Una víctima del victimismo
La Vanguardia
La fulminante dimisión de Rafael Escuredo como presidente de la Junta de Andalucía, a la que se añade su renuncia a todos los cargos en el seno del partido ( ... ), marca el límite máximo de la tolerancia autonomista del PSOE, a partir del cual surge la infranqueable pared de los intereses del partido en el poder y las inevitables servidumbres del Estado.Escuredo siempre fue dos pasos por delante de su partido y uno sobre el ritmo de adaptación del viejo Estado centralista. Su liderazgo político está construido sobre aquella locura protonacionalista desatada en torno a la vía del 151 o la del 143, esa vieja dialéctica de los agravios comparativos escrita sobre el articulado de la Constitución, y sobre las rentas del mítico 28-F, ese día de 1980 en que el presidente dimitido arrastró a su partido a donde no quería ni sabía estar, cediendo éste a ello únicamente por la oportunidad de dañar a la entonces desorientada UCD. Andalucía debe a Escuredo el haberle dado presencia institucional, protagonismo político, un nada despreciable paquete de autogobierno y, desde luego, una fuerte identidad propia en el marco de la España actual. Pero a la larga ha sido víctima de su propia retórica, al hacer bandera de nacionalismo donde lo que en realidad y de verdad existe es una legítima frustración económica y social que arranca de tiempos inmemoriales.( ... )
18 de febrero