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ETA entrenó a la guerrilla nicaragüense, según un ex embajador español en Managua

Mariano Baselga, ex embajador español en Nicaragua, manifestó ayer que "fue más bien ETA la que, con sus conocimientos sobre la guerrilla, apoyó con instructores al frente sandinista que al revés". Baselga, que compareció ayer en una sesión informativa ante la comisión de Exteriores del Congreso de los Diputados, agregó que no tiene constancia de que el régimen de Managua, una vez obtenido el triunfo de la revolución, haya prestado cualquier tipo de ayuda a la organización terrorista vasca.Baselga admitió haber conocido la presencia de nacionalistas vascos en Nicaragua mientras fue embajador en esa república, de 1980 a 1983. Pero "de ahí a afirmar que existiesen campos de entrenamiento de ETA hay un paso que yo no puedo dar", precisó.

También compareció ayer ante la comisión de Exteriores el secretario general de la Presidencia del Gobierno, Julio Feo, quien había sido requerido por la Cámara para prestar declaración sobre los gastos de imagen realizados durante la visita que el presidente González hizo a Estados Unidos el pasado mes de junio. Feo dijo que tales gastos ascendieron a 10.000 dólares (cerca de 1.500.000 pesetas) en concepto de contrato con la firma de relaciones públicas Kiss & Haley, y otros 12.000 dólares en gastos (aproximadamente, 1.200.000 pesetas), lo que totaliza algo menos de 3.300.000 pesetas. Los primeros 10.000 dólares fueron costeados con los gastos reservados del presidente; y los otros 12.000 los abonó la embajada.

Feo consideró normales tales gastos "que sirven para hacer más productivas las visitas de miembros del Gobierno, especialmente dado el tamaño de Estados Unidos".

Por otra parte, la Junta de Portavoces trató ayer el incidente suscitado recientemente entre el comunista Santiago Carrillo y el presidente del Congreso, Gregorio Peces-Barba, cuando aquél abandonó airadamente el hemiciclo por entender que Peces-Barba le estaba coartando su expresión. Carrillo volvió a decir en la reunión de la Junta que el presidente debía limitarse a controlar los tiempos de las intervenciones y a garantizar el respeto entre los diputados, y le reprochó su exceso de rigor. Peces-Barba contestó que "nunca intenté limitar la libertad de expresión, pero, en cualquier caso, me corresponde guardar el orden".

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