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La ira de los tenderos

Un centenar de pequeños comerciantes de Moratalaz encabeza la iniciativa de armarse para combatir a los delincuentes

Abrumados por el estancamiento de las ventas, el incremento de la presión fiscal y la competencia de las grandes empresas de la distribución, los pequeños y medianos comerciantes madrileños viven, sin embargo, de forma particularmente angustiosa el deterioro de la seguridad ciudadana. 10.000 de ellos lo demostraron el pasado martes en la concentración celebrada en el Palacio de los Deportes, al impacientarse ante los oradores que aludían a los problemas gremiales y aplaudir a los que arreme tían contra los atracadores y ladrones. Desde el pasado año, los comerciantes de Moratalaz se han si tuado a la cabeza de los que solicitan mano dura contra los delincuentes. Unos 100 tenderos de este barrio han solicitado o tienen intención de solicitar licencia de armas.

Las noticias sobre joyeros que disparan contra atracdores, y en ocasiones acaban con su vida, han comenzado a menudear. En los dos meses ya transcurridos, dos joyeros de Madrid, que poseían armas de fuego con su correspondiente licencia, mataron en dos sucesos distintos a tres atracadores. Al menos dos de los ladrones llevaban armas de fogueo o simuladas.En los mostradores y en las trastiendas de los establecimientos de Moratalaz apenas se habla de otra cosa que de los atracos y robos. "Anoche entraron en la panadería", cuenta una señora que viene de allí. "Dicen que unos drogadictos han atracado el videoclub", añade otra. "Es que los delincuentes entran en los juzgados por una puerta y al instante salen por otra", remata el comerciante.

Lorenzo Bravo, de 42 años, droguero de la avenida de Moratalaz, cree que las reformas del Código Penal y de la ley de Enjuiciamiento Criminal aprobadas a iniciativa del Gobierno socialista en 1983, y la consecuente excarcelación de miles de presos, son la causa principal de esa psicosis, y comenta de ellas: "Es como hacer una comida a base de marisco y cochinillo cuando tienes enfermos el hígado y el riñón, que lo más seguro es que te indigestes".

Lorenzo Bravo empezó a trabajar, cuando era un chaval, como dependiente de una perfumería y bisutería de la Gran Vía. Hace 20 años logró independizarse y abrir su propio establecimiento en Moratalaz, un barrio nuevo, semiaislado del resto de la ciudad, hecho de grandes bloques de edificios, donde viven unas 130.000 personas y hay unos 1.000 pequeños y medianos comercios. Un barrio que no tiene comisaría propia, y depende policialmente de la de La Estrella, en la calle de Lira, al otro lado de la autovía de circunvalación M-30.

Tres robos en una semana

Lorenzo Bravo dice que pasa serios apuros para pagar las tasas e impuestos municipales y estatales y el alquiler de la droguería que lleva su nombre. "Entre impuestos, contribución, alquiler, luz, basuras y todo lo demás, gasto en local un mínimo de 60.000 pesetas mensuales, mientras que, por el contrario, las ventas se han estancado en estos cinco años", afirma. Y añade que el pasado año tuvo que pedir un préstamo bancario al 20% de interés, para pagar los impuestos.Pero aun así, el tema de la seguridad es su principal preocupación. Una y otra vez vuelve a él en la estrecha trastienda de su droguería donde conversa entre paquetes de detergente y botellas de agua de colonia.

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El pasado mes de enero Bravo sufrió tres robos en una semana. "A mi mujer le robaron el bolso de un tirón, a mí me quitaron la rueda de repuesto del coche y el local fue descerrajado, a las cuatro de la tarde, y se llevaron 24.000 pesetas de la caja y algo de bisutería". Decidido a evitarlo, piensa invertir unas 100.000 pesetas en nuevos cierres, y en alarmas acústicas. "No nos queda más remedio que convertir las tiendas en fortalezas".

Los culpables de la ola de delincuencia que, según el droguero, asola Moratalaz son los chorizos de los vecinos barrios de San Blas y Vallecas, "que están crecidos y son los verdaderos dueños del país". Bravo arremete entonces contra "la liberalización total de la droga. La policía coge a uno con un montón de droga y, si dice que es para su consumo durante los próximos seis meses, el juez lo pone en libertad en seguida".

"La reacción natural del hombre si alguien se le viene encima con un puñal es coger un garrote y luchar por su vida", afirma Bravo, promotor de una iniciativa seguida por unos 100 comerciantes del barrio: solicitar permiso de armas a través de la Asociación de Comerciantes. de Moratalaz. "El gobernador civil dice que si las personas honradas lleváramos pistolas, Madrid se convertiría en Chicago; pero es que ya lo es, porque los delincuentes sí las tienen".

