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Eligio González

50 años preparando 'queimadas' para intelectuales, artistas y políticos

Empezó a hacer la queimada hace más de 50 años, pero ya "le había tomado rienda a la cosa" de crío, cuando un tío suyo, sacerdote, le llevaba, en fiestas, por las parroquias, en las que los curas, después de comer, se la hacían "en los mismos pocillos del café". Entonces, entre rezo y rezo, Eligio no podía sospechar que acabaría jugando con el aguardiente y el fuego para Valle Inclán y el poeta Ramón Cabanillas, que hacían la tertulia en su taberna en los años 26 y 27; para Álvaro Cunqueiro, Celso Emilio Ferreiro y, más tarde, para Manuel Fraga, Julio Iglesias o los Campeonatos Mundiales de Fútbol.

Mientras se coloca la coroza de junco, que es como el traje de ritual, Eligio González, o El Chuti, "como me llamaba Valle Inclán, porque yo era pequeño", se lamenta de que van desapareciendo estas cosas artesanas, que usaban los pastores y los campesinos gallegos en las zonas de mucho frío, en Lugo y Orense. Tiene que hacer una queimada para más de 1.000 personas, con motivo de la Fiesta de la Vieira, en Madrid, y ha empezado a preparar los ingredientes, el azúcar, el limón, el poquito de café y los 300 litros de aguardiente gallego de uvas de poca graduación, "sobre los 22 grados, para que tenga paladar".A Eligio, que tiene el título de Queimador Mayor de Galicia, no le importa dar la fórmula con que prepara la bebida: cien gramos de azúcar por cada litro de aguardiente, un trocito de cáscara de limón, un poco de vino tinto, si se quiere, no porque lo necesite, sino por darle color.

Como su magisterio está tan asumido por todos, juzga con benignidad a la competencia y no entra al trapo, por ejemplo, de las críticas a las queimadas de su amigo Fraga, que parece que las apaga demasiado pronto, según los ortodoxos. "A Fraga le salen bien", dice, "porque le traen muy buen aguardiente, y ése es el asunto". No en vano el líder de Alianza Popular, no excesivamente dado a admitir que alguien pueda superarle, respondió recientemente en Barcelona, cuando le preguntaron si era el número uno en preparar la bebida gallega: "El primero es mi amigo Eligio, que vive en Vigo; el segundo, yo".

Tabernero desde 1923, Eligio González, 75 años llenos de nervio, lleva a gala que en su casa entra gente de todos las ideas y partidos y se encuentran muy a gusto. Para justificarlo, mantiene un axioma relativamente explícito, pero de innegable rotundidad comercial: "Es así la vida y yo soy de esta forma de ser, y si tienes un negocio, como no seas así, pues nada".

Dice Eligio que los periodistas son para él como de la familia. Y al margen de que "casi todos han pasado por mi taberna", y de que "la botella de aguardiente gallego que le mandé a Fidel Castro se la llevó este chico que falleció, Cuco Cerecedo, al que yo conocía desde que empezó en El Pueblo Gallego", este diario acunó durante años a Eligio en el sentido más literal del término. "El periódico estaba arrimado a mí piso y yo le puse la cuna, porque me acostumbré de tal forma al ruido de la rotativa que los domingos, como no funcionaba, no me podía dormir".

Padre de tres hijos, que le han dado 7 nietos, disfruta los sábados cocinando para todos. Los domingos se marcha a su finca de Gomariz o se dedica a su pasatiempo favorito: ejercer de zahorí buscando agua potable con su reloj y su péndulo. "Es una condición que heredé de mi tío el sacerdote, y no sé si es positiva o negativa, pero si hay un filón de agua, el reloj vibra y me lleva". También acude, de vez en cuando, al campo del Celta, equipo del que es socio, "a leer el periódico al aire libre, mientras los demás chillan".

¿Ha cambiado mucho la vida desde Valle Inclán y los primeros clientes de su taberna? Tras enunciar la droga, "que me da una pena enorme", dice que "al principio, las chicas no entraban en las tabernas, hasta después de la guerra, que empezaron a alternar. También ha habido una transformación enorme en el vestir. Últimamente ellas van más a lo práctico, con esos pantalones. Ahora la mujer no tiene los prejuicios de antes".

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