"Los consejos de las cajas de ahorro no deberían tener una composición uniforme"
El proyecto gubernamental de reforma de los órganos de gestión de las cajas de ahorro ha empezado a levantar críticas, movimientos de pasillo, debate dentro de un orden. Este tipo de conciertos suele ensayarse entre pocas voces. Por eso conviene incorporar otras, que aportan acentos específicos. Como la de la Caja de Sabadell, una entidad de tipo medio -70.000 millones de depósitos- que cumple ahora 125 años de su fundación. No es de las instituciones que registra crecimientos espectaculares, pero sí de las primeras en adaptarse a las nuevas operativas, ya vengan del campo de la banca o del extranjero. Su director general, Miquel Forrellad, opina que la nueva normativa debe abrir el campo a diversas fórmulas de constitución de los organismos dirigentes siempre dentro de la transparencia.
Pregunta. El proyecto del Gobierno sobre las cajas de ahorro supone el fin del poder casi omnímodo y vitalicio que venían ostentando los directores generales, en favor de las comisiones de control. ¿Cómo contempla esta medida?Respuesta. Realmente, no veo por qué el cargo de director general deba ser vitalicio. Su contratación podría ser libre, con pocas acotaciones. Las cajas deberían poder tener, poder elegir, los mejores gestores. Y, para ello, la fórmula quizá más adecuada es la que suelen utilizar las grandes empresas. El director general no debe ser un funcionario en el sentido tradicional y estricto de la palabra, pero la entidad debiera gozar de la máxima libertad para concertar y contratar a sus dirigentes, para obtener la mejor gestión posible.
P. El proyecto contempla también una importante presencia de los ayuntamientos en los consejos de administración.
R. En un régimen democrático como el que tenemos y queremos tener, si una entidad está instituida y organizada según los principios de la Constitución, los estatutos de autonomía y las demás leyes, es democrática. Es cierto que se requieren regulaciones específicas para sociedades anónimas, cajas y otras entidades económicas. Pero a veces pecamos de una excesiva preocupación normativista para reglamentar las citadas entidades, y seguramente sería mejor y más operativo que fuesen plurimorfas, más que uniformes. Si una caja mantiene una actuación financiera y una constitución transparente, eso acrecienta una sana competencia con el resto de entidades de ahorro. Y permite que las cajas se vayan haciendo al compás de su tradición y de la evolución de su propio entorno social.
P. Pero bajo el lema de la transparencia se han hecho muchas barbaridades.
R. Lo que se debe exigir es una máxima transparencia en las normas de elección de los organismos rectores y en la elaboración de las auditorías, como asuntos funda mentales. Personalmente, me apena la uniformidad en la constitución de los consejos de administración, porque no responde a la variedad de las situaciones existente.
P. Tradicionalmente se imputa a las cajas el defecto del conservadurismo, la dificultad de adaptarse a las nuevas situaciones.
R. Estamos instalados en un período de creciente evolución, en el que todo cambia rápidamente Desde el punto de vista de las operaciones activas, y reconociendo que nuestra principal obligación es atender al pequeño ahorrador y a las economías de tipo familiar, hemos empezado a abrirnos al comercio, así como a la pequeña y mediana empresa. En este ámbito, el descuento juega un papel muy importante, porque si hay que prestar servicio al pequeño comerciante e industrial, hay que prestarlo completo. Nosotros hacemos descuento desde 1979. El saldo en este capítulo a final de 1983 era de 3.582 millones de pesetas. Afrontada de forma prudente y escalonada, esta actividad es perfectamente asumible, y no implica necesariamente un mayor riesgo y coste. También, incluso las cajas medianas, hemos abordado la financiación de la gran empresa, mediante créditos sindicados. En la Caja de Sabadell el saldo a final de año era de 3.782 millones.
P. También han cambiado las cosas por el lado del pasivo, aunque los depósitos de los clientes de base siguen remunerándose muy poco.
R. La evolución ha sido mayor en el pasivo que en el activo: el salto de la intervención a la retribución en libertad ha sido extraordinario. Es cierto que debemos retribuir el ahorro de la mejor manera posible, porque ello contribuye a la modernización del mercado del dinero. Por esa razón hemos fomentado y auspiciado, además de las formas tradicionales de ahorro, otras colocaciones como los pagarés o las cédulas hipotecarias. Hay otra razón para ello: el actual proceso de desintermediación financiera. Este nuevo proceso implica que debe reforzarse el concepto de las cajas como prestadoras de servicios financieros globales. La tendencia, y no sólo en nuestro país, sino también en el ámbito internacional, es que aumente el cobro de servicios y comisiones y que disminuya el margen financiero, a medida que se retribuyen mejor los depósitos.
P. ¿Cómo ha evolucionado en 125 años el funcionamiento concreto de su entidad?
R. En el momento de fundarse, la caja abría incluso los domingos. Los propios consejeros recaudaban reales y controlaban los depósitos. La preocupación social se plasmaba esencialmente en combatir la usura. A medida que el nivel de vida y las rentas salariales aumentaron, creció también el peso de las cajas y el volumen de su obra social, generalmente destinado a obras de suplencia. Nosotros hemos tenido una concepción específica de la obra social, muy poco clasista, muy generalista. Cambia la operativa e incluso la función financiera de las cajas, pero su sentido social no pasará, aunque sí, evidentemente, su estilo y plasmación.
P. Hace pocos años se diseñó un gran proyecto de fusión de diversas cajas en Cataluña, con participación de la de Sabadell Luego no se plasmó. ¿Volverá a plantearse la cuestión en un futuro no lejano?
R. Yo creo que la mayoría, por no decir la totalidad de las cajas catalanas, tiene ya una dimensión que les permite actuar con probada eficacia y ser competitivas; existe además una fuerte tradición comarcal, de implantación en áreas con personalidad socioeconómica suficiente como para que exista una diversidad de cajas que puedan vincularse más específicamente a unas u otras zonas. Por otra parte, también es cierto que varios países europeos, sobre todo, escandinavos, registran un proceso de concentración de cajas paralelo o similar al que llevan a cabo los bancos, y que se ha dado también en varias zonas de España. Creo que este tema no está sobre el tapete en Cataluña en estos momentos, y que algunos de los objetivos que se perseguían con la fusión mencionada ya han sido alcanzados, al menos en gran parte, por otras vías.
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