Hassan II resolvera en los próximos días sus dudas sobre la convocatoria de elecciones
Un centenar de personas, detenidas a consecuencia de los disturbios de enero pasado, comparecerán mañana ante los tribunales en Rabat, en donde el fiscal pide para todos ellos la pena de cinco años de reclusión. Unas 1.200 personas han sido juzgadas ya en todo (el reino, y otras 600, aquellas sobre las que pesan las acusaciones más graves, aguardan aún a ser juzgadas. En medio de este clima, todavía impregnado de la pasada crisis, se espera que el rey Hassan II se dirija a la nación en los próximos días para hacer pública su decisión sobre el futuro de las elecciones legislativas.
Más que en ningún otro momento de la historia reciente, todos los ojos están puestos en palacio: el rey tiene la palabra. Una vez que el referéndum de autodeterminación en el Sáhara no se llevó a cabo antes del 31 de diciembre de 1983, como dispusieron las Naciones Unidas, nada debería oponerse, en principio, a la celebración de estas legislativas, pospuestas ya dos veces.Dos razones perdidasLos socialistas marroquíes, que aceptaron a finales del año pasado integrarse en el Gobierno actual con dos ministros exclusivamente, según dijeron ellos mismos, para cooperar con la celebración del referéndum y con las elecciones legislativas, han perdido ya por lo menos una de las dos razones que les llevaron a participar en el poder. La Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) puede correr el riesgo de perder la otra razón si el rey Hassan opta por retrasar las elecciones hasta septiembre.A pesar de la importancia que las elecciones tienen en sí mismas, la discusión entre marroquíes, cargada de significado para el futuro, se centra más bien en dos preguntas: saber si la Administración podrá por una vez permitir un juego electoral completamente limpio, y si el Gobierno que resulte de los comicios podrá realmente gobernar.
La respuesta a la primera interrogante que se dan hoy los políticos es más bien pesimista, e incluso los socialistas parecen contentarse con que el reparto de escaños en el Parlamento y las carteras en el Gobierno posterior a las elecciones se acerque mínimamente a lo que ellos consideran su verdadera representatividad. Sólo con esas garantías podrán introducir en la futura gestión un mínimo de reformas políticas y, sobre todo, económicas, sin las cuales consideran inútil toda participación en el poder.Las revueltas de enero pasado han sacudido profundamente a la sociedad marroquí y a los hombres que giran en torno al poder. Al igual que en Tunicia, pero de una manera, mucho más apremiante, la población marroquí espera ansiosa en la actualidad que se lleven a cabo reformas de estruturas.
Lo curioso de la situación es que todos parecen reconocer, a pesar de los problemas que les ha causado entre su militancia la participación en el Gobierno y la erosión de su popularidad, que el partido socialista marroquí es, hoy por hoy, la última oportunidad, por ser el único portador, en su programa y en sus intenciones, de reformas aceptables para una buena parte de las clases detentadoras del poder económico y, al mismo tiempo, capaces de satisfacer mínimamente a las inmensas aspiraciones populares. Pero un partido socialista, no ya que gobernase, sino, simplemente, que gestionase libremente las carteras que se le encomendasen, sería una. auténtica revolución en un Marruecos que, a juzgar por el tratamiento de los últimos disturbios y el (lado a los partidos de la oposición en los últimos años, permite sospechar que no ha madurado suficientemente para esa nueva situación.
Reducido margen de maniobra
La crisis interna, política y económica es, no obstante, grave, a tal punto que el margen de maniobra es muy reducido. Toda la atención, la expectación y la inquietud por el futuro están concentradas ahora en las próximas decisiones del rey Hassan II, que, ya sin oposición política y con todos los poderes en sus manos, tiene que escoger.
La economía, sin embargo, no permite las maniobras que la política sí encaja. La estabilidad inmediata de Marruecos depende fundamentalmente de la urgente aplicación de una auténtica y mínima justicia Social.
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