El amplio establecimiento de ropa, muebles y artículos de regalo llamado José Luis Selección está situado en la zona conocida como Lonja de Moratalaz y luce en su puerta un cartel, pintado con rotu lador, que dice: "Para entrar, Hamen al timbre". Su propietario, Mariano Jordán, de 48 años, explica que puso el letrero después que en abril de 1983, dos muchachos entraran con una navaja en el local y se llevaran unas 20.000 pesetas de la caja.

Además del cartel, Jordán y uno de sus hijos estuvieron 12 días fabricando un sistema de seguridad casi inexpugnable a base de candados y barras. Colocaron 25 candados en el local.

Jordán asegura que los comerciantes de Moratalaz han perdonado a Enrique Tierno por aquellas declaraciones, efectuadas en la campaña de las elecciones municipales de 1983, "en las que nos llamó subnormales, por pedir mayores medidas de seguridad. El alcalde vino luego aquí y se disculpó por ello, y aunque eso está olvidado, el problema de fondo sigue sin resolver". El problema es, para Jordán, "que por aquí pasa una pareja de la Policía Nacional cada 15 días, mientras que decenas de jóvenes desocupados han instalado en la Lonja su campamento diario para beber cerveza y consumir drogas".

Hasta hace siete años, Mariano Jordán tenía una pequeña industria de yesos, "pero una huelga salvaje de CC OO me arruinó". En tonces montó esta tienda, donde trabajan él, su mujer sus tres hijos y una chica joven, única asalariada del establecimiento. "Mi familia trabaja desde las nueve de la mañana hasta las nueve y media de la noche, y si tuviera que ponerles un sueldo y pagar Seguridad Social por ellos, cerraba en un mes", afirma desde la mesa de su despacho, en el sótano, todo rodeado de facturas, albaranes y letras. El ex empresario y ahora comerciante dice pagar una media de 300.000 pesetas mensuales en concepto de tasas, impuestos, alquiler, teléfono y el sueldo de la empleada.

"Un arma me daría mucha tranquilidad, mucha confianza en mí mismo cuando estoy solo en la madrugada haciendo mis pasteles", dice Félix Bartolomé, de 54 años, propietario de Multipán La Veneciana, un establecimiento abierto en julio de 1983 y víctima hasta ahora de seis robos: dos fueron a la hora de la comida, y cuatro, por la noche. Bartolomé estima en unas 300.000 pesetas las pérdidas ocasionadas por esa media docena de robos. "Se llevan siempre el dinero de caja, las monedas de las tragaperras que tengo aquí y el tabaco rubio, nunca el negro".

"Trabajo para los ladrones"

El panadero y pastelero ha reforzado ya con una plancha metálica, "que me costó 23.000 pesetas", la puerta trasera del local, y piensa invertir otras 300.000 pesetas en la instalación de un completo sistema de seguridad, con alarmas incluidas. "He desistido de denunciar los robos en la comisaría de La Estrella, porque el remedio es nulo", afirma.Multipán La Veneciana es como un pequeño supermercado de panes y pasteles, con horno propio, que culmina los esfuerzos de toda una vida. El padre de Félix Bartolomé abrió en 1931 una pastelería en la calle de Goya, en la que su hijo empezó su labor hace 40 años. Trabajando desde las cinco de la madrugada hasta las nueve de la noche, Bartolomé se hizo con un pequeño capital y hace un año decidió cambiar de barrio. "Mi público de Goya se hizo viejo, empezó a tener achaques, que si el azúcar, que si el colesterol, y poco a poco fui perdiendo ventas. Entonces decidí ir donde estuviera la juventud, y vine a Moratalaz, donde trabajamos siete de la familia y cinco de fuera".

"Los pequeños y medianos comercios estamos discriminados por las autoridades en relación a los grandes, a las multinacionales. Yo pago el triple en concepto de impuesto de radicación que un gran almacén", afirma. Las multinacionales, como llaman de forma general los tenderos a las grandes organizaciones comerciales, son, en Moratalaz, las cadenas Simago, Aurrerá y Día.

Y además, afirma Félix Bartolomé, "a muchos vecinos les gusta ir al centro a hacer sus compras, y eso es dinero que perdemos en el barrio". En cualquier caso, el pastelero de Moratalaz insiste en que "en Goya nunca me pasó lo que aquí, que trabajo para los ladrones".

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