años se pasó a la cifra de dos millones en la actualidad.

El número de radiotransitores sobrepasa los 35 millones, y el Gobierno sigue obsequiando este aparato con unas rupias de incentivo al súbdito que se avenga a la esterilización.

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