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Irán asegura que arrasará Basora si cae una bomba más sobre su pueblo

ENVIADO ESPECIAL, Nunca Irán e Irak han estado tan cerca como ahora de la extensión de su guerra. Los dirigentes de la República Islámica de Irán aseguran que su artillería está dispuesta a arrasar Basora, la segunda ciudad iraquí, si una sola bomba más cae sobre cualquier ciudad iraní. Con obstinación, invitan a sus habitantes a abandonarla antes de que sucumban bajo sus escombros. Es la primera vez desde el origen de la guerra, hace ahora 40 meses, que Irán formula amenazas tan directas. Nadie duda en Teherán que el régimen islámico se apresta a materializar su advertencia, como lo reconoció ante este diario el coronel Sayed Ali Chirazi, jefe del Ejército de Tierra de Irán.

Chirazi, uno de los coroneles más jóvenes de las fuerzas armadas iraníes, conocido también por su ferviente islamismo, aseguró que Irán ha estudiado ya varios plaries para bloquear el estrecho de Ormuz. Reconoció que su país tiene efectivos militares "por todas partes", y consideró que la adopción de medidas como la del bloqueo del estrecho nunca aparejará riesgos políticos y militares para Irán, sino más bien para sus enemigos. Irán prepara para los próximos días 9 y 11 de este mes maniobras militares con participación civil, en las cuales el coronel Chirazi calcula que participarán 20 millones de iraníes, la mitad de la población del país. "Se trata de formar un ejército de 20 millones; cada uno de sus integrantes está dispuesto a derramar hasta la última gota de su sangre por la defensa del Islam, y de la independencia de la revolución iraní".

Poco después, el jefe del Ejército de Tierra iraní admitió que Irak puede poseer misiles soviéticos de largo alcance, aptos para bombardear ciudades enclavadas muy al interior de Irán, pero precisó que nunca más Irak podrá recuperar la iniciativa bélica terrestre, que ha sido conseguida para los combatientes del islam por el "martirio y sacrificio" de un número de iraníes que cifró en "centenares de miles".

A lo largo de su conversación, Chirazi subrayó la fe de los iraníes, "cuya arma más poderosa es la confianza en el Islam".

El tono de estas palabras, similar al de las que pronuncian constantemente los líderes islámicos iraníes, permiten deducir que Teherán está decidido a zanjar urgentemente esta guerra que no sólo está cercenando los recursos humanos y materiales de ambos contendientes -los muertos se cuentan por centenares de miles; los refugiados, por millones, y los gastos, en miles de millones de dólares-, sino que está comprometiendo cada vez más acuciantemente los intereses de los países de la zona.

A nadie se le escapa en Teherán que la actitud iraní frente a Estados Unidos en la época de James Carter, con el problema de los rehenes como desesperante telón de fondo para Washington, fue decisiva a la hora de inclinar al electorado norteamericano hacia la opción Ronald Reagan. A nadie se oculta tampoco hoy que Irán sigue en el punto de mira del periscopio de la política exterior norteamericana en la zona. Parece inminente un restablecimiento de relaciones diplomáticas a nivel de embajada entre Estados Unidos e Irak, tras 16 años de ruptura.

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Si Irak bombardea una sola ciudad iraní más, Irán puede arrasar Basora, principalísimo puesto iraquí y segunda ciudad en importancia del país árabe. Si Basora cae bajo las bombas, Irak bombardeará la terminal petrolera iraní de Jarq, y si Jarq desaparece del mapa, Irán cerrará el estrecho de Ormuz. Para las autoridades iraníes, esta secuencia es tan segura como que Teherán se encontraba ayer bajo 30 centímetros de nieve.

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