El interés lo pusieron los toros
Plaza de Las Ventas. 11 de marzo. Inauguración oficial de 12 temporadaToros de Murteira Grave, terciados pero cinqueños, con trapío, fuertes y encastados. El sexto, devuelto por chico.
Morenito de Maracay. Pinchazo y estocada (silencio). Estocada corta perpendicular y descabello (silencio). Víctor Mendes. Estocada y siete descabellos (silencio). Pinchazo, otro hondo y dos descabellos (silencio). Pedro Castillo. Pinchazo y bajonazo (división cuando saluda). Pinchazo, otro muy bajo y descabello (silencio).
El toro es como el de la corrida que envió ayer a Madrid Murteira Grave: proporcionado y serio; en sus carnes, según dice la jerga; bien puesto de pitones, y fuerte. El interés de la tarde estuvo en la presencia y en el comportamiento de los encastados toros portugueses.
A la afición de Madrid la acusan de exigir tremebundos ejemplares: "¡Quieren el Buey Apis!", vociferan taurinos, para descalificarla. Nada más falso. La afición de Madrid exige el toro de trapío, que no reclama gigantismos, y por ello se sentía satisfecha con la corrida de ayer. Saltaban a la arena los Murteira, imponiendo respeto desde sus terciadas anatomías, y la afición, embutida en zamarrones, enguantada y cayéndole el moquillo, los bendecía.
Bien puestos y aparentemente limpios de cabeza, los Murteira embestían codiciosos en los primeros tercios. Por añadidura no se caían, y eso que les pegaron duro en varas. Les pegaron duro y atrás, que es donde mayor daño sufren. Los picadores pegan tales lanzazos, que en lugar de picar, escabechan.
Escabechado quedó el cuarto, después del barrenazo que le metió por un costado el barrenador. El mismo destino les quisieron dar a todos los demás, algunos de los cuales se resintieron en los últimos tercios y tardeaban. Sin embargo, la casta y la fortaleza se imponían, de manera que varios de ellos, pese a la paliza, acababan embistiendo como debe hacerlo un toro bravo.
Bravo fue el primero. A ese primero le pudo armar un alboroto Morenito de Maracay, al que se vió animoso con capote y banderillas, pero en la faena de muleta perdió la inspiración y su trasteo resultó tan desligado como insulso. La misma respuesta dio a la nobleza del escabechado cuarto. Morenito banderilleó con diversa fortuna, pues no parecía tener su tarde, y cuando cedió los patos (o los recibía de sus compañeros) aún se notó más, porque: le daba réplica un Víctor Mendes que levantó al público de sus asientos con sus pares emocionantes.
Víctor Mendes hacía la suerte con gran autenticidad, reuniendo en la cara y clavando de arriba abajo. Se asomaba al balcón, como dirían los clásicos, y salía andando del embroque. Pocos banderilleros hay ahora mismo que sepan realizar el segundo tercio con semejante pureza.
También manejó los engaños con buena técnica, y lució cuanto le permitieron sus toros, que ofrecían dificultades. Cuajó unas verónicas muy ceñidas, hizo un quite por navarras con sorprendente ligazón y otro por chicuelinas de suave dibujo, y mientras le embistieron los toros, muleteó bien, imprimiendo mando y temple a los muletazos.
La buena técnica de Víctor Mendes contrastó con la actuación de Pedro Castillo, que se embarullaba en el toreo de capa, crispaba el de muleta, se aliviaba en banderillas.
Por una vez, la afición presenció la corrida sin alterarse demasiado. Sería por el frío, que la tuvo aterida. únicamente se hizo oir para protestar el tamaño del sexto, y el desacato del peón Antonio Cobos, que se ponía farruco con Morenito y Mendes. Ambos incidentes le sirvieron para empezar a poner a punto sus privilegiadas gargantas, cara a la temporada. Pero si los toros salen en el futuro como los Murteira de ayer, sólo las utilizará para entonar aleluyas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.